Maria de Medeiros “Esconderse detrás de las leyes y las órdenes es el gran argumento de todos los torturadores”

 

Por José Ramón Otero Roko.

Fotografías: José Ramón Otero Roko.

 

Maria de Medeiros presentó en el Festival Indie Lisboa, antes del verano, su película más reciente, Viaje a Portugal (2011). Una historia sobre una inmigrante ucraniana, médico, que conoció a su marido, senegalés, en la Facultad de Medicina de Kiev, y que viaja hasta Portugal para reunirse con él. Basada en hechos reales, el metraje relata la odisea de esta inmigrante en la zona de tránsito del aeropuerto lisboeta y el abuso por parte de los funcionarios que utilizan todos los resortes del poder para impedir su entrada. La película, con un presupuesto estético a contracorriente, rodada en digital y con una textura fotográfica, muy interesante, espera ser distribuida y llegar a los espectadores de toda la península en los próximos meses.

 
 

¿Qué motiva a una actriz de tu prestigio internacional a lanzarse a hacer una película declaradamente política sobre la inmigración?

He hecho más cine político. Para mí fue un objetivo de vida hacer Capitanes de Abril (2000), un film sobre la Revolución de los Claveles, que dirigí, escribí e interpreté y que me llevó más de diez años conseguir hacerla. Llevo toda la vida pensando la historia de Portugal y teniendo una visión política del mundo. Sérgio Tréfaut, el director de Viaje a Portugal (2011), es amigo de la infancia y los dos somos hijos de personas muy comprometidas. Los dos estamos en esa línea de pensar la sociedad, pensar los movimientos sociales y desear un mundo más justo. Sergio hizo en 2006 una película muy bella llamada Lisboetas (2006) que es una documental sobre la inmigración a Portugal. Portugal fue un país de emigración durante décadas y ahora es un país que recibe gente, de países de lengua portuguesa pero también del este de Europa. Y él, en “Lisboetas”, retrata a toda esta gente y lo que aportan a esta tierra. Es a partir de esa película que descubrió la historia que se cuenta en “Viaje a Portugal”, una historia absolutamente real, de mucha violencia del estado en “el país de las blandas costumbres, de las suaves maneras”

 

En España tenemos también mucho de esto. Me ha llamado la atención que el dossier de Viaje a Portugal (2011) incluya unas tablas con datos de todos los “no admitidos” en los principales aeropuertos de la UE y que eso mismo se declare conceptualmente en la imagen.

Es una situación que repite todos los días en todos los países de Europa. Que es la del poder desmesurado, de la policía y de los funcionarios del aeropuerto. Y Sérgio Tréfaut transforma todo esto en una película muy densa, con una elección estética muy radical para convertirla en una historia universal.

 

 

La impresión de tu personaje está construida con ambigüedad en la primera parte de la película para que el espectador perciba que se trata de un atropello sea, o no, cierto el prejuicio de los funcionarios.

La óptica creemos que va a ser esa, vencer los prejuicios, no solamente suavizar un poco porque hay excepciones. Los inmigrantes lo que encuentran es un prejuicio sobre ellos, al llegar al aeropuerto y meterlos en una sala los funcionarios ya han decidido quiénes son y qué van a hacer con sus vidas. Más allá de eso es evidente que este “terror securitario” que se nos inculca por todas partes, junto al terror económico que también se nos mete en la cabeza, va provocando que la gente olvide más y más el ser humano, que es lo importante. Aceptamos desnudarnos en los controles de aeropuerto, van resignando a nuestra intimidad a que sea invadida. Y la película lo que defiende es respeto por el ser humano y combate al prejuicio que es el origen de todas las exclusiones.

 

¿Las leyes, en general, las dictan los ideales y las ejecutan los prejuicios o vivimos un tiempo en que las leyes las dictan directamente los prejuicios y los intereses inconfesables?

Los ideales no sé por dónde andan en las leyes, quizás alguna vez alguna ley las dictaron los ideales. Pero rápidamente se convirtieron en prejuicios. Hay una dinámica que es muy delicada y hay que estar atento sobre todo a los valores.

 

Esta policía que retrata la película es la policía que quiere un sector de la sociedad que dice que no hay sitio para más gente.

Sí, es muy escalofriante y esto en el largo se traslada a una atmósfera clínica, llena de frialdad, que es la que existe en la policía. La inspectora (la actriz Isabel Ruth) reclama su humanidad, aunque ella sabe que está abusando, pero cuenta con esa tautología de “las normas son las normas que son las normas” y así hasta el infinito. Y la película apuesta por eso, por enseñar la violencia que hay hasta en donde aparentemente sólo hay un trámite administrativo.

 

La gente que hace este tipo de cosas desde dentro de la maquinaria del estado ¿Lo hacen para “defender” a otros, a su juicio sus “compatriotas”, o lo hacen simplemente porque se sienten, tristemente, mejor?

Si la funcionaria lo hace por defender a “todos esos portugueses que no tienen trabajo” ese es un falso argumento, como ya sabemos. Si es por “la ley” esa es una cuestión que me pregunté mil veces cuando hice Capitanes de Abril (2000) y analicé la dictadura. Es muy fácil esconderse detrás de una ley o decir “he obedecido órdenes”. Es el gran argumento de todos los torturadores. Yo creo en la responsabilidad de cada individuo. Creo que cada individuo tiene una libertad propia de elegir si va a maltratar, o no, a alguien.

 

En el espacio físico donde se ubica la historia, en esa tierra de nadie de los aeropuertos, donde asociaciones de derechos civiles y periodistas tienen prohibido el paso ¿Se percibe que lo que sucede ahí es una desviación del comportamiento general del estado o la esencia misma del estado? Me recuerda mucho a la película Illegal (2010) de Olivier Masset-Depasse que denuncia estos mismos mecanismos de la burocracia.

Hay una directriz a nivel europeo de impedir la entrada a extracomunitarios. Uno de los personajes de la película, una travestí brasileña, acaba siendo expulsada poniéndola una camisa de fuerza. Uno debe preguntarse de esta violencia qué resuelve de los problemas migratorios. No resuelve nada, la autoridad local desarrolla una violencia extrema contra la vida de la persona. La represión, si miramos la historia, no resuelve nada, al contrario, genera una mafia.

 

 

Claro, si pudieran emigrar legalmente las mujeres del este de Europa jamás trabajarían en la prostitución. Entran ahí porque tienen que pagar una mafia que las introduce ilegalmente en país, que soborna funcionarios y que luego las explota valiéndose en que el trato que les daría la ley es incluso peor, las expulsaría.

Exacto y es una de las grandes contradicciones del proyecto de Europa. Yo creo en ese proyecto, que caigan finalmente las fronteras, que exista un espacio común en la diversidad, que se pueda circular libremente. Y cuando ese espacio debería extenderse cada vez más, vemos los ultranacionalismos, vemos los que quieren encerrarse, que no dejan que se establezcan unos equilibrios de forma natural.

 

A nivel europeo el tema de la inmigración parece que ha concitado la unión de lo que queda de intelectuales y librepensadores en Europa. En el caso del cine se está tratando desde muchas perspectivas. El pulso del director también está ahí, en el gesto por ejemplo del personaje senegalés (Makena Diop) que cuando va a ser interrogado toma él la iniciativa y responde preguntando a los policías. ¿Esto que permite ese gesto de dignidad del inmigrante está en la cultura portuguesa o es como en el resto de Europa donde sólo les permiten ser víctimas?

Yo soy muy crítica con Portugal pero si comparo con Francia creo que Portugal tiene relaciones con sus ex-colonias mucho más sanas, menos imperialistas. Hay una hermandad donde se comparte un pasado traumático. La misma Revolución de los Claveles fue hecha por jóvenes militares que venían de la guerra colonial. Varios de ellos cuentan en sus escritos que sentían mucha más afinidad con los guerrilleros que combatían que con los colonos que los tenían por perros de guardia. Y siempre quedó una relación más sana, más dulce, más humana que la que tiene Francia con sus antiguas colonias.

 

¿Y tú crítica hacia Portugal de dónde parte? ¿Esperas una nueva generación que termine instaurando los ideales a los que se aspiraba en la Revolución de los Claveles o el miedo y el FMI impiden que esa generación de un vuelco como se  intenta en las revoluciones de los países árabes?

La gente joven aquí en Portugal se imbuye en una dinámica de desconocimiento de la historia reciente del país. Muchos no saben lo que ha pasado. Y sobre todo esa euforia consumista que hace que la deuda privada sea superior a otros países. Las ideas democráticas, las ideas de justicia colectiva están desplazadas por esa idea consumista. Y esa es la crítica que yo he hecho durante muchos años a Portugal. Ahora la crisis nos está obligando a pensarnos como colectividad y espero que salga una reflexión que lleve a entender que somos una comunidad y no máquinas de consumir.

 

Tu personaje al final cede, pero cede por orgullo, para que no se le siga dando ese trato. ¿Cómo terminó la historia real? ¿Ellos dos pudieron reunirse en Portugal?

Sí, cede por dignidad, porque desprecia a sus torturadores. Ella se volvió a Ucrania y al cabo de unos meses pudo regresar a Portugal por carretera sin ser detenida. Lleva diez años aquí. Nunca se le ha reconocido el título de médico y durante este tiempo ha trabajado en distintas organizaciones como SOS Racismo. Aún lucha por tener la oportunidad de ejercer su profesión en este país.

 
 

José Ramón Otero Roko es poeta y crítico de cine. Recientemente ha publicado el libro La Falta de Lectura en DVD Ediciones.

 
 

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