Best Seller

Por David G. Panadero.

 

Parecerá una perogrullada pero es así: a los cinéfilos nos gustan las buenas películas. Pero en mi caso, cuando descubro un buen título que no ha recibido el aplauso unánime de la crítica ni del público, lo disfruto incluso más. Y esto es así gracias al factor sorpresa. El día menos pensado ves una película sin grandes expectativas, y adviertes que, sin ser una obra maestra, destila personalidad y talento. Tal como Best seller (1987).
 
Sobre el papel no parecía que la cinta tuviera especial interés. Dirigida por el mercenario John Flynn, autor de obras para lucimiento de Stallone y Steven Seagal, y dotada de ese aire de producción estandarizada típico de los años ochenta –una realización de trazo grueso, casi de aire televisivo, enfatizada por melodías electrónicas de dudoso gusto– hacían pensar que Best seller sería uno de tantos pasarratos que hay que ver sin esperar mucho a cambio.
 
Sin embargo, algunos detalles advertían de sus inquietudes. A nadie extrañará ver en una película como esta al afable Brian Dennehy en su sempiterno papel de policía barrigón, pero no cabe decir lo mismo de James Woods, que siempre sabe dotar de perfiles inquietantes a sus personajes. Y no nos olvidemos del guionista de la cinta, Larry Cohen, un cineasta reivindicado en determinados círculos, que además de haber dirigido algunos thrillers de interés –El padrino de Harlem (1973) y God told me to (1976)– se ha encargado del libreto en policiales de éxito, como Última llamada (2002).
 
De la colaboración de estos profesionales nace Best seller, una obra que dista de ser perfecta en tanto que su puesta en imágenes y recursos audiovisuales están en todo momento por debajo de su excelente planteamiento. Porque si bien ese planteamiento podría equivaler  –tanto por la época en que fue realizada como por su ambivalencia moral e ideológica– a la obra de un David Mamet, bien es cierto que el resultado la hace asimilable al más modesto cine de consumo.
 
La gran baza la tenemos en el guión, y además, como contábamos, en el dúo protagonista. Brian Dennehy da vida a un policía metido a escritor, patriota y buen padre de familia, que con su aspecto rocoso y gesto noble y sincero ejemplifica al “buen americano”. En un registro diametralmente opuesto tenemos a James Woods, un criminal ambiguo, de aire estilizado, inteligente y ácido, siempre imperturbable –a la manera de un Clint Eastwood–, que nos presenta la caricatura perversa de ese buen americano.
 
¿Y cuál es el conflicto? ¿Ha de dar caza Dennehy a Woods? ¿Los enfrenta una violencia irracional que culminará con el fin de uno de ellos? No, en absoluto. Quizás, cogiendo el testigo de novelas de la época, como El Dragón Rojo, de Thomas Harris, o filmes como En la cuerda floja (1984), de Richard Tuggle –sí, con Clint Eastwood–, el guionista Larry Cohen prefiere subrayar las similitudes entre policía y delincuente –por mucho que les repugne, se parecen más de lo que quisieran–, antes que tranquilizarnos ensalzando a uno y demonizando al otro. Y lo mejor de todo es que en el desenlace no habrá una “vuelta al orden” ni tampoco una moral didáctica que ponga a cada personaje en “su sitio”.
 
Insistiré a riesgo de ser pesado: en una primera impresión, Best seller podría parecer otra de esas películas formularias de policía panzudo, barras y estrellas. Pero si la observamos con atención, apreciaremos las inquietudes que laten bajo su inocente apariencia. Un país que tanto dinero invierte en defensa y fuerzas de seguridad y que vive bajo el imperio de la corrupción y el crimen organizado; una sociedad progresista y avanzada en la que cada vez nacen más psicópatas… Ya digo, no es más que una modesta película de bajo presupuesto –¿nada más?–. Pero sorprende y agrada, ya que no sólo de obras maestras vive el cinéfilo.

 

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