Entrevista a Clara Obligado

Por Sergi Bellver.

«Escribir microrrelatos es como dar tres saltos mortales para caer en la cabeza de un alfiler.»

Ayer viernes, 5 de marzo, tuvo lugar en Barcelona la presentación de la antología de microrrelatos Por favor, sea breve 2. En la villa de Gracia se congregaron dinosaurios, hormigas y lectores que llenaron el carismático local de L’Astrolabi hasta la escotilla. Con Jordi Cantavella al timón del barco, el editor, Juan Casamayor y la antóloga, Clara Obligado, dieron pie a las lecturas de Care Santos, David Roas, Patricia Esteban Erlés, Carlos Vitale y Ginés Cutillas. Horas antes pude reunirme con Juan y Patricia, y aproveché la oportunidad para entrevistar a Clara. Nueve años después, la escritora argentina vuelve a tomarle el pulso al microrrelato en la editorial Páginas de Espuma. Nos citamos en un café del centro de Barcelona, conversamos, y el diagnóstico para CLTR+ es más que favorable: el microrrelato está más vivo que nunca.

SB: Clara, aunque Por favor, sea breve 2 aparece con una vocación no concluyente, ¿tiene naturaleza de inventario de lo que se está haciendo en el campo del microrrelato hoy en día?

CO: Yo diría que tiene lo que Borges llamaría una enumeración. Por favor, sea breve 2 es una enumeración de lo que está pasando en este momento exactamente. Es probable que con algunas exclusiones, que serán culpa mía, y algunos aciertos, que son los encuentros de autores con textos realmente magníficos, como los de Patricia Esteban Erlés, por ejemplo. Creo que este libro resume de alguna manera el estado de la ficción hoy, que es diferente, concretamente en el micro. No lo hubiera antologado si no hubieran cambiado las cosas desde el primer volumen.

SB: Abundando en ello y desde la publicación del primer Por favor, sea breve, ya una edición de referencia sobre el microrrelato en España, ¿notas alguna tendencia particular en la creación, los lectores se lo toman un poco más en serio o se le tiene más respeto desde la crítica? En definitiva, ¿han cambiado un poco las cosas desde entonces?

CO: Sí, creo que han cambiado, no un poco, sino mucho. Ese primer volumen lo publica Páginas de Espuma cuando se celebra el primer congreso en Salamanca. Con los años el microrrelato ha ganado presencia en la Universidad. Hoy existen muchísimos libros de micros, cosa que no sucedía cuando antologué Por favor, sea breve. Había entonces muy pocos autores y libros de micros, contados, muy poquitos. Ahora muchos jóvenes los están escribiendo, incluyendo esa temática joven en sus textos. También han aparecido muchas mujeres escritoras jóvenes con una temática propia, bastante particular. Y mucho intertexto, cosa que antes tampoco pasaba, ya que ahora los escritores jóvenes hacen referencia a otros textos anteriores. Sí, creo que hoy existe otra manera de ver el microrrelato.

SB: Dinosaurios y hormigas aparte, el lector español más o menos «informado» ―como diría Bértolo― puede conocer la microficción de referentes del género como Ana María Shua, José María Merino, Fernando Iwasaki o Ángel Olgoso, todos con un punto en su obra que va hacia lo fantástico. ¿Crees que lo fantástico está especialmente relacionado con el microrrelato, que se puede dar esa suerte de iluminación del micro tratando el género de esa manera, con ese tipo de narrativa?

CO: Es muy interesante lo que me planteas porque es una pregunta que no me han hecho nunca. Pienso que el microrrelato, tal y como se da en España, tiene raíces en América Latina, donde lo real maravilloso está marcándolo todo. Creo que eso hace que el tema de lo fantástico aparezca con tanta fuerza. Eso, y las lecturas que hacen los chicos más jóvenes, que leen incluso cosas como Harry Potter. Vienen de leer también ese tipo de literatura y es muy fácil que se inclinen por lo fantástico después. Hoy estamos ante lectores distintos.

SB: Has mencionado varias veces la palabra «jóvenes» y uno de los valores de  Por favor, sea breve 2 resida tal vez en que has dado pie a que autores más o menos noveles o que empiezan a publicar sus primeros libros en solitario estén codo con codo en esta antología junto a las figuras más relevantes del género. ¿Te lo habías planteado así desde un principio?

CO: Me lo había planteado ya en el primer volumen y de nuevo me produce la inquietante certeza de que a veces no se puede distinguir qué texto es de un autor reconocido y cuál de un autor joven. Es decir, que los jóvenes incluidos en esta antología son escritores con muchísimo talento.

SB: Eso significa entonces que la antóloga ha hecho bien su trabajo, ¿no? Vamos a decir que sí.

CO: La antóloga ha trabajado mucho y el editor también, por supuesto.

SB: Me interesa también cómo has ordenado los cuentos en el libro, ya que no has optado por la típica disposición formal, como por ejemplo a través de un orden cronológico o alfabético de autores. ¿Lo has hecho así para producir un efecto determinado en la lectura, como haría un autor en solitario con su libro de relatos?

CO: Claro, creo que en la tradición del libro de cuentos se suele dejar para el final el mejor relato, que además le da título al libro. Al menos en la tradición de Cortázar, por ejemplo. En el microrrelato se coloca no tanto el mejor como el más breve, y así entonces el libro es «menguante». Esta idea no es mía, sino de Hipólito G. Navarro, quien me dijo que mi antología no es menguante, sino «mangante», porque la idea era suya. Es una estructura que Hipólito ya había utilizado en Los tigres albinos y que yo copio porque me parece una muy buena idea, y así está reconocido ya en el primer volumen.

También se produce una cosa muy inquietante porque parece que hubiera textos que contestan a otros. A veces, por esta estructura decreciente, hay dos textos que empiezan igual y que aparecen juntos pero, por eso mismo, provocan una lectura totalmente distinta, de un modo casi mágico. Me parece muy curioso este fenómeno.

SB: ¿Has trabajado con textos ya publicados, hay muchos micros inéditos, has encargado relatos?

CO: No, jamás encargo textos. Me parece que los autores han de tener ya algo hecho, porque si no, no tiene sentido. Sí se le pidió un texto inédito a los popes del género, por ejemplo a Merino o a Luís Mateo Díez, texto que ellos gentilmente cedieron. Era la manera de estar al mismo nivel de los autores nuevos, con lo que uno está haciendo en ese momento. Tenemos micros inéditos de autores muy importantes en este libro.

SB: Igual que el propio Merino y otros de los antologados, como autora has publicado también novela. No te pediré que nos des un titular que intente en vano volver a definir por enésima vez lo que es el microrrelato, pero háblanos un poco de cómo, con qué otra mirada, te enfrentarías a la creación del micro.

CO: Yo no escribo microrrelatos, por eso los antologo. Así tengo la posibilidad de trabajar con ellos sin ningún tipo de competencia creativa. Creo que soy una buena lectora de micros, aunque espero no escribir jamás uno porque me parecen muy difíciles. Uno puede acercarse al microrrelato desde el trabajo o desde el placer, y yo lo hago desde el placer, simplemente. Me doy cuenta de su dificultad. La aventura de empezar un libro de micros me parece terrible y por suerte nunca se me ocurrió.

SB: ¿Has sentido una dicotomía similar a la hora de escribir tus cuentos?

CO: No, ya que el cuento te ofrece una superficie más grande de trabajo. Escribir microrrelatos es como dar tres saltos mortales para caer en la cabeza de un alfiler. Prefiero no tener que hacerlo.

(En este punto, «fuera de micro», la entrevistada, Patricia, Juan y el entrevistador sonríen y caen en la cuenta de que acaba de surgir una estupenda definición de lo que podría ser el microrrelato).

SB: Tienes una amplia experiencia, como pionera que fuiste, en el campo de los talleres literarios, desde hace muchos años al frente del que lleva tu nombre en Madrid, el Taller de escritura creativa de Clara Obligado. Aquí sí me voy a permitir echar mano del lugar común para preguntarte, una vez más, si se puede aprender a escribir.

CO: Por supuesto que se puede, igual que se puede aprender a hablar, se puede aprender a escribir. Es algo que en otras artes no se plantearía nunca. ¿Se puede aprender a tocar el piano? Por supuesto que se puede, una vez más. Los talleres aparecen un poco a cuento de aquella musa del siglo XIX, cuando si la musa no te había tirado el huevo de la inspiración a la cabeza, tú no podías escribir. Pero siempre se ha enseñado y se ha aprendido a escribir. Siempre. No hubiera existido un Rimbaud sino hubiera estudiado latín en el colegio. Creo que los talleres son un lugar de aprendizaje evidente, un lugar para compartir democráticamente las lecturas, de creación y, si el profesor es bueno, de búsqueda de la propia excelencia.

SB: En paralelo al libro habéis puesto en marcha una iniciativa, el concurso «Por favor, sea breve 2». Supongo que surge como una manera de espolear a los creadores para que se pongan a trabajar. ¿Cómo ves el tema de la cierta proliferación de concursos de micros por toda España y Latinoamérica?

CO: Me parece buenísimo. Lo único que veo mal es la proliferación de la guerra o de la violencia, pero la proliferación de la lectura y de la escritura me parecerá siempre magnífica. Nuestro pequeño concurso consiste en continuar un microrrelato a partir de la frase «por favor sea breve, dijo…». Están llegando muchísimos textos, tenemos un excelente jurado y el premio consiste en la publicación, que siempre me parece un buen premio para quien escribe.

Sergi Bellver (Barcelona, 1971) es escritor de narrativa, editor de un sello independiente, crítico literario y profesor de la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès y de la Escuela de Escritores de Madrid.

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