Un abeto sin espumillón

Por Áurea Moltó.

 

¿Botánica, jardinería, plantas, paisajismo, horticultura? Nada de esto y todo a la vez. En verde es una sección sobre el mundo vegetal. Para quienes pasean mirando hacia la copa de los árboles y para quienes cada temporada ponen pensamientos en el balcón. Si en tus viajes sueles incluir la visita a algún jardín botánico, esta es tu sección. También si buscas floristerías donde no solo tengan claveles, margaritas y gladiolos o si te has metido a hortelano con unos amigos en un pequeño huerto urbano.

 

En inglés se denomina «green fingers» a esas personas que son capaces de convertir una pequeña azalea hormonada del supermercado en un arbusto exterior que florece año a año. Green finger es el amigo a quien confías el cuidado de un helecho raquítico durante las vacaciones y te devuelve un ejemplar jurásico, verde radiante.

 

Mi abuela ha sido una green finger, aunque ella solo dice que tiene «mano con las plantas». Mano desde luego sí que tiene: no puede evitar meterse en el bolsillo un esqueje de allí, una ramita de allá, ya sea del patio de una amiga, de un jardín público o un parque natural. Lo que pilla, lo planta en su patio. Da igual que sea en un cubo de plástico, una lata de guisantes o una bañera descascarillada. Todo agarra con fuerza bajo su mano: un aburrido poto, un delicado rosal, una orquídea voluptuosa o un manojo de perejil.

 

Yo no me atrevo a recolectar especies de esa manera, pero he heredado su buena mano. Sobre todo tengo una atracción espontánea por el mundo vegetal: desde los colores de un musgo, hasta una mata de tomates. Viajo siempre con atención a los árboles y los huertos, los jardines y los balcones. De todo esto irá En verde.

9 de enero de 2012. ¿Tienes en casa un abeto más o menos reseco después de dos semanas de luces y espumillón? Nada de remordimientos: comprar un abeto natural es la mejor opción. Si tiene el aspecto de haber sufrido una radiación nuclear servirá para hacer compost o abono para plantas. El abeto es material biodegradable y muchos ayuntamientos se ocupan de su recogida y reciclado después de las navidades. Si ha sobrevivido, puedes plantarlo en tu jardín o en el de un amigo. Recuerda: no lo plantes en el monte. Cada ecosistema tiene sus especies y no se deben introducir árboles que con mucha probabilidad no serán autóctonos.

 

Las organizaciones ecologistas coinciden en que comprar un abeto artificial es la decisión «menos verde». Claro que también es la decisión más económica y duradera. Un árbol de navidad sintético permanecerá inalterable durante siglos porque están fabricados con materiales plásticos derivados del petróleo. Por eso mismo son muy contaminantes tanto en su producción como en los residuos que generan.

 

Los abetos de navidad naturales proceden de viveros y se cultivan cíclicamente con ese fin: soportar bolas de cristal y todo tipo de abalorios. Pese a su destino folclórico, más o menos triste, su producción ha beneficiado al medio ambiente. No solo sus raíces enriquecen el suelo en el que han crecido sino que durante sus años de vida han absorbido CO2.

 

Ir a comprarlos a sitios como la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid puede ser también una lección de botánica. Los estudiantes explican las características de las distintas variedades que traen cada año, de dónde proceden y cómo deben mantenerse. Porque además la naturaleza es muchas veces capaz de sobrevivir a algo tan antinatural como la Navidad.

 

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