Ildebrando Biribó, divertida consagración de la vida desde el más allá: «¡Aprovechad!»

Por Horacio Otheguy Riveira

Una feliz reposición de un solo día en la acogedora Sala Tribueñe de Madrid. Homenaje vitalista, por demás ingenioso, al mundo del teatro con sus vaivenes de genialidad, egocentrismo, locura creativa y torpezas propias con las que bien empatiza el común de los mortales.

El director Alberto Castrillo-Ferrer («ante todo soy actor») puso en escena Cyrano de Bergerac con gran éxito, y en el mismo teatro repuso su ya veterano monólogo sobre el apuntador del primer Cyrano de la historia. Un doble juego que ningún amante del teatro puede perderse, si aún no lo vio, aunque son muchos los que lo han visto más de dos o tres veces. De aquella reposición de 2018 partieron muchas otras funciones que, como tantas otras, tuvieron que frenar con la pandemia. Pero este incansable hombre de teatro, que lleva en su mochila muy buenos proyectos —uno de los cuales ya lo estrenó en esta misma sala (El tiempo de un café)— repone a menudo este monólogo que es un completo espectáculo poblado de matices…

Bajo el fantástico ingenio escenográfico de donde surgen mágicamente muchas escenas, Castrillo-Ferrer e Ildebrando Biribó conforman una pareja de amigos leales, para quienes las alegrías y amarguras del trabajo teatral son pura vida, dentro y fuera de los escenarios.

Pasan los años, y desde aquel fatídico día en que murió en su concha de apuntador, Ildebrando Biribó continúa divirtiéndose en escena, divirtiendo y conmoviendo al público. Esto sucede porque su protagonista, Alberto Castrillo-Ferrer ya cumplió 20 años con esta representación que continúa paseando por teatros de España. Aparta sus habituales tareas de dirección y se enfunda las ropas del hombre que «sopló texto» al primer actor Coquelin en 1897 durante los fugaces tropiezos de memoria en el estreno de la obra de Edmond Rostand.

Coquelin, Cyrano de Bergerac, 1897.

La muerte del apuntador al terminar la función conmocionó a la supersticiosa gente de teatro temiendo lo peor para el futuro de las representación. Pero el éxito fue imparable, y a lo largo del tiempo creció en fama y esplendor la extraordinaria «comedia de espadas», mientras quedó en el olvido absoluto el nombre de quien trabajaba en la oscuridad, metido en la concha tradicional de los apuntadores, atento a colaborar con las estrellas del firmamento escénico.

Un hombre en la sombra, feliz de mantenerse en su puesto. Su misteriosa muerte viene a desvelarse en esta función en la que se ríe tanto de sí mismo como de las manías y egos de la gente de la farándula. Una vez descubierto su cadáver, todo es alegría y eterno juego de diabluras escénicas, haciendo del morir el lugar ideal para dejar de apuntar a los demás y ser él mismo divo y soplador, estrella de raro magnetismo y hombrecillo que no solo cuenta su vida, sino que nos regala la representación de su propia muerte. El círculo de la vida y la muerte adquiere ritmo de show musical, simpatía propia de un desenfadado cabaret o circo callejero, y teatro grande en la ternura de un ser humano que surge como ave fénix de las sombras del anonimato. Y entretanto, un reloj de arena cumple su función de marcar el tiempo para que, al final, el cómico nos aliente a continuar divirtiéndonos con un «¡Aprovechad!» que llega al alma, abrazo definitivo del arte de la comedia al arte del buen vivir.

Elaborando sobre la escasa base de datos históricos, el italiano Emmanuel Vacca escribió este monólogo Ildebrando Biribó, el apuntador de Cyrano. Con dirección de Iñaki Rikarte, el traductor, adaptador y actor, Alberto Castrillo-Ferrer rinde homenaje a aquel personaje, convirtiéndolo en una fiesta del teatro, pura pasión desde niño por ayudar a los demás soplándoles en plena desmemoria, resolviendo ese drama —a veces terrible— que se produce cuando los actores se quedan en blanco, es decir, olvidan el texto, lo que aquí da lugar a una larga escena llena de ricas variaciones, como si el gran Benoît-Constant Coquelin (1841-1909), con su engolamiento propio de la época luchara por reencontrar las palabras de uno de los poemas más extraordinarios acerca del amor, escrito por Lope de Vega. El texto se arrima, cae, se despereza un poco, vuelve a desaparecer, y a lo largo de una serie de eficaces situaciones se vuelve a recordar. Es la mayor libertad que se toma el traductor/actor Castrillo Ferrer sobre el texto original en francés del actor italiano que fuera su profesor en la célebre escuela de mimo de Marcel Marceau. Mientras aquel continúa representando su monodrama por diversas regiones francesas, en España Castrillo le es fiel, incluso cuando incorpora a Lope y nos llena de felicidad al decir uno de sus sonetos no sólo más hermosos, sino dramáticamente más autobiográficos en la tormentosa vida sentimental del más grande escritor español de todos los tiempos:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

 

 

Autor: Emmanuel Vacca
Traducción: Alberto Castrillo-Ferrer
Director: Iñaki Rikarte
Intérprete: Alberto Castrillo-Ferrer
Diseño de luces: Patricio Jiménez

Técnico de luces: Alejandro Gallo
Espacio sonoro: Iñaki Rikarte y Manuel Maldonado
Fotógrafo: Daniel Castillo
Escenografía: Mónica Ramos, Alberto Huici y “La Vascoaragonesa”
Diseño de vestuario: Marie-Laure Bènard

Premio de Interpretación Teatral Festival de Teatro de Calle de Santander.

VIERNES 24 DE FEBRERO 2023. SALA TRIBUEÑE, 20 HORAS.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *