Klass

Por David G. Panadero

 

En su breve ensayo El emperador de todas las cosas, Norman Spinrad señalaba la fantasía compensatoria que muchos adolescentes encuentran en la ficción. Durante décadas, millones de jóvenes lectores han disfrutado, desde la soledad de sus habitaciones, leyendo historias de superhéroes que combaten el mal, ataviados con trajes luminosos.

 

Pero esas fantasías adolescentes tenían forzosamente que oscurecerse y volverse más concretas, menos imaginativas, sobre todo si tenemos en cuenta de qué manera se ha recrudecido la violencia en las aulas, y cómo nos vamos acostumbrando a noticias truculentas, que nos hablan de tiroteos y venganzas sangrientas entre los estudiantes.

 

Estando como está el panorama, no han parado de surgir en los últimos años títulos que abordaran estas cuestiones. Bowling for Columbine o Elephant serían algunas de las cintas más aplaudidas. Aún encontrando aciertos en ellas, no dejo de ver un notable carácter demagógico cuando no, simple y llano oportunismo.

 

La película estona Klass (2007), dirigida por Ilmar Raag, podría ser más de lo mismo; sin embargo consigue distinguirse del resto por un aire frío y distante –muy propio, por otro lado, del cine del este–, y por buscar, antes que una moral didáctica que tranquilice al espectador, un retrato de personajes y situaciones inteligente y para nada simplificador. Tal ha sido la repercusión de la película, que representó a su país en la ceremonia de los Oscar.

 

La película comienza con la broma pesada al pardillo de turno en los vestuarios, después del partido de baloncesto. Entre todos, desnudan al blanco de sus bromas, y lo meten en el vestuario femenino. Como si de una versión actualizada de Carrie se tratase, ese bautismo de fuego servirá para encender un conflicto que no hace sino alimentarse más y crecer a cada minuto. Por rivalidad con el “líder” de la clase, su mejor amigo decide ponerse del lado del “pardillo”, con resultados catastróficos: la pretendida ayuda contribuye a recrudecer el problema, y hace que la atención sobre éste se centre con más insistencia y ensañamiento…

 

Klass no depara grandes sorpresas, pero tampoco lo pretende. Es más: se trata de unos de esos títulos cuyo final casi vemos venir desde los primeros minutos. Pero en lugar de ser un defecto, esa baza es jugada para añadir un toque de fatalidad, una cuenta atrás que no hay forma de detener. La sencillez y el esquematismo de la cinta, en todos sus aspectos, acaba siendo uno de los puntos fuertes.

 

Si bien muchos considerarán, y con razón, que estamos ante una obra extrema y sensacionalista, hemos de convenir que, aunque pudiera parecer lo contrario, Klass no ensalza los comportamientos violentos, y acaba mostrando, tal y como mostraba Fritz Lang en sus mejores clásicos, que la venganza, más que liberar, envilece.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *