Prudencia y sabiduría

F. JAVIER CLAVERO CHAMPSAUR

“Con la sabiduría se construye una casa y con la prudencia se afianza”, Salomón.

La prudencia es una virtud que aplica el sabio cuando de decidir y actuar se trata. Normalmente ambas se retroalimentan, es decir, la sabiduría te vuelve prudente y la prudencia te hace un poco más sabio, con cada vivencia. No es que vaya ligado directamente con la edad, sin embargo, si es cierto que las experiencias junto con los conocimientos se acumulan con los años y si uno ha sido capaz de aprender las lecciones y enseñanzas que el universo le ha invitado a solucionar, se descubrirá a sí mismo un poco más sabio de lo que era; luego entonces tomará determinadas decisiones con la prudencia y sabiduría adaptadas al tamaño y consecuencias que de ellas puedan derivarse en el corto, medio o largo plazo.

Y nunca deberían confundirse con la indecisión del necio. Aquí tenemos un pequeño problemilla ya que por lo general éste cree a pies juntillas que es un sabio y confunde la prudencia con la indecisión. Cuando uno aplica la primera —prudencia y sabiduría— estudia los pros y los contras, los valora desde distintos puntos de vista, los objetivos (al menos lo intenta) y los subjetivos. Considera las opciones, evalúa las consecuencias y actúa tomando las decisiones que cree oportunas. Espera lo mejor, pero también se prepara para el peor escenario.

El indeciso, por el contrario, da vueltas y vueltas a lo mismo, normalmente como además es un necio, su necedad le hace ver a todo el mundo como alguien que quiere engañarlo… Que piensa que los demás piensan de él que es un inocente, y para contrarrestar ese pensamiento se pone en el lado de los listillos, de esos que piensan que son más listos que nadie desconfiando de todo y todos. Conclusión, eso los paraliza y como no pueden evitar tener miedo porque en el fondo sí saben que su necedad les tiene donde les tiene: No deciden nada o lo hacen a medias, tarde, mal y generalmente nunca.

Así que en la forma y en el fondo sí hay diferencia entre un sabio prudente y un necio indeciso. Y si nos fuéramos al otro extremo podríamos encontrarnos a quien es valiente y resolutivo versus al ignorante temerario.

Ya podemos hacernos una idea de quien se convertirá en uno y quien en otro. Alguien sabio y prudente con toda probabilidad cuando tome una decisión pondrá toda la carne en el asador se transformará en valiente y resolutivo, tendrá una misión e irá a cumplirla sí o sí con todas las de la ley. Podría ser alguien a quien las circunstancias empujan en un momento dado de su vida a convertirse en, digamos en el sentido teórico, una bestia acorralada que decide ser valiente y resolutivo tomando decisiones en busca de las soluciones que cree justas, necesarias y adecuadas.

Sin embargo el necio e indeciso, probablemente cansado de serlo, en un momento dado se tire a la piscina habiéndose olvidado de ver si tenía agua o no, seguramente tanta indecisión no le permita pensar con sobriedad convirtiéndose en un temerario, lo cual es un peligro para sí mismo y los demás… Pensemos en esos que creen saber mucho —que a buen seguro no suele ser ni tanto ni mucho—  que no deciden, esperan que los demás propongan para rebatir con ambigüedades, negar con contradicciones e ir precipitándose poco a poco a un pozo sin fondo al que arrastran a los demás, eso sí de forma temeraria.

Que nadie te venda la indecisión como prudencia ni la temeridad como valentía. La necedad nunca será sabiduría.

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