Small Axe

Por Gerardo Gonzalo.

 

 

 

 

 

 

Ese magnífico director que es Steve McQueen (no confundir con la estrella de cine de los 70) nos presenta una miniserie de cinco capítulos independientes, casi películas, que tienen el nexo común del retrato de la comunidad negra en el Londres de los 60 a los 80. Es un proyecto ambicioso, apetecible y atractivo de Amazon que acaba de estrenar Movistar y que en manos de este director, para mi pasa a convertirse automáticamente en la serie más esperada de la temporada.

Aunque tan solo ha realizado 4 largometrajes, McQueen es uno de los grandes del cine contemporáneo. A su debut en la estremecedora “Hunger” (2008), con la que en cierta forma engarza con esta serie, le siguió esa obra maestra que es «Shame» (2011) para mí una de las grandes películas (quizás la que más) de lo que va de siglo. Tras esta, ese robusto film que es «12 años de esclavitud» (2013) que supuso su reconocimiento a nivel global y cuya temática retoma, desde otra perspectiva, en esta serie. Para terminar, una nadería a la que fue capaz de inocular su sello personal en algunas secuencias y dotar de cierto estilo, «Viudas» (2018). Todas estas películas conforman una filmografía interesante, especial, llena de fuerza y de momentos y situaciones con una óptica propia. Historias universales que se escriben en la piel y se esculpen en el alma de los personajes que las sufren.

 

EL MANGROVE

El primer capítulo, o película, recrea la atmósfera social de la comunidad caribeña en el barrio londinense de Notting Hill, la presión racista a la que les somete la policía metropolitana y el posterior juicio contra una serie de activistas que protestaron por esta situación.

He oído alguna comparación de este episodio con la película de Aaron Sorkin «Los 7 de Chicago». Pero la cuestión es evidente y se zanja rápido, lo que en la cinta norteamericana es artificio, clichés, grandilocuencia y exageración (aunque eso sí, bien envuelta y con unos diálogos brillantes, propios de Sorkin) en «El Mangrove» es emoción, tensión y mucha, mucha verdad.

Estamos ante una película vibrante, que a pesar de que esconde una temática racial con juicio final, formula algo condicional, McQueen la desarrolla como siempre en su cine, a través de rutas nada obvias y poco exploradas, alejándose de lo evidente y proyectando una historia íntima, sobre un sufrimiento universal pero rebosante de vida.

La película es un fresco social de un barrio de Londres, Notting Hill, en una época determinada, y en un contexto social y racial muy concreto. Acierta en la descripción y su aire costumbrista, pero sin renunciar a entretener y a señalar el conflicto desde un inicio.

En su parte final, el film se convierte en la historia de un juicio, llevada con brío, fuerza y contundencia, llena de grandes momentos y con un nivel de tensión muy elevado. Rotunda y honda a la vez, sabe meternos en el contexto y hacernos sentir la emoción del momento a través de unos personajes interpretados formidablemente.

 

LOVERS ROCK

La segunda película, podría parecer un alto en el camino tras la tensión violencia y lucha racial generada en «El Mangrove». Aquí no hay más argumento que un grupo de jóvenes que se junta a principios de los ochenta en una casa donde hay una fiesta en la que se pincha una música blues alucinante. Se podría decir que no pasa nada, que no hay una historia propiamente dicha, pero no es así. En «Lovers Rock» pasa realmente todo, trasladándonos a una época de la vida donde la música, la fiesta, las expectativas de conocer a alguien, los amigos, etc. se entremezclan en unas imágenes inmersivas donde retumba la música y chicos y chicas se transforman en reyes de la noche, fugitivos de su realidad matutina, acechando a otros, disfrutando de una música que les hace libres, observando y esperando ser observados.

No se traza un relato, se muestra una situación universal, rodada como solo sabe hacerlo Steve McQueen, con una óptica tan veraz que nos atraviesa. Un caleidoscopio de momentos, una ensoñación en la que nos envuelve una música omnipresente que con su ritmo dicta patrones, conductas, miradas y acercamientos.

Nunca la noche, la música y los jóvenes tuvieron un tratamiento tan real y poético a la vez, con toda esa sucesión de personajes por los que deambulan los espacios juveniles nocturnos. Los previos a la fiesta, la expectativa de conocer a alguien, ponerse guapo, esquivar a los padres, la ilusión de entrar en un local, mirar y situarte ante lo que escuchas, ves y oyes, el baile, la música, la amiga que te acompaña, el cuarto de baño, el tipo apuesto del que no te fías, el chico normal que acaba gustándote, el tipo desacertado del que huyes, el final, la luz del día, la vuelta a la realidad.

Todo esto es «Lovers Rock», la libertad que conlleva la mezcla de juventud, música y sentir en ese justo momento que el futuro es tuyo y que eres capaz de cualquier cosa. Un estado de ánimo donde la música no para, y cuando momentáneamente lo hace, todos elevan sus voces continuándola en un trance donde el baile no se interrumpe, la vida emerge, la libertad aflora y todos son uno, cantando ajenos al mundo la maravillosa «Silly games» de Janet Kay, atados a sus ilusiones de futuro. Todo esto es «Lovers Rock». No se puede contar, ni siquiera ver, hay que sentirla y dejarse llevar al ritmo de la música, al ritmo del alucinado dj.

 

RED, WHITE AND BLUE

La tercera película, «Rojo, blanco y azul» nos cuenta la historia de un personaje real, Leroy Logan, un joven científico forense de color, que decide convertirse en policía con el afán de cambiar las actitudes racistas de sus integrantes desde dentro.

Una historia llena de fuerza, profundidad y no exenta de tensión cinematográfica, porque si bien el director está más cerca de la búsqueda de la emoción, la introspección y de los enfoques poco convencionales, no olvida el entretenimiento en una historia como esta, que se despliega como una tela de araña sobre el protagonista (por cierto, excelente John Boyega) al que rodea una violencia a veces invisible, pero que sentimos muy real.

McQueen vuelve a primar las rutas secundarias y la intimidad, sobre el artificio, para conformar un retrato universal y vigoroso de alguien enfrentado al sistema, pero también en parte, enfrentado a los suyos. Una historia, que premeditadamente abre más incógnitas de las que resuelve y deja al espectador entre las mazmorras del castillo kafkiano donde queda el protagonista y en el que también en parte, nosotros seguimos anclados como sociedad.

 

ALEX WHEATLE

Episodio basado en la vida del novelista Alex Wheatle durante su periodo adolescencia e inicio de la vida adulta y que usa como eje argumental su entrada en prisión tras los disturbios de Brixton en 1981.

Voy a ser claro, esta película es toda una decepción y ocupa sin lugar a dudas el escalón más bajo no solo de «Small Axe», sino de toda la carrera de Steve McQueen.

Siendo reconocible con el espíritu y temática de la serie, este episodio, a diferencia del resto, resulta fallido. Me ha dado por elucubrar sobre las causas de este patinazo y he pensado que quizás en las semanas en que el director realizó esta película, pudo tener algún problema gastrointestinal (similar al que padece uno de los personajes) que le impidiera estar en plenas facultades y moverse en el nivel de excelencia al que nos tiene acostumbrados. Pero estas teorías no me permiten excusar al director, ya que tengo la impresión de que el problema aquí es previo y de imposible resolución, el asunto es de planificación, de concepto de lo que se quiere contar.

Hasta ahora McQueen nos había ofrecido momentos vigorosos en la vida de personas como los de «El Mangrove» o como Leroy Logan en «Rojo, blanco y azul» y también por otro lado, la magia de lo concreto y lo cotidiano como en «Lovers Rock». Pero aquí nos quedamos a medio camino de todo esto, ya que coge un momento puntual de un personaje que apenas se nos explica quién es y del que apenas atisbamos un pasado infantil que presumimos durísimo. Tampoco quedan bien explicadas sus motivaciones, su evolución se ve a trompicones poco sutiles y algunos momentos quedan demasiado impostados. Más que una película parece un esbozo, una declaración de intenciones a medio hacer, un borrador incompleto lleno de lagunas.

Si a esto añadimos que su protagonista Sheyi Cole resulta algo frío y distante en una interpretación en la que transmite poco, parece complicado que este cocktail pueda salir bien. Está todo deshilvanado y aunque estás esperando un fogonazo que cambie el rumbo de la historia, todo acaba concretado en un relato mínimo, insustancial y carente de tensión y poderío que solo empaca con el resto de la serie por su tema y contexto, pero que no se acerca a la fuerza y vigor del conjunto.

 

EDUCATION

No resulta extraño que este retrato del Londres de los 60 y 70, donde la injusticia, el racismo y la desigualdad se enfrentan con la vida, la lucha y la búsqueda de la libertad, se cierre con un capítulo que trate el tema de la educación. Ese motor imparable y el vehículo más potente hacia la igualdad de oportunidades y la desaparición de las barreras entre las personas.

Aquí, se nos muestra a través de una historia mínima y contenida, con el relato naturalista y alejado de estridencias, de un chico de 12 años que se ve apartado de su colegio para ir a uno de educación especial.

El ambiente familiar, los compañeros de clase, la hermana, la madre, el componente racial paralelo, la vida interior de un niño y la discriminación en la educación como metáfora y raíz de la segregación racial y elemento de potenciación de la desigualdad. Una historia muy sentida, protagonizada por un joven actor Kenya Sandy que nos transmite espléndidamente toda la fragilidad y sensibilidad de su personaje

Este episodio es una perfecta mezcla de historia personal y ambición general. Un relato que te deja con ganas de más y que en su parte final alcanza unas cotas de emoción que te traspasan. Un espléndido epílogo sobre esa semilla del futuro que es la educación y la mirada de un niño que observa su futuro mirando a las estrellas.

 

«Small Axe» constituye un fresco espléndido de una época concreta que nos muestra a unas personas llenas de honor y de amor, con el sentimiento común de la búsqueda de la felicidad en esa tierra prometida que es Londres, tan hostil unas veces, tan mágica otras. Un relato universal que sale de lo más íntimo de cada uno de las personajes y que proyectan en nosotros sus miedos y sus sueños, su desesperación y su lucha, su tristeza y su alegría, siempre acompañados de una música que ya no se irá de nuestros oídos y que en «Lover´s Rock» se convierte en emoción y catarsis gracias a la voz de Janet Kay y su «Silly Games»… Cerrad los ojos mientras la escucháis y dejaos llevar.

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