Wendy Guerra, Hunter S. Thompson, Edmund de Waal, María Ferreira

Entre los nombres que últimamente han publicado libros a los que prestar atención, con vinculación tanto real como de ficción, de autoficción o histórica con el viaje, cabe destacar estos cuatro autores y sus respectivos títulos. Volveremos a hablar de ellos, porque lo merecen:

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Domingo de Revolución

Wendy Guerra

Anagrama

224 páginas

Utilizando un alter ego, Wendy Guerra indaga en la relación que tiene con su propio país. Y con esa parte de su propio país que no es la isla de Cuba, sino que se encuentra fuera de ella: con el exilio. Siempre presentando la situación como si no le quedara más remedio que refugiarse en obsesiones para conocer su identidad, perdida, como consecuencia de ello en cualquier ambiente, Wendy Guerra se cuestiona qué significa ser cubano para hablarnos, finalmente, de que no hay otra identidad que no sea la del individuo. En la trama alguien le descubre que ella no es quien cree, pero no le cabe en la cabeza ser otra persona, otro cuerpo. Una novela de autoficción sobre la relación de la persona con el entorno que nos construye, con la única certeza de que uno es ese ser que baila, come, acaricia, piensa.

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La maldición de Lono

Hunter S. Thompson

Sexto Piso

201 páginas

En 1980, Hunter S. Thompson recibe una propuesta de una revista desconocida, llamada Running, para cubrir la maratón de Honolulú, con un buen sueldo y con todos los gastos pagados. Pensando en unas vacaciones tranquilas en Hawái, acepta y extiende la invitación a su amigo, el dibujante Ralph Steadman, que acudirá acompañado de su familia. Pero lo que iba a ser un viaje de placer y descanso, mezclado con un poco de trabajo, se convierte en una delirante aventura desde el momento en que el escritor sube al avión que lo llevará a su destino. Con su característico estilo, que lo convirtiera en el padre de un género periodístico–el periodismo gonzo–, el autor se ocupa de todo aquello que envuelve una de las justas deportivas más antiguas y difíciles. Pero va mucho más allá, logrando escribir una historia magistral acerca de un lugar en el que la mayoría de sus habitantes parecen estar locos. Y la locura casi siempre viene de algún dios, en este caso Lono, «el dios del exceso y la abundancia», quien efectivamente parece estar detrás de las terribles tormentas y el abundante oleaje que azotan a la isla durante el paso del escritor norteamericano por ella, y en las cuales queda completamente inmerso, tanto en el plano real como en el mental. En un constante juego de reflejos con la historia del capitán Cook, conquistador británico que en su momento fue considerado por los nativos la encarnación de Lono, Thompson cierra el ciclo metamórfico del delirio al asumir su visita a Hawái como un segundo advenimiento del legendario dios, y proclamar a gritos y con total desparpajo: «¡Yo soy Lono!». Este libro es, pues, la historia de esa misteriosa e hilarante transformación.

oro blanco

El oro blanco

Edmund de Waal

Seix Barral

523 páginas

«Un puñado de barro de las montañas chinas contiene una promesa: mezclado con los materiales adecuados, sobrevivirá al calor de los hornos y se transformará en porcelana: traslúcida, luminosa, blanca. Oro blanco.»
El oro blanco es una fascinante travesía por la historia de la porcelana que cuenta cómo se empezó a comerciar y nos habla de los secretos e intrigas imperiales que rodeaban estas transacciones, nos descubre las rutas de la seda utilizadas y los barcos hundidos que fueron en busca de este tesoro… Durante siglos, el oro blanco ha fascinado a emperadores, alquimistas, filósofos, artesanos y coleccionistas: todos ellos querían descubrir la receta de esa sustancia tan valiosa a la vez que versátil.
Un viaje que narra la historia de una obsesión, y en el que le acompañan los testigos de su creación, aquellos que se inspiraron o se enriquecieron con ese material. El autor recrea íntimos encuentros con la gente y los lugares en los que se originó la porcelana para conseguir entender el material al que le ha dedicado toda su vida y que ocupa un lugar único en la historia del mundo y de la imaginación de la humanidad.

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Tierra de brujas

María Ferreira

Viajes al pasado

142 páginas

Este libro es una cruel y bella historia de amor. Huele a orín, a polvo seco, a toallas del parto y a vómito. Los condones se rompen, los entierros se celebran en frigoríficos y las lágrimas se escupen. Se sonríe entre las curas de cuerpos degradados y se ama en medio de una áspera locura. ¿Puede haber más amor que amar en condiciones así?

La vida de una aldea y un hospital perdido de Kenia se desparrama en su particular rutina en la que se suceden brujas, cadáveres, bodas imposibles, huidas a locales de postín, prostitutas, enfermos mentales y barracas de cerveza caliente en las que se apagan los borrachos. Por las páginas de esta obra que tienen en sus manos pululan una serie de personajes costumbristas de este rincón del mundo que es Makuyu, ejemplo de tantos rincones del mundo que nos duran un suspiro y una acalorada y solidaria conversación de café que se hace con el íntimo secreto de ser olvidada nada más concluirse. Makuyu existe para que todos lo olvidemos tras rezar su nombre.

Hay momentos en Tierra de Brujas en los que llega a olerse todo y uno tiene que separarse algo de las páginas, respirar y hacer un ejercicio de memoria que consiste en recordar al ser humano. He leído unos cuantos  libros sobre África y, desde luego, nunca me he enfrentado a una obra así. Quizá porque ninguno de los autores que he leído podía narrar en primera persona lo que narra María. Ella no huyó de Makuyu, como haríamos casi todos, ella se quedó allí odiando y amando aquella tierra.

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