Fuerza mayor (2014), de Ruben Östlund

 

Por Jaime Fa de Lucas.

fuerza mayorEl otro día estuve en el Puerto de Navacerrada y al observar cómo las ráfagas de aire levantaban polvo de nieve y lo movían de un lado para otro por la ladera de la montaña, me acordé de esta película. Las evocaciones níveas… Fuerza mayor trata de una familia que está de vacaciones esquiando en los Alpes. Todos felices hasta que… Por desgracia, la sinopsis y el tráiler son demasiado reveladores, ya que nos muestran el eje argumental explícitamente. Un humilde servidor fue a verla sin tener ni idea y el impacto fue mayor. Así, sin sufrir castigo por spoiler, la película pivota alrededor de un acontecimiento capital: una avalancha, supuestamente controlada, cae sobre el restaurante en el que la familia está comiendo y el padre, en un alarde de cobardía, huye sin su mujer y sus hijos.

Podríamos resumir la película diciendo que es un paisaje totalmente blanco en el que poco a poco va creciendo la negrura. Los personajes pasan de las sonrisas de familia ejemplar a un cuestionamiento moral y existencial importante, hasta el punto de que los niños se dan cuenta de la gravedad del asunto y lo sufren en sus carnes. Por muy serio que todo esto pueda parecer, el humor está presente a lo largo de todo el metraje. Ruben Östlund juega con el absurdo y la ironía a su antojo, generando una riqueza de contrastes considerable. Por poner un ejemplo, una de las composiciones que acompaña a la película es El verano de Vivaldi, en pleno invierno en los Alpes, una elección musical interesante.

Cabe destacar el proceso de apertura interior de los personajes. En un primer momento parece que la cobardía del padre no ha afectado a la familia, pero poco a poco se va abriendo la cortina y el interior humano empieza a asomar. Los sentimientos van saliendo a flote con mucha sutileza. A los que no vimos el tráiler antes, la situación nos pilla desprevenidos, puesto que el momento de cobardía del padre no se nos muestra con ningún énfasis audiovisual concreto, sucede como una escena más –aquí podríamos entrar a machete a criticar los trailers y las sinopsis que se pasan de incisivas, pues no son otra cosa que elementos comerciales que buscan vender un producto y hacen un flaco favor a la imprevisibilidad de las películas–. Así que el desarrollo del interior de los personajes y sus relaciones está muy logrado.

El miedo, junto con el humor, es el elemento clave de la película. Asistimos al miedo en estado puro, sin efectismos, el del marido que cree que va a morir y en su afán por sobrevivir se olvida de proteger a su familia y sale corriendo. Se pone de manifiesto el choque entre la razón y el instinto y se despiertan algunas cuestiones interesantes. ¿No debería el instinto hacer que el marido fuera a proteger a su familia? ¿Si instintivamente no protege a su familia es porque verdaderamente no los quiere? ¿El instinto está relacionado con el amor o residen en compartimentos distintos? Todo esto se subraya con el título, que nos pregunta si la supervivencia es la Fuerza mayor que está por encima de cualquier cosa, incluso del amor. Por otro lado, Östlund teje una red de significación entre la naturaleza y el ser humano, es decir, establece relaciones entre la avalancha provocada y la reacción provocada en el padre, cuestionando la naturalidad o artificialidad tanto de la reacción instintiva como de los lazos familiares.

fuerza-mayorLa sensación de miedo llega al espectador por canales insospechados. La fotografía, impecable, transmite incertidumbre, despierta cierto temor. Uno de los elementos que refleja esto es la vastedad de la naturaleza frente a la insignificancia humana. Pero sobre todo, el uso de planos fijos en los que la cámara se sitúa en un elemento dinámico como puede ser el telesilla que sube a los personajes. El mantenimiento prolongado del plano fijo, acompañado de ese dinamismo, genera momentos de tensión que levantan determinadas expectativas de que suceda algo negativo. Otro elemento atemorizante son los cañones que suenan durante todo el día y que sirven para provocar avalanchas y que éstas no sorprendan a los esquiadores. Así, gracias a la fotografía, y al tono general de la película, elementos que a priori no deberían causar temor despiertan sensaciones oscuras.

Una escena remarcable, que merece la pena comentar –ojo spoiler–, es cuando el padre, casi al final, rescata a la madre y la lleva en brazos hasta donde están sus hijos, pero más adelante vemos que la madre puede caminar perfectamente. El padre restaura el orden familiar construyendo una imagen de héroe para sus hijos, con la complicidad de la mujer, por supuesto. Si lo que destruyó la estabilidad familiar fue un fenómeno natural provocado –avalancha– que causó una reacción natural –cobardía–, ahora los dos padres generan una imagen para los hijos –estabilidad familiar– que busca esa reacción natural de solidificación de los cimientos familiares. Aquí vemos cómo se cuestiona otra vez esa naturalidad o artificialidad de las causas y los efectos.

Si algo se le puede achacar a la película es la pérdida de intensidad en su tramo final. Es cierto que se mantiene con solidez en casi toda su extensión, pero la última parte carece de la intensidad necesaria. Creo que también peca, en algunas escenas, de querer exagerar demasiado el infantilismo del marido con tal de lograr un efecto humorístico más potente, pero lo único que consigue es que el personaje pierda algo de consistencia. Bueno… y el final me pareció más que cuestionable, partiendo con buen pie, con esa especie de transferencia del miedo del marido a la mujer, pero con una escena final que resulta algo ambigua y sin fuerza. Aunque quizás se trate de mis deficiencias interpretativas.

Fuerza mayor es una buena película, bastante atrevida, que se concentra en un acontecimiento y lo intenta explotar al máximo. Ruben Östlund, haciendo uso de ciertos contrastes y jugando con el absurdo y la ironía, plantea cuestiones sobre el miedo, la supervivencia, el instinto, la razón, el amor… El ser humano es un ser frágil, vulnerable, una carcasa de carne y hueso que en cualquier momento puede ser borrada del mapa. Por otro lado, nuestro interior es un conglomerado de pensamientos y emociones que rara vez encajan con nuestro lado más débil. La verdad es que ninguno de nosotros sabe cómo actuaría en una situación así. Sólo podemos esperar que el instinto se porte bien con nosotros.

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