Carmen Maura y Félix Gómez vuelan con firmeza junto a «La golondrina»

Por Horacio Otheguy Riveira

Héroes en la sombra frente a crímenes públicos. Atentados que se alimentan del dolor ajeno e incluso del propio convertido en una psicosis. Y sin embargo, en un apartamento donde se dan clases de canto para profesionales, un tímido aprendiz alcanza un grado de esperanza personal y profundo alcance social. Y una canción que avanza en la piel de Dani, un personaje ausente, clave en la existencia de quienes le han sobrevivido. El teatro se viste de estos valores con una obra de un autor que suele fusionar fenómenos sociales con protagonistas singulares. Escrita por Guillem Clua y dirigida por Josep Maria Mestres, La golondrina transcurre en la época actual, pero gira en torno a una canción popular escrita por un español emigrado a México y compuesta por un mexicano en el exilio francés de 1862 (1), destinada a dar apoyo al emigrante, al perdido, al solitario buscador de cobijo. Todo suma para rendirse a la capacidad de solidaridad donde no había más que doloroso silencio.

Una habitación cerrada donde se han dado por hechas muchas cosas que no debieran. Un misterio que se va desvelando poco a poco. Una profesora de canto rigurosa, fría, encerrada en sí misma. Un alumno cargado de mentiras y verdades. Los dos solos en un ámbito convencional que se irá transformando en un paisaje conmovedor, envueltos por un cielo nuboso, sumamente cálido. Un cielo que les abraza, ideado por el siempre innovador escenógrafo Alessio Meloni para un espectáculo muy intimista que es a su vez una hazaña, una gran aventura sentimental en manos de dos intérpretes que emocionan con una economía de recursos sorprendente, digna de admiración entre estilos tan distintos y la creación de una emotividad que influye de tal manera en los espectadores que en cuanto termina se van poniendo de pie, hasta que toda la sala les rinde homenaje, afirmando de ese modo que se ha cumplido el objetivo principal: convocar lazos frente a la barbarie y el egoísmo como autodefensa.

La revelación de hechos puntuales se desarrolla en un clímax de creciente turbación que no conviene conocer. El entramado se ha forjado para que el espectador se vaya sorprendiendo a medida que lo hace la profesora de piano que ha perdido a un hijo. Su crecimiento va a la par del que logra el visitante, quien se arma de valor para expresar un enorme caudal de información y emociones. Autor y director han logrado una musicalidad con ritmo preciso, de tal manera que asistimos a un encuentro de gran importancia social con los elementos propios de un melodrama desgarrador. Pero todo se ve y escucha sin estridencias con una emotividad frenada a tiempo, así las cadencias evitan la desesperación y sobrevuelan la esperanza. Una esperanza que surge de la pérdida del miedo, la recuperación del valor del conocimiento.

«Lo que realmente nos hace humanos es la capacidad de sentir como propio el dolor de los demás. Eso es lo que nos diferencia de las bestias. Escribo estas líneas pocos días después de que un terrorista se lanzara a toda velocidad por las Ramblas de Barcelona en una furgoneta, segando todas las vidas que podía a su paso, como ocurrió en la sala Bataclan de París, o en el paseo marítimo de Niza, o en el bar Pulse de Orlando… La golondrina habla de todos esos lugares y trata de comprender el sinsentido del horror, las consecuencias del odio y las estrategias que utilizamos para que no nos destruyan el alma. Cuando Amelia y Ramón se conocen, tienen dos caminos ante sí: pueden elegir odiarse o caminar juntos. Los dos tienen motivos para hacerse aún más daño del que han sufrido o reconocerse en el dolor del otro para no permitir que las bestias ganen. De algún modo son como todos nosotros, porque ante un ataque indiscriminado todos somos víctimas, estuviéramos o no allí, y todos nos enfrentamos a la misma encrucijada: odio o amor. Nuestro mundo depende de la dirección que tomemos». 
Guillem Clua

Carmen Maura es una mujer muy fría para protegerse del miedo; Félix Gómez, un joven valiente que se arroja a lo que más le duele con el fin de revelar el mundo de alguien que les une, pero nunca más volverán a ver. Una gran interpretación creada como un concierto de cámara: sutil, inquietante, desbordada de emociones en un punto justo para que las reflexiones alcancen un lugar preferente.

(1) Narciso Serradell Sevilla (Alvarado, Veracruz, 1843 – Ciudad de México, 1910), fue un médico y compositor mexicano, autor de la canción tradicional La golondrina con letra del escritor español emigrado a México, Niceto de Zamacois. Ha sido interpretada por artistas de muy diversos estilos como Plácido Domingo,​ Nat King Cole, Elvis Presley​ —este último bajo el título She wears my ring—, El trío Los Panchos, Nana Mouskouri y en diversas películas por ejemplo Invasión de Paul Verhoeven.​ Una canción cuya letra varía, según los intérpretes. En esta función, Guillem Clua en la letra e Iñaki Salvador en la composición musical recrean el original con un toque más contemporáneo, ligado a la intimidad con que el personaje de Carmen Maura la interpretó para su pequeño hijo…

El cielo está llorando

porque se han llevado el sol.

Las nubes lo han metido

en su saco de algodón.

 No hay nada que parezca

alegrar su corazón.

Pero en el horizonte

vienen ella y su canción.

Es la golondrina que llega a su hogar.

Es la golondrina que vuelve a volar.

Y traza en el cielo

dibujos de plumas

y grita y se ríe

y el frío se esfuma.

Es la golondrina que un día se fue

y te vuelve a besar.

El pulso vuelve al mundo

que se atreve a sonreír. (…)

Texto Guillem Clua
Dirección Josep Maria Mestres

Con Carmen Maura, Félix Gómez

Diseño de Iluminación Juan Gómez Cornejo
Escenografia Alessio Meloni
Vestuario Tatiana Hernández
Música Iñaki Salvador
Ayudante de Dirección David Blanco
Comunicación y distribución Pepa Rebollo
Dirección de Producción Miguel Cuerdo

Una producción de LAZONA

TEATRO INFANTA ISABEL. Desde el 12 de marzo 2019, hasta el 5 de mayo 2019.

 

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