El odio a occidente: entrevista a Jean Ziegler

Entrevista a cargo de Cristina Consuegra y traducción de Fanny Beaudoin.

A finales del siglo XIX, Nietzsche ya advirtió sobre la condición política que sería responsable de conformar la sociedad europea moderna. Para el filósofo, el estado democrático se ha configurado bajo el dominio de una clase capitalista apolítica que antepone sus intereses económicos a cualquier otro tipo de interés. El resultado de ese dominio es la promoción de una cultura de masas del trabajo, de la proletarización y el consumo, reduciendo a la inmensa mayoría de hombres y mujeres a un nuevo tipo de esclavitud, la de los obreros asalariados.

Casi un siglo después, el sociólogo suizo, Jean Ziegler, amplia tal reflexión al escenario sociopolítico internacional en El odio a occidente (Península, 2010). El resultado de ese análisis es vergonzoso y devastador para el ejercicio de la humanidad, para la condición del ser humano. Durante el transcurso de la primera década de este desalentador siglo XXI, la desigualdad entre culturas, la injusticia, la guerra y el hambre avanzan imparables ante la mirada vacía del individuo contemporáneo que no sabe cómo actuar, o cuyo itinerario, perfectamente trazado, le impide ver ese avance. Ziegler reflexiona, con gran lucidez y maestría, en torno a las culturas olvidadas de los países oprimidos, a su (no) relación con Occidente, concediéndoles toda la responsabilidad de la Esperanza, el protagonismo de un siglo que les pertenece por derecho propio.

Lejos de buscar la confrontación, El odio a occidente es un libro cuya ideología se apoya en el diálogo y la justicia, que señala culpables y responsabiliza a buena parte del sistema capitalista de lo que acontece en el hemisferio sur; un libro imprescindible para todos aquellos que creemos profundamente en el ser humano, en un mundo plural y justo.

1. Atravesamos una crisis socioeconómica provocada por el capitalismo salvaje, crisis en la que la condición humana se desvanece y el ciudadano europeo se inclina hacia al voto más conservador. Ante tal situación, ¿qué podemos esperar de la clase política europea en el siglo XXI?

La social democracia está totalmente arruinada, en total decadencia, porque no plantea los verdaderos problemas; en lugar de nacionalizar los bancos, de imponer reglas muy estrictas, de aumentar los impuestos a los ricos con el fin de conseguir una nueva distribución de las riquezas en el planeta, le hace pagar la crisis a los trabajadores, a las clases más modestas, a la clase media. La social democracia tiene una estrategia totalmente errónea por lo cual la gente dice, bueno, ¿por qué no votar a la derecha?

2. Usted es un espectador privilegiado del escenario político y sus actores. En la actualidad, ¿qué razón de ser tiene la ONU?

Creo que la ONU no puede más. Está totalmente paralizada por el diálogo entre el occidente dominador y los países del sur donde viven los dos tercios de la humanidad. ¿Sabe lo que ocurrió en Nueva York hace unos días?

3. Precisamente, le iba a preguntar por ese asunto; los representantes de diversos Estados se han reunido en Nueva York para debatir sobre los objetivos del milenio. El lector y  espectador medio percibe esas reuniones como pérdidas de tiempo. Realmente, ¿resultan eficaces?

Mire, hay que ser prudente. Por un lado en el año 2000, 147 jefes de estado y de gobierno se han reunido en Nueva York y han listado las ocho tragedias mundiales que infligen la humanidad. Eso es positivo a nivel de la toma de conciencia mundial. Antes decíamos, es la naturaleza, es la fatalidad, no podemos hacer nada. Hemos reconocido que esas tragedias están provocadas por la mano del hombre y pueden ser suprimidas por esa misma mano. Por ello, considero positivo que ocurra una toma de conciencia, que existan los objetivos del Milenio pero por supuesto hoy es un fracaso total. El hambre ha explotado en el mundo.

4. … ¿Y qué provoca ese hambre brutal?

Se lo he dicho, cada cinco segundos muere un niño de hambre y eso se debe a razones estructurales muy claras, particularmente las subvenciones agrícolas de la Unión Europea. En cualquier mercado africano se pueden comprar frutas y verduras españolas, francesas, alemanes, a mitad de precio o a un tercio del precio del producto africano equivalente; por lo tanto los agricultores africanos están arruinados. Resulta que de 53 países africanos, 37 son países agrícolas. Luego hay la especulación inmobiliaria sobre los alimentos básicos tales como el arroz, el maíz y el trigo que hacen explotar los precios cuando la gente que vive en chabolas, que no puede producir nada, es tan pobre que siquiera puede comprar la comida necesaria para su sobrevivencia. Es la especulación bursátil la que hace explotar los precios y mata a la gente. Esta es la segunda razón. La tercera razón es el bioetanol y el biodiesel. El año pasado los EE.UU. quemaron 138 millones de toneladas de maíz y cientos de millones de toneladas de trigo para fabricar agrocarburantes, con la excusa de que hay que luchar contra la degradación del clima y la dependencia del petróleo. Quemar comida es un crimen contra la humanidad, sea cual sea el motivo que a priori se pueda justificar. Hay estructuras concretas directamente responsables de la masacre diaria del hambre; estructuras que no son inamovibles, y esto es importante, pues se pueden romper. El estado puede prohibir la especulación bursátil sobre las materias primas agrícolas, el estado puede prohibir que se quemen millones de toneladas de comida, el estado puede prohibir el dumping agrícola. Y nosotros, aquí, en occidente, donde hay una verdadera democracia con derechos humanos y elecciones, si nos movilizásemos, si nos organizásemos, podríamos obligar nuestros gobiernos a tomar esas medidas estructurales. Mi libro tiene que ser un arma para la insurrección de las conciencias occidentales.

5.Hace algunos días, asistimos al desafío político lanzado por Nicolas Sarkozy, en el Parlamento Europeo; ¿qué se puede hacer ante semejante manifestación de poder?

¡Es terrible este tipo! Creo que es puro racismo. Sarkozy representa la arrogancia occidental y creo que existe en él una dimensión racista que no se corresponde con la del pueblo francés. Hace poco, unos amigos me llevaron a La Rosilla,  un campamento de gitanos en la periferia de Madrid. Hay muchas familias que vienen de Francia que han huido antes de la expulsión  y que han venido a Madrid en la miseria más absoluta. Me han hablado sobre cómo se ha hecho la expulsión, con una brutalidad terrible por parte de la policía.

6. A pesar de que tenemos tantos problemas por los que protestar (el hambre, las guerras, el paro, etc.), ¿no le resulta sorprendente el silencio de la ciudadanía, la ausencia de compromiso con la sociedad?

Sí, hace bien en plantear esta pregunta. Creo que en lo referente al hambre hay un problema a nivel de conciencias. Existe una sociedad civil que está naciendo en occidente, que por ejemplo ha sugerido a Zapatero proponer la tasa Tobin ante las Naciones Unidas. Es obra de la presión de la sociedad civil planetaria. ¿Sabe? Mi libro se llama El odio a occidente. El título puede chocar porque el odio choca pero hay dos tipos de odio: el odio patológico y el odio razonado. El odio patológico es el terrorismo, Al Qaeda etc.; son crímenes, no tiene excusa ni justificación religiosa o antropológica o histórica, son crímenes que hay que combatir. Pero el odio razonado, que es la temática de mi libro, es la memoria oprimida de los pueblos del sur que se trasforma hoy en conciencia de resistencia, en conciencia de ruptura, en renacimiento identitario como en Bolivia, por ejemplo. Este odio razonado es una fuerza benéfica porque rompe con el orden caníbal del mundo. Cada cinco segundos muere un niño de hambre, 37.000 mueren de hambre cada día y más de mil millones de personas están gravemente subalimentadas. En Bolivia, por primera vez desde hace 500 años, un indio ha sido elegido presidente de la República, y en los seis primeros meses de su mandato, en 2006, ha expropiado a 221 sociedades multinacionales extranjeras. La fuerza de esta insurrección identitaria de los pueblos indios autóctonos es tal que las grandes potencias capitalistas no pueden hacer nada. Si acaso pueden matar claro, pero si eso ocurre, en 30 años ni un solo blanco podrá poner un pie en Bolivia. Y eso lo saben de sobra. Es una manifestación benéfica de este odio razonado, de esta memoria colectiva herida que de repente se convierte en conciencia colectiva.

7. Usted ha sido muy criticado por sus decisiones y declaraciones, en ocasiones, incómodas y molestas. ¿Demuestra esto que usted puede estar en lo cierto?

Creo que sí. He sido relator especial para Naciones Unidas por el derecho a la alimentación – he sido el primero en aquella función creada por Kofi Annan – y ahora soy vicepresidente del consejo consultor de los derechos humanos de Naciones Unidas. Los libros que escribo son un arma que se nutren de mi experiencia en Naciones Unidas; tienen que ser leíbles, hacen falta relatos, anécdotas, retratos, sino no tendrían impacto. Entonces entiendo que lo que ocurre ahora, aunque sea un poco arrogante decirlo, me da la razón. El libro sólo quiere ser un arma, ayudar a la gente a esa insurrección de las conciencias que va a cambiar el mundo. No hay impotencia en democracia. Con los derechos y las libertades que tenemos, podemos hacerlo todo. No digo si estuviéramos en China o en Honduras pero en Francia o en España, sí.

8. ¿Debemos mantener la esperanza en un mundo justo e igualitario, o por el contrario debemos ser conscientes de que las reglas del juego nunca serán modificadas?

Mire, no hay nada peor que los intelectuales que pretenden prever el futuro. Es de una arrogancia total. Pero los signos de una insurrección de las consciencias están aquí. Karl Marx dijo “el revolucionario tiene que ser capaz de oír crecer la hierba”. Y la hierba crece. A pesar del título de mi libro, estoy profundamente convencido de que va a ocurrir la insurrección de las conciencias en contra del orden caníbal del mundo, que se va a restablecer la solidaridad con los movimientos emancipadores del hemisferio sur, y que juntos conseguiremos romper ese orden.

9. ¿Cree que podemos mantener la esperanza en otra Europa posible, alejada del capitalismo, de la ética del consumo?

Como le he dicho, mi libro ofrece una esperanza. Por una parte por los movimientos de emancipación de los países del sur, especialmente lo ocurrido en Bolivia: las grandes sociedades multinacionales han sido convertidas en sociedades de servicio y pagan miles de millones al estado boliviano, que ahora se utilizan para luchar contra el hambre, la discriminación hacia las mujeres, el analfabetismo, por la reforma agraria. Bolivia está cambiando a simple vista; hace unos años era el país más pobre de Sudamérica, detrás de Haití, y ahora es una sociedad creciente, por lo tanto hay allí una esperanza increíble. Lo que ocurre en Venezuela, en Ecuador. Este cambio e ilusión nace de estadios nacionales independientes, soberanos, capaces de hacer frente a los dueños del mundo. Esto es una dimensión de la esperanza. La otra está en Europa, donde nace en el mismo corazón de las democracias, una sociedad civil que va más allá de los partidos políticos y los sindicatos. Esta fraternidad de la noche atraviesa todas las organizaciones como ATACC, Greenpeace o Acción Contra el Hambre que es muy fuerte en Francia y España. Todos esos movimientos funcionan según un solo principio, ser activo moralmente. Emmanuel Kant dijo, “las desigualdades infligidas a otro destruye la humanidad que hay en mí”. No hay programa común, no hay comité central, pero esta fraternidad que se constituye en Europa, en el mismo corazón de las sociedades europeas, permite a esos movimientos trasformarse en una fuerza política que un día obligará a nuestros gobiernos a reformas estructurales, a romper las estructuras que hoy provocan la muerte de millones de niños en los países del tercer mundo, las estructuras de explotación y a forzar la sumisión de las sociedades multinacionales a una normativa mínima.

One thought on “El odio a occidente: entrevista a Jean Ziegler

  • el 8 octubre, 2010 a las 10:11 am
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    Un trabajo genial. Gracias a Cristina, a Fanny por su traducción, y a Gonzalo por brindar un espacio para este tipo de reflexiones -estemos o no de acuerdo- tan necesarias.

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