"Aguacates": verano de risas y lujuria con Lucía Ramos y Juanjo Artero

Por Horacio Otheguy Riveira

Aguacates de Tirso Calero es una comedia ligera, de las que antaño se llamaban «comedias cómicas» en las que no importa mucho una trama previsible y un desenlace poco elaborado porque lo que provoca el verdadero disfrute son las artimañas de los intérpretes para sacar adelante personajes muy simpáticos, ubicados entre la ingenuidad y la picaresca, capaces de moverse por el absurdo con la comodidad de andar por casa.

Cuatro intérpretes se las apañan para que la función resulte agradable y graciosamente explosiva, tras los pasos de una pareja encantadora integrada por una preciosa jovencita y un fogoso amante de mujeres de toda clase y condición, treinta años mayor.

 


Le trae de calle y hace con él lo que le viene en gana para gozo pleno de sus caprichos… y las debilidades de su «víctima»: hablo de una voluptuosa adolescente y el cincuentón amigo de su padre. Dos personajes que bordan sus protagonistas: Lucía Ramos y Juanjo Artero.

La deseable criatura se vuelve imparable conquistadora en el cuerpo y las maneras de una actriz que también modela a su antojo belleza espectacular y estilazo de  comediante (sorprendente frescura general y eficacia en los diálogos picados, con muy poca experiencia teatral), mientras que el veterano actor  imprime estilo en un inédito histrionismo, después de una serie de funciones dramáticas o de comedia contenida (El hijo de la novia, Paradero desconocido, La velocidad del otoño, Historias de un Karaoke). Aquí sus anteriores personajes melancólicos u oscuros estallan en un alegre solterón, buscador de aventuras y de dinero para costearlas, aunque con una pasmosa facilidad para ser seducido antes que seductor.

La fiesta se completa con la calidad profesional de Jesús Cabrero. Varias de sus escenas con Juanjo Artero logran la inolvidable calidad de otras grandes parejas de la comedia española (Alberto Closas/José Luis López Vázquez; Juanjo Menéndez/Jesús Puente; Andrés Pajares/Fernando Esteso con su impecable «Extraña pareja» de Neil Simon…): el caballero formal y estirado de un partido de derechas y el amiguísimo al que pretende su «hijita» de sólo 18 años de nada, embobada ante el gran aventurero jacarandoso y mujeriego, que en realidad no es más que un pelele en manos de ellas.

Hombres, mujeres y un gay sabio caído del arcaico árbol del hippismo playero (muy eficaz Ricardo Saiz) conforman el caldo de cultivo de estos Aguacates que logran su objetivo con un público entregado ante la belleza de la joven Lucía Ramos y la profesionalidad de todos para dar una cobertura que el texto de Tirso Calero (con mucha mayor experiencia como guionista de televisión) lamentablemente no remata con la brillantez deseada. El desenlace y el epílogo no están a la altura, pero las sonrisas con que los espectadores dejan la sala dan cumplida cuenta de haber compartido una juerga bastante audaz, incluso en estos tiempos aparentemente liberados de ataduras, ya que «el caso» de la jovencita enamorada desde los 12 años del amigo de papá que a los 18 al fin lo envuelve, lo seduce y lo disfruta («nada menos que con tres polvos en una noche»), se sale de lo estándar en las comedias habituales. Personajes e intérpretes se confabulan para que todo funcione adecuadamente dirigido por José Saiz con un agradable espacio escénico creado por Luis Crespo.

Teatro Príncipe Gran Vía, Madrid. Del 15 de noviembre al 16 de diciembre 2018

 
 

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