The last airbender. Un lobo con piel de cordero

Por Víctor E. Blanco.

 

En 1999 El Sexto Sentido fue reconocida unánimemente con un éxito de crítica y taquilla. Desde entonces todos los trabajos de M. Night Shyamalan han suscitado la controversia entre los que le consideran un genio y los que le consideran un fraude. Hasta el año 2010, año en que el director indio estrena The Last Airbender. 11 años después, la respuesta ante una de sus películas vuelve a ser unánime. Solo que esta vez, es unánimemente negativa. Con la adaptación al cine de la serie de animación de Nickelodeon The Last Airbender, Shyamalan se ha expuesto a una lapidación pública en todos los medios, tanto nacionales como internacionales.

 

Incluso aquellos que defendieron a Shyamalan a contracorriente (con joyas como La Joven del Agua y The Happening) aquí coinciden en que el realizador se ha borrado de la película. Afirmación que en absoluto comparto. El guión es nefasto y el trabajo actoral es pésimo, todo el reparto recita sus frases. Pero el director de El Bosque ya tiene experiencia camuflando sus perlas, vendiéndonos lo que no es. Dando liebre por gato.

 

Hace dos años nos regaló una obra maestra (The Happening) encubierta como un film de serie B, y ahora convierte un blockbuster infantil en un ejercicio de estilo. Llámenlo hiperinflación estilística o adorno gratuito. Los movimientos de cámara otorgan una fluidez casi hipnótica al ritmo de las secuencias de acción. Pienso en Las Crónicas de Narnia y en La Brújula Dorada como referentes más cercanos, y sin embargo, del más hortera y vulgar de los blockbuster fantásticos veraniegos brotan momentos extrañamente mágicos.

 

La majestuosa banda sonora dota de una rara espiritualidad a todo el film. El compositor James Newton Howard, en estado de gracia, firma una partitura mágica, que se lleva la matrícula de honor cuando logra callar a los actores y el film se rinde a su música. En concreto, en los minutos finales, la penúltima secuencia, en la que se desarrolla «la gran batalla», escuchamos Flow like water, el que probablemente sea el mejor tema de Newton Howard. Shyamalan relega la acción a un plano menor para que la cámara gire en torno a cómo el protagonista invoca una gigantesca ola de agua, donde reina el travelling circular.

 

Será complicado encontrar el público idóneo para Airbender, con un libreto demasiado idiota para adultos, y un trabajo de cámara demasiado virtuoso para críos. Es cierto que se trata de una equivocación estúpida en la escritura de guión, una metedura de pata enorme en la elección de casting y un desvío torpe (genérico) en su magnífica trayectoria. Pero también  es cierto que The Last Airbender es una salida de tono rara y personal sobre la que Shyamalan sella la huella de su maravilloso cine.

 

3 thoughts on “The last airbender. Un lobo con piel de cordero

  • el 30 septiembre, 2010 a las 9:51 am
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    Resulta extraño que menciones a The Happening como obra maestra, cuando es la peor película de su director y sin duda un desatino absoluto en cuanto a coherencia argumental y psicología de personajes. Nada de lo que hacen sus protagonistas tiene el menor sentido, y su desarrollo es feo y poco espectacular. También ha de formar parte de los peores trabajos de sus protagonistas. Conseguí con una amiga, que vio la película después que yo, acertar en un experimento interesante: Le dije que podría predecir lo que iba a ocurrir en el filme si pensaba qué era lo último que haría ella si se enfrentase a los dilemas de sus protagonistas. Acertó prácticamente en todas.
    The Last Airbender no es mucho mejor, y tampoco la salvan ni su score -sumido en la moda exótica cutre de los últimos tiempos- ni sus escenas de acción impostadas, torpes y artificiales -superadas por cualquier película de Van Damme, que ya es decir-. Realmente a estas alturas y tras tres películas fallidas -La joven del agua era taaaan aburrida-, casi nos queda asegurar que su mejor película ever será Señales -algo así como un Ford posmoderno salvando las distancias-, seguida de cerca por El protegido.

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  • el 30 septiembre, 2010 a las 11:49 am
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    Nunca he entendido la hostilidad casi personal de muchos hacia Shyamalan, cuando incluso sus películas más fallidas encierran un trabajo de estilo y, sobre todo, un discurso reflejo de su tiempo que ya quisieran la mayoría de los directores comerciales que vagan ahora por Hollywood. Arriesga y mucho, insisto, aunque luego le salga mal.

    The hapenning no me parece una obra maestra, pero desde luego es una película más estimable de lo que se dijo en su momento, una relectura de la clásica serie B con puntuales destellos de genio -la secuencia de los obreros lanzándose al vacío-, y sobre todo con atmósfera. Incluso con meteduras de pata como The last airbender creo que merece un respeto. Por cierto, a mí sí me gustó como estaban rodadas algunas escenas de lucha. La idea de obviar el fragor de la batalla y centrarse sólo en un personaje me parece incluso innovadora, aunque en general el conjunto fracase. En general no creo que nadie aquí esté defendiendo que The last airbender sea una buena película, sólo que tiene algunas virtudes y que estas han pasado despercibidas por una recepción negativa desproporcionada. El tiempo dirá. Igual hasta los que la defendemos hoy estamos equivocados…

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  • el 3 octubre, 2010 a las 4:50 pm
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    Estoy en la obligación de defenderme cuando llamo obra maestra a The Happening, no porque me vea ofendido, sino porque, a raíz de los comentarios que en su día levantó (y aun hoy levanta) el film de Shyamalan, parece que mi comentario sea exclusivamente una provocación gratuita. Cuando hablo de obra maestra me refiero a un trabajo magistral del realizador o de cualquiera que sea el responsable de la planificación de la puesta en escena de la película. Independientemente de que el material con el que trabaje ese realizador sea mediocre o excelente.

    Por eso creo que The Happening es bastante mejor de lo que nos tememos. La labor del director está en la superficie pero tiene su repercusión en las profundidades cinematográficas del film, de ahí lo difícil que resulta abstraerla de otras tareas menos meritorias como la trama argumental o el trabajo actoral.

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