A 21 años de ‘El adversario’, de Enmanuel Carrère

ALBERT MARTÍNEZ.

El día 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand asesinó a su mujer con un rodillo de amasar y a sus dos hijos, de 5 y 7 años, con un rifle del calibre 22. No osó mirar a la cara a ninguno de ellos. Una vez terminó la faena, limpió todo el piso, salió a pasear, compró el periódico y se dirigió a casa de sus padres a comer. Una vez comidos, los asesinó del mismo modo que a los niños: su padre no pudo verle, se encontraba de espaldas, pero su madre observó durante un último segundo el rostro de su hijo quitándole la vida. Después de ello, quedó con su amante y al volver a su casa, donde yacía su familia muerta, derramó gasolina por el suelo y le prendió fuego al piso, ingirió una dosis de barbitúricos y quiso postrarse en la cama junto a su mujer, para morir a su lado. Falló en su empeño y tras un largo tiempo de hospital, consiguió salvar su vida.

Poco a poco, después del suceso, las investigaciones mostrarían que Jean-Claude Romand no era, como afirmaba ser, médico e investigador de la OMS. Y lo más extraño del tema es que tampoco era otra cosa: ni llevaba una doble vida secreta, ni habitaba otros mundos u otras gentes. Romand, sencillamente, no era nadie. Las largas horas que fingía estar en el trabajo las dedicaba a esperar en una gasolinera, en un bosque, o en una habitación de hotel, sin nadie con quien hablar, sin nada que hacer salvo esperar, aguardar, alargar la mentira. Acorralado por el engaño, por las deudas, por el fraude, se vio perseguido y decidió terminar con las vidas de aquellas personas que amaba, para no tener que soportar, después de tantos años, sus miradas.

Este pasado 31 de enero se cumplieron 21 años desde que Emmanuele Carrère publicara El Adversario (Anagrama, 2000), el libro que le llevó a la fama. El Adversario cuenta la historia de Jean Claude Romand, una historia que aterra y fascina a los que llegan a ella, por lo que cuenta y por la forma en que Carrère logra contarlo. Carrère intentó abordar con este libro los numerosos interrogantes que se nos abren con esta vida imposible que, sin embargo, sucedió. A través de cartas y encuentros con el protagonista, el escritor francés lograba establecer un retrato de los hechos e imaginar algunas de las preguntas que quedan suspendidas en el tiempo: ¿Dónde empieza la mentira, cuál es el primer gesto que lo dinamita todo? ¿Qué pasaba por su cabeza durante las largas horas perdidas?

Esta historia nos muestra las consecuencias de una soledad desmedida, acucinate, y nos muestra el mal, adentrándonos en las formas que toma el horror en el mundo contemporáneo. De una experiencia de vida tan extrema, tan inverosímil, salió este libro, que ahoga y asfixia a todo lector que se quiera acercar a él. El día que Romand, en segundo de carrera, decide no ir a un examen, nos adentramos en una espiral de mentiras e impostura, y en ese justo momento, las balas empezarán a atravesar las cabezas de los hijos que aún no había tenido, empezará a derribar una vida que aún no había construido. Vivirá 18 años que serán para él un instante en la memoria, todo el amor y todo el dolor de ese tiempo serán un instante en la memoria, unos recuerdos contaminados por la certeza de que en el fondo, nunca fue nadie; y que aquello que fue, aquellos a quienes acaso intentó amar, murieron en sus manos. ¿Cuáles fueron los últimos pensamientos de su familia, sus últimos gestos, sus últimas palabras? Recuerdo ahora, en esta noche larga, en la que escribo este artículo, un verso de Joan Margarit, que dice así: Nunca sabré cuál de mis rostros escogerás un día al recordarme, y pienso en la familia de Romand, y pienso en Romand, y pienso en Carrère. Pienso en todos aquellos rostros que se cruzaban con Romand en las calles estrechas, en los hoteles tranquilos, en los bosques perdidos.

One thought on “A 21 años de ‘El adversario’, de Enmanuel Carrère

  • el 2 marzo, 2021 a las 8:20 pm
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    Nadie que lea El Adversario podrá nunca olvidarlo. Esta crónica que publicáis incide en ese carácter atemporal del libro, como los libros que es imposible que queden desfasados.

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