Civilizaciones: una novela donde el Inca Atahualpa derriba el Imperio «del dios clavado»

Horacio Otheguy Riveira.

La fusión del documento histórico con su propia capacidad inventiva, permite a Laurent Binet crear una obra que revierte hechos consumados. «En una novela se puede restituir el valor de los perdedores». Y lo consigue a tal punto que el emperador Inca derrotado por el predador español Francisco Pizarro se yergue victorioso para protagonizar una vuelta de tuerca apasionante, descrita con la sencillez de quien ha trabajado muy duro para que no se note, con muy fluida riqueza narrativa y un sentido del humor sutil, marca de la casa: el hogar literario de Laurent Benet, el mismo que nos deleitó con HHhH, una novela histórica en torno a episodios clave del declive nazi: HHhH,  acrónimo de «Himmlers Hirn heißt Heydrich», en alemán «el cerebro de Himmler se llama Heydrich».

El caso del Imperio Inca fue un suceso contado por los vencedores sin ningún rubor, felices de que los católicos, representantes «del Dios verdadero en la Tierra» tuvieran la última palabra. La enseñanza del entonces Imperio español repartida en toda clase de textos escolares y de libre uso, con ecos más o menos críticos en novelas, obras teatrales y películas, puede sintetizarse del siguiente modo:

Grabado adornado que ilustra un retrato de Atahualpa. Archivo Histórico del Guayas (Ministerio de Cultura y Patrimonio de Ecuador).

A mediados de noviembre de 1532, el explorador español Francisco Pizarro tendió una trampa al emperador inca Atahualpa. Pizarro había llegado a las tierras de Atahualpa el año anterior, con el apoyo de Carlos V y, ese día, invitó al emperador a una fiesta que se realizaría en su honor. Atahualpa asistió con 5.000 hombres desarmados y allí el fraile Vicente Valverde lo instó a aceptar a Carlos V como soberano y a convertirse al cristianismo. Ante la negativa de Atahualpa, el ejército de Pizarro abrió fuego, asesinando a los miles de incas en menos de una hora.

Atahualpa fue capturado y mantenido en cautiverio, mientras Pizarro realizaba planes para tomar posesión de su imperio. Para conseguir su liberación, el emperador ofreció a los españoles una habitación repleta de plata y oro. Pizarro aceptó, pero luego lo condenó a la hoguera por cargos de agitación y rebelión.

En el último momento, el fraile Valverde le ofreció clemencia si accedía a convertirse al cristianismo. En esta ocasión Atahualpa aceptó la propuesta ya que, según su religión, para conseguir la resurrección en el otro mundo su cuerpo no podía ser quemado. El 26 de julio de 1533 el emperador inca fue ejecutado por estrangulación.

En Civilizaciones las tropas del emperador, en lucha feroz con las comandadas por su hermano —militarmente más fuerte— le llevan a Quito, Ecuador, y de allí en un pesaroso y a la vez triunfal viaje a Toledo y otras regiones de España por donde se moverá con coraje, respeto por el enemigo y golpes de suerte que sabrá aprovechar para una victoria insospechada sobre el poderío del rey Carlos V, la Inquisición y el agotamiento “natural” de una monarquía exhausta por las constantes guerras, la amenaza permanente de los conversos e infieles. Pizarro ni se asoma, en cambio, fascinante resulta ver pasearse desnudas a las mujeres incas, carne prohibida y preferentemente quemada por la austeridad monacal y su consiguiente represión sexual.

Al Inca le ayudarán en su campaña pueblos sometidos, mercenarios brotados de un ejército diezmado, conquistados todos por el oro y la plata en manos de los nuevos amos. Unos aliados que empiezan por levantarse en armas contra la corte de Carlos V en Granada, por las callejuelas del Albaicín, primera parte de muchas otras escenas espectaculares e intimistas como suele habitar la prosa bien documentada y envolvente de Laurent Binet, cual novela de aventuras.

La captura de Atahualpa, por Juan Lepiani, óleo sobre tela, 1920-1927. Altura: 60,0 cm; Ancho: 85,0 cm. Museo de Arte de Lima.
Christopher Plummer como Atahualpa, adorador del Dios Sol, en La caza real del sol, película británica de 1969 dirigida por Irving Lerner, basada en la obra teatral de Peter Shaffer.

Ya en los primeros capítulos vemos el fulgor ingenuo de Cristóbal Colón decaer por la estúpida violencia de algunos de los suyos, y la violenta reacción de ciertos nativos. El final del genovés da el tono general de esta especie de ópera narrativa con una estructura casi musical de capítulos breves, a manera de informe enciclopédico, pero con la emoción de acontecimientos insólitos.

Convertido en un animal doméstico al servicio de la hija de la reina, Colón soporta sus últimos años estoicamente. Escribe en un diario elaborado para las Majestades españolas…

[…] Sin fecha. Se acerca la hora en que mi alma va a ser llamada ante dios, y aunque seguro que ya me han olvidado al otro lado de la mar océana, sé que al menos hay una persona que se preocupa todavía por el almirante caído y que ella, la pequeña Higenamota, que algún día será reina, mi último consuelo aquí abajo estará a mi lado para cerrarme los ojos. Quiera Dios que, por su salvación, abrace nuestra fe en mi memoria.

Sin fecha. Es una maravilla ver cómo la pequeña aprende muy rápido el castellano, lo comprende muy bien y sabe repetir sus expresiones para mayor regocijo de su madre. A ojos de la reina, no soy más que un bufón que solo vale para divertir a su hija.

En efecto, la bella criatura se convertirá en reina consorte, compañera infatigable de Atahualpa en una larga historia mechada de muchas circunstancias, a partir del irresistible avance de un puñado de hombres enfrentado al poderío de todo un mundo. Tras la muerte de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico en una de las primeras refriegas, quedan protegidos la reina y sus hijos, pero bajo la regencia de Atahualpa. Quienes habían estado a punto de morir en la hoguera por no aceptar al «Dios clavado» tienen mucho oro, plata y salitre con el que negociar con otras potencias y atraer a las numerosas víctimas del abuso de poder del reino. La primera medida fue la disolución del Consejo Supremo de la Inquisición y la supresión inmediata del Tribunal del Santo Oficio. Así comienza un periodo con muchos éxitos económicos y militares en el ojo del huracán de una Europa enfrentada por múltiples intereses que alcanzan a parte de África con el Imperio Otomano dando su peculiar batalla, pero se concentran en la convulsa Europa, determinados banqueros y el furor del doctor Martín Lutero (cuyo encuentro con Atahualpa bien vale por toda una novela).

El apogeo espectacular y la caída del Nuevo Imperio del Sol («por circunstancias extraordinarias») se desarrolla en una bien lograda progresión que ocupa unas 300 páginas donde nunca se pierde el ingenio y la capacidad de hacer verosímil la que sería la historia de una revolución con su desbordante lucha de clases, y la voluntad de un pueblo sojuzgado que se erige como alternativa a los desmanes de una cristiandad clasista y castradora (católica o protestante).

La densidad de la novela lleva al lector a un devenir de datos históricos e inventados superpuestos de tal manera que lo mejor es marginar la memoria personal y disfrutar del fluir del relato que cada tanto se detiene al estilo de Binet, ya utilizado en otros textos, con una intervención ligera para dar un breve golpe de timón: «… luego se sacrificaron unas llamas negras en los jardines y desfilaron las tropas del Inca. Llegados a este punto, debo interrumpir un instante la narración para llevar al lector a Sevilla, adonde día tras día, llegaban los barcos trayendo oro y pólvora…».

La clave de los éxitos de Atahualpa van de la mano de El Príncipe de Maquiavelo que le lee un intérprete, y a partir de ahí sus propios colaboradores, a manera de hábiles ministros. Su epopeya —con inconfundible aire revolucionario— parte de la falsedad del poder divino de la cristiandad, pues los muy enfrentados papistas y reformistas tienen en común la obsesión de defender a un único Dios cuya defensa pasa por violentos atentados, infames represiones a quienes piensan diferente. Fácil resulta al nuevo Imperio demostrar que sus máximos defensores defienden en realidad intereses económicos. Muchos estaban hartos de que la «la Iglesia romana se aprovechara de la credulidad de la buena gente y creían que, por mucho que el cuerpo del dios clavado estuviera contenido en una galleta salada o en un trozo de pan, ese trozo de pan no dejaba de ser un mero trozo de pan».

Un ritual represivo típico de la Inquisición, la quema en la hoguera de enemigos ideológicos con vanas excusas. El Nuevo Mundo de Atahualpa, Hijo del Sol, eliminará por completo la Institución.

Miles de habitantes de diferentes países y, por tanto, de lenguas y culturas aclaman al «Único Señor, hijo del Sol, consuelo de los pobres», en una implacable lucha de campesinos rebeldes a quienes los poderosos rebanan narices y orejas…

La sonrisa de Binet está presente en el recorrido de su libro,  en una historia muy viva, escrita con el cuerpo entero como si el autor formara parte de batallas junto a la fabulosa ironía de una revolución soñada cuya lectura resulta apasionante, avanzando con la ansiedad del protagonista, preguntándonos hasta dónde le llevará su sorprendente éxito en tierras extrañas…

Laurent Binet (París, 1972):

Me considero un escritor que trabaja toda su vida sobre el mismo tema, que quiere escribir siempre el mismo libro. Lo que me interesa son las relaciones entre la historia y la ficción (…). La documentación fue colosal. Tuve que investigar sobre vikingos, los incas, la España con Carlos V, el protestantismo. Para el tema de los incas fue bastante frustrante, porque toda la información proviene en gran parte de los españoles. Leí todas las crónicas, notablemente la de Pedro Pizarro que es el primo de Francisco [Pizarro]. Leí un libro del inglés William Prescott sobre los incas. Pero mi biblia fue Garcilaso de la Vega. Después regresé Perú, porque estuve una vez en la Feria del Libro de Lima, y fui a Cusco para después subir hasta el Ecuador, de donde dicen que fue originario Atahualpa. Visité también su magnífico Museo de Larco en Lima. Y el mejor libro que leí fue de Bernal Díaz del Castillo, pero consistía en la conquista de México. He leído toda una biblioteca completa sobre guerreros, incas y vikingos. Y también, claro, el diario de Cristóbal Colón (…)

Si los incas hubieran tenido el poder, en este momento todo el modelo capitalista sería forzosamente diferente. No sé si sería mejor o no, pero en relación a todo lo que es el recalentamiento global, tendríamos una mayor necesidad de una economía más planificada como la que tuvieron los incas que una economía de mercado regulada (…) Extractos de una entrevista de Marco Zanelli en RPP Noticias, el 6 de noviembre de 2020.

 

Imagen retocada de la portada. Realización de Pliego Suelto. Revista de Literatura y Alrededores.

 

 

 

 

 

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