DESAHUCIOS MORTALES

Por JUAN LUIS MARÍN. «La muerte del suicida Lorenzo apenas merece unas líneas en la sección local del periódico, en la parte inferior derecha de una página que da más importancia al caso de un hare krishna que regentaba un centro de “actividades espirituales”, detenido por la presunta violación, asesinato (no necesariamente en ese orden) y posterior descuartizamiento de seis de sus pupilas, casi unas adolescentes que, como él, salían a la calle con la cabeza rapada y vestidas únicamente con una toga color melocotón. Junto  a éste, otro artículo sobre la avalancha humana que se produjo en una conocida discoteca durante la actuación de un famoso DJ pakistaní. Diez personas fallecieron por asfixia y / o aplastamiento. Ocurrió hace ya ocho meses. Pero no hay día que no aparezcan nuevas informaciones sobre el caso. Que si el responsable de que se superara con creces el aforo es éste… O éste otro. Que si había menores en el interior. Que si se consumieron drogas que eran suministradas por algunos empleados del local…

Menuda novedad.

Como si todos y cada uno de nosotros no hubiera entrado cientos de veces en un garito con más posibilidades de reventar que el camarote de los Hermanos Marx, se hubiera tomado unos pelotis sin que le pidieran el carnet y, al ir al baño para echar un meo, se hubiese topado con todos los retretes cerrados a cal y canto porque dentro se estaban poniendo hasta las trancas de coca. Pero un día sucede una desgracia y todos se llevan las manos a la cabeza. Joder, lo extraño es que no hubiera ocurrido antes. En lugar de lamentarse habría que estar agradecido a la “fuerza superior” (o simple casualidad) que ha mantenido a tantas personas, y durante tantos años, con vida. Pero no, lo convierten en un escándalo, sin darse cuenta (o todo lo contrario) de que tanto bombardeo informativo lo único que consigue es que al leer el titular pienses: “¿Otra vez con esta mierda?”.

Y pases de página.

Condenando definitivamente a Lorenzo al olvido.

Porque el hare krishna todavía dará mucho que hablar.

Y la discoteca también.

Pero, ¿un viejo que se tira desde un séptimo piso porque se ha quedado sin casa? Si por lo menos se hubiera quemado a lo bonzo o acuchillado a su esposa, Milagros, antes de quitarse la vida para evitar que ella acabe en una residencia de ancianos acorde con su pensión, o lo poco que puedan pagar sus hijos, que no llegan a fin de mes ni bajándose los pantalones… Sí, una de esas con un celador de regalo, de los que envenenan a los internos con lejía para evitar que “sufran” innecesariamente…»

 

(Fragmento de ASUNTOS DE NADIE, ¡una novela in progress del menda lerenda!)

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