Maelström: el remolino

 

Por Jaime Fa de Lucas.

maelstromEstrenamos esta sección de Lo exótico y lo invisible con la película canadiense Maelström (2000), dirigida por Denis Villeneuve. Muchos conocerán al director por películas como Incendies (2010), Prisioneros (2013) o Enemy (2013). Este director –uno de mis favoritos– se caracteriza, entre otras cosas, por su capacidad de generar una atmósfera opresiva, claustrofóbica, a veces lúgubre. Uno de los grandes maestros de la atmósfera es David Lynch. A diferencia de él, que principalmente utiliza ruido de fondo, luces, sombras y personajes extraños, Villeneuve se apoya más en la claridad, hay mayor disonancia visual –la extrañeza puede llegar con tonos blancos asépticos o con amarillos cálidos–, no es una atmósfera tan arquetípica como la de Lynch, ni los personajes tienen nada que los aleje de lo habitual. Toda esta digresión atmosférica era para decir que los amantes de Lynch posiblemente aprecien esta película puesto que la atmósfera está muy lograda.

La película trata de una mujer que atropella a un hombre y a partir de ahí su vida empieza a tambalearse. No parece nada del otro mundo, pero Villeneuve consigue darle complejidad a lo sencillo. Da toda una lección, muestra lo fácil que es hacer cine de calidad: guión potente, sensibilidad para colocar las cámaras y riqueza de ideas. Destacar que hay un esqueleto simbólico importante basado en el agua, el pez, el remolino, las relaciones entre padres e hijos… Es un claro ejemplo de historia personal, humana, que trasciende lo particular a través de una simbología muy bien enlazada con el contenido y acompañada de unos detalles estilísticos brillantes.

Algunos pueden desconfiar de esta película argumentando, no sin prejuicios, que es su segundo film y que todavía no tendría la experiencia suficiente. Obviamente, se equivocan, de hecho Maelström muestra unos recursos y un desarrollo mucho más liberados que sus filmaciones posteriores, se aprecia un creador que todavía no tiene que rendirle cuentas a nadie y por ello su gesto es menos controlado, más caótico pero más rico. Es esa liberación creativa la que permite ciertos recursos que un director más consagrado no se permitiría. Creo que esta película, a pesar de sus extravagancias –sin excesos–, es de fácil digestión y cualquier espectador poco avezado en lo raruno puede disfrutarla sin ningún problema. Buen provecho.

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