El novelista: Ese Dios

Por Amir Valle.

Confieso que me aterra toda esa literatura basura que pulula hoy, creciendo día a día como las malas yerbas, en las librerías del mundo. Y sólo el hecho de ser amigo de escritores absolutamente fabulosos, absolutamente inéditos, absolutamente desconocidos, me basta para sopesar en toda su magnitud esa tragedia. Que es una tragedia en toda regla porque ya no hablamos de literatura menor (que esa existe y sin ella no podríamos hablar de literatura). No. Me refiero a esa otra literatura que sólo sirve para tirarla en un cesto luego de pasar un momento de estupidez cegadora (lamentablemente a eso algunos osan llamarlo “entretenimiento”): es decir, como a las basuras, la aprovechas levísimamente y luego la desechas, la olvidas.
¿Dónde va quedando el valor original de la literatura? Porque no olvido que, además de ser un grito personal, un sonido individual, una marca que cada persona quiere dejar en el tronco de ese árbol íntimo que es el tiempo interior que le toca vivir, la literatura es herencia que dejas, mensajes en una botella que lanzas a un mar abierto, señales de humo que algún ojo verá. O lo que es lo mismo: deja de importar que sea tu grito para ser herencia que otros disfrutarán, notas que otros leerán una vez que la botella llegue a sus manos, claves que abrirán nuevos rumbos una vez desentrañadas las señales marcadas por el humo que, alguna vez, lanzaste.
La novela que se escribe hoy en todo el mundo, también, es un reflejo de lo jodido que está nuestro universo. Y al menos a mí me interesa pasar por este mundo sabiendo que en cualquier sitio puedes pisar la mierda.
Por suerte, y he aquí la esperanza, también se publica literatura que ayuda a pensar, a comprender el espacio que habitamos, a juzgarlo con sus luces y sus sombras verdaderas.
Es una rebelión del intelecto (es decir, de esa parte racional que los científicos dicen tenemos los seres humanos) contra la estupidización de la modernidad que habitamos. Como si los escritores (y esta vez me refiero a los que no han olvidado que la literatura es una manifestación del pensamiento social, una señal de que estamos en lo más alto de la pirámide de las especies) descubrieran que sólo creando mundos, como dioses, la humanidad puede salvarse del holocausto autoinflingido por el que hoy transita. Y como dioses, los escritores (estos escritores que recuperan la voz de aquellos primeros hombres que alimentaban la fuerza y la fe de de la tribu con sus historias en las cavernas) crean mundos a su imagen y semejanza: es decir, un mundo imperfecto y contradictorio como todo lo humano… un mundo real.
De esas novelas, las que edifican la fe en nosotros mismos, las que nos recuerdan que en nuestras cabezas hay un cerebro que utilizar, las que se rebelan contra el flagelo pandémico de la estupiditis, las que nos recuerdan en sus historias que la especie humana no por gusto ha sido llamada “la especie que sueña”… de esas novelas, y de esos novelistas (esos otros dioses), escribiré a partir de ahora en este espacio.

One thought on “El novelista: Ese Dios

  • el 28 abril, 2010 a las 9:04 am
    Permalink

    Completamente de acuerdo. Qué difícil es mantener la lucidez si al mismo tiempo quieres seguir viviendo en el mundo. Te vas acostumbrando a la estudidez general hasta considerarla normal. Gracias a esos escasos libros que te encuentras de vez en cuando que te despiertan, que te suben por encima de la imbecilidad corriente y ves desde arriba por un momento. Por eso son tan necesarios.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *