Nunca he leído nada de Bárbara G. Rivero, así que no…

Por Merche Rodríguez.

…tengo ninguna referencia para comparar. Tengo solamente, y no es poco, el entusiasmo que me transmite su jefe de prensa. Cojo el libro, miro la portada, me gusta, predomina el azul, veo varias brújulas, un hada pequeñita, leo el título Laila Winter y los señores de los vientos… me invita a abrirlo. Cuando llego al índice leo el título del primer capítulo Las dos arpías y pienso ¿no será esto un patio de vecindad,  no?. Acaricio la página que me canta el índice, es casi un ritual, manías de lectora, como quien lanza un conjuro que proteja la lectura que voy a empezar y paso a la siguiente. ¡Allá vamos!. Desde que nos propusimos leer el libro entre Jara Santamaría y yo de esta forma, en grupos de a cincuenta páginas, aproximadamente, para comentarlo después, lo miro de otra forma… y en ello estoy.
En este segundo volumen ya sabemos que Laila es una chica diferente, empezando por su pelo y terminando por su naturaleza como hada, pero eso ya lo ha contado Jara, así que me doy cuenta que nada más empezar se adivinan problemas, no sé cuáles de momento, pero por otro lado es lógico, la historia es una nueva aventura en la que la autora dosifica sabiamente la tensión, aunque eso sí, con demasiado dato, mucho dato que obliga a mi mente no acostumbrada a los mundos fantásticos poblados de seres de nombres extraños a volver una y otra vez sobre lo ya leído. Probablemente eso me pasé a mí y ahora…
Esa información desbordante contrasta con la historia de amor que acaba de dibujarse, sencilla, como las buenas, de esas que piensas pero si a ella le gusta y a él ella ¿de dónde ha salido esta cadena kilométrica de obstáculos?. E igual que en una cuantas líneas Rivero crea una burbuja en la que los novios potenciales (ella un hada nada común, él: Daniel, un humano o lo que es lo mismo un nemhirie) acaban de crear su propio espacio, hay otro agobiante que se presenta paralelo y es  el que no lleva nada, pero nada bien: el contacto con las compañeras de escuela, humanas también, pero claro ¡a ver quien esboza una sonrisa cuando te llaman pelomoco!. Esto no ha hecho más que empezar, en nada Laila y sus amigas tendrán problemas, se ve venir…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *