Entre luz y oscuridad, de Harry Martinson

Entre luz y oscuridad, de Harry Martinson. Traducción, selección y prólogo de Francisco J. Uriz. 412 páginas. Nórdica, 2009. ISBN: 978-84-936395-5-3.

Por Alberto García-Teresa.

En una hermosa edición, al cuidado de Francisco J. Uriz (encargado de la selección, de la traducción y también del ilustrativo prólogo), Nórdica nos ofrece una extensa antología que recorre toda la obra de este premio Nobel con una perspectiva panorámica. En ella se resalta su capacidad evocadora y su vínculo trascendente con lo viviente.
Harry Martinson se revela como un atento observador de la naturaleza. Pretende recoger su belleza en sus más pequeños signos («elegí cantar a las pequeñas cosas»), con gran detalle, precisión y minuciosidad, dándoles un valor trascendental. Así, presta mucha atención a los paisajes, y acerca su mirada a los detalles para resaltarlos y ponerlos en un primer plano.
El poeta busca cierta fusión al integrar la naturaleza en las acciones rutinarias o cotidianas. Además, coloca como «yo poético» en algunas ocasiones a animales o elementos naturales, con lo que se acrecienta esa integración, o los personifica para que actúen en términos humanos. Un caso extremo podemos encontrarlo en el hecho de que el mar deshaga los cadáveres de la guerra y los incorpore a su composición, dándoles «un nuevo intento».
En esa línea, plantea la huida de la ciudad y el refugio en el campo (como él mismo hizo en su vida). Realiza una exaltación de la naturaleza como único espacio que permite el desarrollo integral de los seres vivos y que el ser humano alcance la plenitud. Por ello, son frecuentes los ataques a la urbanización y al maquinismo. Contrapone estos aspectos y toma partido por la comunión con los bosques y las plantas. Desde ahí se enlaza su crítica a la técnica, a la fe ciega en la ciencia por la cual se le otorga carta blanca.
Coherentemente, despliega un vitalismo voraz, que le lleva a postulados antimilitaristas. Así, denuncia que el déspota, el fascista y la crueldad suponen un ataque radical a la vida. De hecho, el ser humano aparece muchas veces como destructor de la naturaleza antes que como armonizador (por ejemplo, la figura del cazador es muy recurrente en el volumen).
Martinson desde ese enfoque transmite un anhelo renovador, una intención de reconfigurar el universo: «queremos renovar los gastados enjambres de estrellas, / e infundir nuevos aromas en tu flor». A pesar de ello, potencia la nostalgia, pues es muy destacable la importancia que otorga a la infancia. La idealizada, de hecho, como espacio de consuelo, lo cual responde a su necesidad de reposar en un lugar sosegado.
En otra línea, el poeta recoge la vida de los trabajadores, basándose en su propia experiencia como obrero. Establece una reivindicación de los derechos laborales, reclamándolos desde dentro. No en vano, él habla como colectivo, no como individuo aislado, cuando relata esas duras circunstancias. En ese sentido, sus años como marinero han determinado radicalmente su escritura. Tanto para hablar en ese papel como para transmitir su relación con el entorno, el mar es un elemento fundamental en su poesía. Aparece como un espacio inabarcable, lleno de maravillas, y también el barco pero como lugar de trabajo, no de recreo.
Precisamente, muy probablemente como eco de su vida errante de marinero, Martinson apuesta por lo nómada, fiel a su espíritu internacionalista, inquieto y abierto («Pero la vida es variedad y hay mil caminos dorados / y mil útiles atajos y el sol brilla sobre todos ellos»). Se corresponde con la «amplitud de horizontes» a la que alude el propio autor. En verdad, responde más a una determinación existencial que a una posición ideológica. No en vano, incorpora una serie de poemas filosóficos que aúnan la búsqueda la sabiduría con la exposición ética, en base a los valores ya citados.
Por otra parte, Martinson trabaja con una gran variedad formal, aunque abundan los versos extensos y el acercamiento descriptivo o narrativo a lo enunciando, pero sin extraer conclusiones.
Así, Entre luz y oscuridad nos ofrece una perspectiva amplia de la diversidad de este poeta, que hace de la evocación y de la comunión con todo lo vivo, en radical humildad, su piedra angular.


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