Horacio Otheguy Riveira.

En la vida intensa de Carmen Martin Gaite se sucedieron ensayos y ficciones forjados con minuciosa capacidad de observación psicológica, social… y siempre mucha imaginación según fueran dictando paisajes sus propios personajes. Fallecida en 2000, Caperucita roja en Manhattan la escribió en 1990, muy ligada a una experiencia personal dolorosa que no se menciona en la novela, pero sí en el epílogo de esta función.

Cautiva la fértil unión del escenógrafo Alessio Meloni, con la adaptadora y directora Lucía Miranda; entre ambos dan vida, vibrante colorido a una historia novelada que llega al teatro con un corazón propio, pues ya en sus páginas palpita una cobertura teatral significativa.

 

Un escenario poblado de lavadoras multiuso

 

Un fenómeno propio de Nueva York desde tiempo inmemorial, el llevar la ropa a lavanderías públicas de precios muy asequibles. Aquí la imaginería potente del escenógrafo y la directora abordan el ritmo casi musical de la comedia jugando con estos artefactos grandes que se hacen enormes a los ojos de la niñez.

El carácter lúdico, fantasioso, sobre el que se desarrolla esta historia de niña que descubre Manhattan y de allí la efervescente y colorida Gran Manzana de Nueva York, encuentra en el talento de estos creadores (junto al de todo el equipo que les acompañan) la emoción precisa, y en las jubilosas intérpretes acompañadas por un músico-actor, la vertiente de un río vigoroso por el que transitamos amando como ellas (personajes, autora, creadores) la fantástica ciudad donde siempre se está rodando alguna película, cosa que también se escenifica con gran sentido del humor.

 

Sara, antes de saber leer bien, a aquellos cuentos les añadía cosas y les inventaba finales diferentes. La viñeta que más le gustaba era la que representaba el encuentro de Caperucita Roja con el lobo en un claro del bosque; cogía toda una página y no podía dejarla de mirar. En aquel dibujo, el lobo tenía una cara tan buena, tan de estar pidiendo cariño, que Caperucita, claro, le contestaba fiándose de él, con una sonrisa encantadora. Sara también se fiaba de él, no le daba ningún miedo, era imposible que un animal tan simpático se pudiera comer a nadie. El final estaba equivocado. También el de Alicia, cuando
dice que todo ha sido un sueño, para qué lo tiene que decir.
Ni tampoco Robinson debe volver al mundo civilizado, si estaba tan contento en la isla. Lo que menos le gustaba a Sara eran los finales.

 

Actuaciones memorables 

 

Entre sonrisas seguimos todos los pasos de Carolina Yuste como Sara, una niña pizpireta, llena de asombro por el mundo nuevo que cada día le rodea, con una madre, arquetipo de ansiedad y temeroso nerviosismo (Miriam Montilla, que también se ocupa de otros personajes muy interesantes), junto a las señoras y señores de Carmen Navarro

Estamos allí, integrados, a su lado, descubriendo gente y acontecimientos hasta dar con el más emocionante de todos los personajes, el de una anciana vagabunda que Mamen García borda con el profundo encanto que le caracteriza.

Entra por el patio de butacas cantando a capela (aunque la hemos visto tocar el piano en un Chejov, y cantar como las diosas en Billy Elliot), para luego incorporarse a una serie de escenas, de pronto interactuando con el público, y cerrando la representación con tal dominio del susurro y la armonía sentimental, que conquista el real objetivo de la fallecida escritora fascinada por esta locura de vivir en una ciudad torbellino, donde una jovencita no cree que el lobo se pueda comer a dos mujeres tan potentes como la abuela y su nieta.

 

Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000).

 

Lucía Miranda: «Quiero hacer Caperucita en Manhattan para el teatro desde que empecé a hacer teatro. Y más desde que abandoné Nueva York hace ya doce años, y aún más desde que soy madre de una niña, hace tres. Para mí Caperucita en Manhattan es una historia sobre los niños que fuimos y los abuelos que seremos. Sobre la libertad y la soledad, y la soledad de ejercer tu libertad. Sobre el Oz contemporáneo que es Nueva York, como ejemplo de la aventura a lo incierto. Y sobre el viaje: el de Carmen Martín Gaite, el de Sara Allen, el mío, el de todas las que un día decidimos dejar lo conocido para vivir la aventura de ser nosotras mismas».

 

Texto original: Carmen Martín Gaite
Dramaturgia y dirección: Lucía Miranda
Reparto: Mamen García, Miriam Montilla, Carmen Navarro, Carolina Yuste y Marcel Mihok (contrabajista)
Diseño de escenografía y atrezo: Alessio Meloni (AAPEE)
Ayudante de escenografía y atrezo: Mauro Coll (AAPEE)
Taller de realización: Mambo Decorados
Diseño de vestuario: Anna Tusell
Ayudante de vestuario: David DeGea
Confección: Gabriel Besa
Asesoría de caracterización: Sara Álvarez Rodríguez
Ambientación: Marisa Echarren
Pelucas y utilería vestuario: Matías Zanotti
Iluminación: Pedro Yagüe
Ayudante de dirección y coach actoral: Belén de Santiago
Meritoria de dirección: Ares B Fernández
Composición musical: Nacho Bilbao
Diseño de sonido y vídeo: Eduardo López
Diseño gráfico: Sergio de Carlos
Producción: Teatro de La Abadía
Producción ejecutiva: Sarah Reis
Ayudante de producción: José Luis Sendarrubias y Gema Iglesias
Fotografía: Dominik Valvo
Estudiante de escenografía en prácticas: Yaiza Martín
Colabora: Teatre Nacional de Catalunya
Agradecimientos: ABE Abraham Velázquez, Pablo Coll, Sylvia Piotrowski, Luis Sorolla, Henry White, Juan Paños y Ágatha Ruiz de la Prada

TEATRO DE LA ABADÍA HASTA EL 23 DE FEBRERO 2025

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Otras creaciones de Lucía Miranda:

Fiesta, fiesta, fiesta

Casa

Chicas y chicos

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