“Señor Ruiseñor”, Santiago Rusiñol, catalán y español, destructor de fanatismos

Por Horacio Otheguy Riveira

Sobre una situación actual de nacionalismo exacerbado, una compañía de teatro tan importante como Els Joglars se permite la mayor farsa de su historia (trayectoria bien cargada de sátiras hacia el caciquismo en todas las vertientes españolas), y lo hace como si fuera continuación de otras ya históricas, como aquel Ubú President de 1995, que hacía añicos la hipocresía de Jordi Pujol y amplia compañía, que al día de hoy, con los datos actuales sobre esa familia, se quedaría en inocente juego de niños. O el homenaje personal de Boadella, autor y director, en 2011, a otro catalán universal, Amadeu Vives, compositor que adoraba la zarzuela nacional. En este caso, Santiago Rusiñol fue un librepensador modernista muy coherente, que amaba la libertad creativa, la libertad amorosa y cuanta brisa imaginativa se le cruzara en su sabio camino de hombre abierto al mundo, “destructor de fanáticos” —como le bautizó Josep Pla—.

Con Ramón Fontseré de protagonista y director general del espectáculo, y con una dirección escénica de Alberto Castrillo-Ferrer, Señor Ruiseñor divierte a fuerza de exagerar la pasión nacionalista llevada a extremos tan ridículos como quizás no ocurran nunca, aunque en algunas aspectos sí ya están ocurriendo. Entre bárbaras situaciones de temblores al oír la palabra España y de profunda ignorancia en cualquier atisbo cultural, los nuevos funcionarios se disponen a cargarse el museo del maestro y convertirlo en un mamarracho seudomoderno, seudorrevolucionario sin sombra alguna de sus admirables creaciones pintando los Jardines de España, que se convertirán en Jardines de Cataluña y el Extranjero.

Lo importante es que, montados en un humor directo, a ratos de grueso calibre, los seis intérpretes se coronan de gloria con una flexibilidad actoral asombrosa, marca de la casa Joglars pero que no paran de asombrarnos, siempre en un nuevo giro hacia la perfección de bufones exigentes, y en este caso concreto, con el acompañamiento de una exquisita delicadeza, una sensibilidad conmovedora cuando entre carcajadas vemos la obra del gran artista en unas proyecciones de generosa dimensión, acompañadas de una banda sonora tan rica en matices que en ella se comprometieron tres especialistas: David Angulo (en composiciones propias), con el asesoramiento musical de Enrique Sánchez Ramos y la colaboración de Francesc Vidal.

El burla-burlando surge de las propias entrañas del ridículo nacionalista con la rabia que provoca la constatación de la injusticia en un odio hacia España como si fuera una vecina loca que no ha hecho más que destrozarte los muebles y matarte los gatos. El nacionalismo como una forma de complejo de superioridad que esconde el sentimiento de cretinismo profundo, moral y emocional. El espectáculo expande los muchos talentos de sus actores con el don de la expresión corporal y el mimo en manos de una coreografía siempre sobresaliente.

Si algo falta, son unos toques sobre el otro nacionalismo exacerbado y ridículo, el del 155, el del españolismo de una derechona con sonrisa Colgate a todas horas y la gran bandera de fondo. Pero, bueno, esto decidieron los juglares esta vez, y esto es lo que hay, una diversión asegurada para mentes abiertas y capaces de conmoverse cuando toca; cuando llegan los maravillosos trazos del pintor y nos embriaga con su noción de belleza sin fronteras en un mundo cada vez más mestizo, donde la mezcla es lo que nos permite ser nosotros mismos compartiendo soledades, entremezclando nuestra capacidad para la estupidez y la sabiduría, sin miedo a que nos borren del mapa.

 

Creer no es pensar.

 

“Chinescos de Aranjuez”, uno de los muchos cuadros sobre los jardines de esta ciudad donde falleció Rusiñol en 1931, a la edad de 70 años.

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También en CULTURAMAS:

Zenit: Joglars cumple 55 años

Ramón Fontseré en Vida de Galileo

Marcos Ordóñez en El País:

Amadeu: Boadella suma esencias

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Retrato de Rusiñol realizado por Kaulak en 1906.

 

SEÑOR RUISEÑOR

Dramaturgia: Ramón Fontseré 

Colaboración de Dolors Tuneu

y Alberto Castillo-Ferrer

Dirección: Ramón Fontseré

Dirección de escena: Alberto Castrillo-Ferrer

Intérpretes (por orden alfabético): Ramón Fontseré, Juan Pablo Mazorra, Rubén Romero, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xevi vilà

Escenografía: Anna Tusell

Iluminación: Bernat Jansá

Vestuario: Pilar Sáenz Recoder

Audiovisuales: Manuel Vicente

Coreografía: Compañía Mar Gómez

Música: David Angulo

Asesor musical: Enrique Sánchez Ramos

Colaboración musical: Francesc Vidal

Producción: Els Joglars

 

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