La vida es sueño

Por Octavio Beares

Blutch pasa por ser uno de los grandes renovadores del cómic francófono de los noventa y lo que va de nuevo siglo. Con obras como “Peplum” o la magnífica “La Voluptuosidad” ha representado esa nueva vía que los historiadores asocian al término Nouvelle Bd (o “nuevo cómic”) que floreció en Francia al abrigo de ‘Les Humanoides’ y otras propuestas editoriales rupturistas. En los ochenta el cómic galo suponía ese típico álbum de cuarenta y ocho páginas, a todo color, con historias para adultos enmarcadas en los géneros más canónicos. Historias del oeste, de espionaje, relatos históricos, aventuras exóticas… narraciones bien construidas e ilustradas con detenido mimo por dibujantes virtuosos.
Pero Blutch (y otros de su generación) impusieron un nuevo modo de hacer las cosas. Su dibujo es claramente virtuoso, pero sacrifica el detallismo y apuesta por la frescura del trazo enérgico. Parece que más que dibujar, Blutch pergeña a toda velocidad, y con un talento prodigioso el apunte se demuestra vigoroso, eficaz. Y por otro lado, las obras de Blutch trascienden los marcos estancos para adentrarse en miradas muy personales, historias que revisan la literatura clásica o inmersiones en su propio subconsciente a la manera de un David Lynch.
Editorial La Cúpula edita ahora uno de sus trabajos más reconocidos, ‘Velocidad moderna’, de 2002, por fin en castellano. Puede que la reducción de tamaño respecto a lo que en su edición francesa era suponga una merma de vistosidad en su dibujo, pero este es, evidentemente, exquisito, expresivo y dotado de una viveza que está en manos de muy pocos autores. Y pese a lo atractivo de este grafismo fresco y expresivo, tengo que advertirles que ‘Velocidad moderna’ no es una obra que se lo ponga fácil al lector. Más bien al contrario, se las pone difíciles. Estamos en el mundo del sueño, de lo onírico, del subconsciente. Un relato sin pies ni cabeza de personajes turbadores y situaciones inverosímiles de regusto malsano y significados opacos. Por tanto, quien quiera disfrutar de este libro, debe aceptar la sinrazón que lo hace avanzar, el estado continuo de duermevela, el embrujo del subconsciente. De lo contrario, la frialdad y falta total de empatía, nos puede superar.
Incido y añado para ir terminando: obra tan excelente y sugerente como hermética e infranqueable; un verdadero sueño, ‘Lynchiano’, ilógico salvo bajo numerosas capas, donde intentaremos encontrar significados más o menos sólidos. Fascinante Blutch.

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