‘La luna en el sauce’, de Ricardo Reina Martel

JESÚS CÁRDENAS.

Hay novelas en las que la investigación histórica y el posterior aderezo de la trama originan en el lector un efecto de pasión, como el que a buen seguro debió haber llevado el autor al escribir muchas de estas páginas. Pero no hay obra literaria sin el freno a tan hondo sentimiento, ese dejarse llevar por los personajes y sus sentimientos deben ser aplacados por la contención del lenguaje. En La luna en el sauce (Aliar 2015 Ediciones) es lo que consigue el creador multidisciplinar, Ricardo Reina Martel, autor de una serie de dos volúmenes de intriga Cartas a Thyrsá, “La isla” (2018) y “Las granjas Paradiso” (2021), ambos disponibles tanto en papel como en formato digital (ebook).

En este caso cambia de género el autor coriano. Su novela ha virado desde lo terrorífico e incomprensible a lo histórico y pasional. Aunque este cambio de piel no ha conllevado que su capacidad de mantener la intriga se pierda un ápice; antes al contrario, el elemento intrigante figura en la mezcla de realidad y ficción contenida en la creación de los personajes.

Basada en hechos reales, La luna en el sauce sitúa los hechos en 1905 cuando Manuela, a sus dieciocho años, nos conducirá en una travesía que nos hará participes de los sucesos más relevantes ocurridos en nuestro país. Todo comienza en Lebrija, en el convento de la Purísima Concepción. Manuela tiene 18 años, vive con su padre y está a punto de ser ordenada monja; de ahí partirá nuestra protagonista intentando alcanzar Zafra –un viaje desde Andalucía a Extremadura que debía convertirse en una auténtica hazaña por aquellos caminos de inicios en la primera década del siglo XX–. Anteriormente coincidirá con Simone Martel, modelo parisina en Montmartre, durante la celebración de la feria de Sevilla de 1906 y con la que mantendrá una relación epistolar durante casi la totalidad de la novela; ensamblando dos mundos tan dispares. En Monesterio conocerá a Ricardo, el cartero y excombatiente de Filipinas. A partir del prematuro fallecimiento de este, dará comienzo una encarnizada lucha por sobrevivir y descifrar el misterio de un diario donde prevalece la figura de José Rizal. como clave del enigma. Todo ello le lleva a huir hasta los míseros arrabales de Sevilla, asentándose en el conocido Moscú sevillano, donde sus hijos se dividirán en una guerra salvaje e inhumana.  En la madurez de su vida regresará al convento, donde inesperadamente el secreto del diario tomará sentido.

La trama se presta a la perfección a una adaptación cinematográfica, pues incluye una protagonista, Manuela, que coincide con el típico personaje heroico que lucha ante toda adversidad posible. Junto a un carrusel de personajes secundarios bien definidos, un sinfín de misterios, medias verdades y un desenlace inesperado.

Uno de los aciertos de la trama de La luna en el sauce es que explica con soltura las diferencias entre dos mundos antagónicos: la vida rural, casi medieval y la apasionante vida en ciudades como Sevilla y París con las consabidas guerras de por medio.

Sin ser un thriller ni una novela de terror, la intriga y los fantasmas sobrevuelan toda la novela estableciendo un marco sobrenatural que consigue trasladar al lector a una realidad incuestionable y con una veracidad sorprendente. Si en el texto se dice que llovía en un determinado día, esto realmente sucedió. El tiempo y desarrollo encajan a la perfección para que el lector pueda vivirlo en primera persona, tal como si sucediese en nuestros días. Los elementos de intriga son evidentes.

Y sin ser tampoco una novela de amor, el sentimiento amoroso marca el recorrido de la historia: dos hombres en la vida de Manuela; Ricardo, el cartero de Monesterio, e Ignacio Sánchez Mejías, el mítico torero. Literatura romántica dada al realismo mágico.

El narrador de La luna en el sauce va más allá de los hechos, como si fuera alguien cercano que nos susurra una historia; tiene es poder esta novela de un hecho dominante: el poder de lo escrito. Es lo que transforma la vida de los personajes, como si sumásemos al personaje identidades, como diría Roland Barthes, no conlleva ningún secreto sino la misma infinitud de sus envolturas.

El lector conocerá a personajes claves en el siglo XX como; Ignacio Sánchez Mejías, Picasso. Amadeo Modigliani, Max Jacob, Blas Infante, Marcelle Auclair, Sor Ángela de la Cruz, los hermanos Joaquín y Álvarez Quintero, Federico García Lorca y muchos más… En una interrelación mágica y sorprendente.

La novela, escrita en primera persona, relata el día a día de la protagonista a partir de los dieciocho años, intercalándose recuerdos que le llegan desde los últimos días de su vida. Ello dota a la historia de agilidad y dinamismo que mantienen en perpetua vigilia al lector. Ya desde el primer capítulo al colocar una receta, lo que nos recuerda la integración de recetas en las intrigas familiares, realizada por Laura Esquivel en Como agua para chocolate.

A pesar de su extensión, la novela se lee rápido y con interés. Y, una vez terminada, despierta en el lector una sensación de orfandad por haber llegado al final y no poder seguir con su lectura. Sus personajes llegan a nosotros, pasando a formar parte de nuestro imaginario literario.

Reina Martel arma acertadamente La luna en el sauce, una novela bien escrita y que explica los hechos acaecidos en este país desde 1905-1968, con un realismo que sobrecoge y a través de unos personajes de marcada personalidad y cuyas características nos llevaran al tiempo que se describe. Novela de aventuras, con tintes mágicos y supersticiosos que nos lleva a las añejas relaciones familiares y las consecuencias, a veces funestas, que pueden llegar a tener. Esta es la historia de Manuela y, en parte, la de nuestras madres y abuelas. Por último, elabora una reflexión sobre la línea temporal: lo que perdimos y los principios que nos sostienen.

Todo ello convierte a La luna en el sauce en una experiencia que hará las delicias del lector, una historia extraordinaria que necesita comunicarse, y unos personajes de los que siente hermandad y ternura.

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