Tánger, una bonita cárcel

Por Sara Roma

El pan a secas, Mohamed Chukri, Barcelona, Cabaret Voltaire, 2012, 272 pp., 19,95 €, traducción de Rajae Boumediane El Metni.

chukri

Si viviera, iría a visitarlo. Tomaría el primer ferry que saliera de Algeciras a Tánger y lo buscaría en el Café de París, en el café Hafa o en alguno de los locales del Boulevard Pasteur. Lamentablemente este encuentro solo es posible en la imaginación porque hace casi una década que falleció. Quienes lo conocieron aseguran que además de gran escritor era un ser maravilloso.

Mohamed Chukri tenía 63 años cuando murió el 17 de noviembre de 2003. Su vida, por fortuna, no acabó a manos de ningún integrista islámico; un cáncer se encargó de cobrarse tantos excesos. Seguro que este final no le pilló por sorpresa a él que tanto había sufrido y vivido. Tanto su infancia como su juventud estuvieron marcadas por la miseria y la violencia de un padre maltratador que llegó a asesinar a su hermano mayor; un trágico acontecimiento que dejó una huella indeleble. Por eso, a pesar del hambre, a pesar de no tener ni pan a secas, decide abandonar su familia para sobrevivir por sí mismo.

Empieza entonces un periplo existencial entre el hedor, la podredumbre y la miseria. Pronto aprende que incluso en la pobreza hay clases sociales. «Prefiero las pobrezas de la ciudad […]. Lo que tiran los cristianos suele ser mucho mejor que lo que tiran los musulmanes». En sus primeros trabajos es explotado; de ahí al hurto, a la pillería, a la prostitución y al tráfico de drogas solo hubo un paso.

La vida me enseñó a esperar, a asimilar el juego del tiempo sin renunciar a mi cosecha. Di tu última palabra antes de morir, y llegará a conocerse sin duda. No importa su destino final. Lo más importante es que tenga esa capacidad de encender la mecha de una pasión, un dolor o una fantasía reprimida…encender un enorme fuego en tierra baldía.

el-pan-secas-mohamed-chukriSupongo que el caso de Mohamed Chukri no es excepcional, pero es admirable conocer la capacidad de adaptación y superación del ser humano. Fue analfabeto hasta los veinte años. Gracias a la carta de recomendación de un amigo, marchó a Larache a estudiar llegando a cursar estudios universitarios. Se convirtió en hispanista y traductor. Forjó amistad con las mejores letras internacionales: Paul Bowles, Tennessee Williams, Jean Genet, Juan Goytisolo, etc. Aquellos encuentros fueron el germen de libros como Jean Genet, continuación y fin (1996) y Paul Bowles, el recluso de Tánger (Cabaret Voltaire, 2012).

Sin embargo, los episodios de su infancia y juventud los contó en El pan desnudo, uno de los libros más importantes de la literatura árabe contemporánea editado por Cabaret Voltaire bajo el título El pan a secas. Este libro, cuya portada y título no invitan a la lectura, ha sido traducido a cuarenta lenguas y es todo un ejemplo de literatura descarnada y directa porque en él se narran escenas brutales con un estilo sencillo carente de ostentación y artificios retóricos. Mohamed Chukri relata con crudeza y precisión escenas de prostitución infantil y de homosexualidad o sus  experiencias con las drogas y el alcohol.

A pesar de haber sido censurado durante varias décadas, Chukri es el más grande de los escritores marroquíes. El periodista Javier Valenzuela, que lo conoció, sostiene que es «un autor de la estirpe de los malditos, con una obra corta, intensa, repleta de amor a la humanidad y odio a las injusticias».

Como quien sueña con los ojos abiertos, el hispanista marroquí revive en El pan a secas los episodios que vivió en Tánger, en Tetuán o en Orán, trabajando de  camarero en un bar de mala muerte, como limpiabotas o como puto. Sin embargo, por la noche, aseguraba, «la vida sabe a eternidad».

Esta es la biografía de un hombre que veía la literatura como una liberación, como una forma de explicar sin rodeos su propia vida: una existencia marcada por el hambre, la marginalidad, la violencia y la soledad. Estas páginas son el viaje interior de Chukri para convertir los harapos de aquellos días en una túnica fascinante y cautivadora para el lector occidental.

El pan a secas. Sencillamente magnífico. Encarecidamente recomendable.

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