“Descortesía del Suicida”: entre el (des)orden y la belleza

Por Cristina Consuegra.

“Descortesía del Suicida”

Autor: Carlos Vitale

Editorial: Candaya

Año de Publicación: 2008

114 páginas

En este presente caprichoso e impredecible, el exceso de información parece ser la premisa que condiciona buena parte de las directrices en la creatividad del ser humano. Este exceso vapulea, sin discriminación, al lector, autor, e incluso, a la obra. ¿Qué libro elegir? ¿Cuál autor? ¿A qué lector dirigirme? Todas estas cuestiones habitan en el éter literario, alimentando los miedos y neuras de muchos escritores, y aumentando la confusión en los lectores. Es por esto que cuando encontramos ese libro capaz de entretener, conceder alguna suerte de tarea reflexiva, e incluso, llegar a erigirse como manual de codificación de la historia más reciente, ese hallazgo adquiere un valor tan primordial para el lector, como para la obra y su autor.

Por ello, cuando cayó en mis manos “Descortesía del Suicida” (Candaya, 2008), del escritor argentino Carlos Vitale, sabía que su peso era mayor que el real. Es un libro tan extraño como atractivo, cuya identidad se reparte entre el (des)orden de géneros y temas, y la belleza como refugio clásico. Una obra arriesgada que permite a su autor recuperar fragancias de otros tiempos y otras latitudes.

Entre el (des)orden…

Uno de los principales rasgos de “Descortesía del Suicida” es la promiscuidad literaria. Una promiscuidad que difumina géneros, los translitera, convirtiendo a esta obra en un libro fronterizo, de auténtico mestizaje estilístico. Su autor, como un encantador de serpientes, atrae al lector con agudeza y rapidez, lo aturde y confunde entre microrelatos con vocación de poesía, títulos de tendencia silogística, y ensayo vestido con trajes narrativos. En cuanto a los temas, en “Descortesía del Suicida” hay una voluntad manifiesta por intervenir la ciudad con palabras, representar las escenografías cotidianas con otros alientos de índole más literaria, de tendencia filosófica.

Ese orden que deshace, o ese desorden que articula, es la clave que mantiene la coherencia narrativa en “Descortesía del Suicida”. Su autor, quien comenzara a escribir este libro hace casi quince años, actúa como preciso observador de lo que acontece, manipulándolo, como un artesano paciente, hasta edificar el hecho contemplado con las palabras precisas, de forma que no sabes si lo leído o contado es real, o por el contrario, es una composición ficcionada.

… y la belleza

Además de esa ambigüedad, esa pugna entre el orden y su antónimo, en “Descortesía del Suicida”, encontramos un sincero homenaje literario a la experiencia de estar vivo, a la experiencia de la Belleza. Es a través de ese tratamiento de la vulnerabilidad de las sociedades modernas y los individuos que las componen, donde reside el carácter exhibicionista/voyeur del entramado de (micro)relatos, un entramado basado en la cotidianeidad, en un conjunto de fantasías urbanas (re)escritas por el autor, a golpe de contemplación, ensimismamiento y mucho culto a la belleza.

Es, por tanto, ese collage compuesto por el (des)orden y la belleza, lo que convierte a “Descortesía del Suicida” en una obra indispensable.

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