'El complot de las damas muertas', de Jessa Crispin

El complot de las damas muertas

Jessa Crispin

Traducción de Elvira Herrero Fontalba

Alpha Decay

Barcelona, 2018

280 páginas

 
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca / Fuente: Tan alto el silencio

Aunque se nos entregue en un formato que se podría calificar como libro de viajes, El complot de las damas muertas es un autorretrato. Jessa Crispin elige un periodo de su vida en el que se desplaza por varias ciudades de Europa, y una serie de escritores a los que leer y sobre los que pensar. Pero sus intenciones son el estudio de, arrojémonos al agua sin coger aire, sus neurosis. Jessa Crispin ejecuta un ejercicio literario que veremos en pocos libros a lo largo de este año, para saber si su estado psicoemocional supera el listón de lo patológico o se mantiene bajo control. Sin duda, la lectura no puede concluir en otra idea que no sea la de que lo mantiene bajo control, o al menos bajo salud mental. Pues nos regala el que tal vez sea el mejor libro de viajes del año y uno de los mejores autorretratos, partiendo de una lucidez como lectora en la que escribe sobre un auténtico folio en blanco. De cada uno de los autores en los que se basa su ensayo, por catalogarlo de alguna manera, escribe como si nadie antes hubiera trazado ningún análisis. El complot de las damas muertas es una obra genial que, por otra parte, nos entrega en fragmentos de manera que el lector puede acudir al libro en cualquier momento y leerlo a la velocidad que él mismo precise. Es un libro pensado en nosotros, porque en su autorretrato estamos todos, pues no escribe para sí misma, sino para nosotros. Y descubrimos que ha merecido la pena, y mucho, el conocerla de esta manera.

De las formas que existen de renacer o de reinventarse, el viaje tal vez sea la más grata. Independientemente del presupuesto con que uno cuente. De hecho, si éste es escaso, facilita crearte como un personaje distinto, incluso como otra persona. A esa llamada acude Crispin, que tiene un hogar que se llama maleta y un no hogar que se llama ciudad. Es una viajera lenta, que se detiene durante semanas o meses en cada sitio. Y así le da tiempo a estudiar cómo se adapta ella a la vez que descubre cómo se adaptaron otros: Jean Rhys a Londres, Somerset Maugham a San Petarsburgo, Rebecca West a Eslovenia, o las mujeres de James Joyce y Richard Francis Burton a Trieste. Crispin que el azar está escrito en algún lugar y consulta el tarot, al que parece no prestar después demasiada atención, pues a cada cosa que ve la atiende como si acabara de descubrir que existe. Es una de esas personas que saben que viajan porque les falta algo, y esperan encontrarlo fuera para integrarlo. Pero que ignoran qué es eso de lo que carecen. Y les preocupa. Tal vez por ese mismo motivo no tenga reparos en hablar de sus amores y desamores, y de reconocer que no puede evitar ciertos prejuicios de un americano viajero, como la consciencia constante de su origen.

Crispin derriba mitos con un estilo elegante y una contundencia intelectual, en la que demuestra que mente y sensibilidad son la misma cosa. El caso de Rebecca West y su celebradísimo Cordero negro, halcón gris, que desarma como se desmonta un mecano, nos lleva a cuestionarnos todo lo que habíamos dado por supuesto en la literatura. A juicio de Crispin, West se comporta como turista en los Balcanes, algo inaudito. Pero es que se trata de una ciudadana británica que viaja a gastos pagados y que sabe qué es lo que quieren oír quienes lean sus crónicas. Denuncia también la autocompasión de Margaret Anderson en el sur de Francia, así como la propia, dado que reconoce aburrimiento. Y entra en escena, constantemente, las relaciones de pareja, las propias y las de los personajes que ficticiamente la acompañan en sus recorridos. Las parejas como cárcel, como traición, como tortura, como forma de aislarse… culpando por igual a hombres y mujeres, con una mirada y una soltura a la forma de expresar, que nos da envidia no disponer nosotros de tanta libertad.

Divergente, inteligente, con una capacidad insólita para reírse de sí misma, este autorretrato es la obra de alguien con la salud mental lo bastante bien amueblada como para saber que tiene que salir distinta de la experiencia. Un libro magnífico sobre la neurosis.

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