La filosofía, otra vez

La Filosofía, Otra Vez. Alain Badiou. Errata Naturae (2010). 152pp. 16,90 euros.

Por Miguel Ángel Ruiz Jimeno.

Bajo el título La Filosofía, Otra Vez se oculta una curiosa paradoja de la que tal vez no tengamos constancia inmediatamente. Atendiendo a la progresión y desarrollo del discurso filosófico del siglo que acaba de rendir cuentas ante el dios histórico, nos percatamos de una triple deriva de aquello que debería ser un solo cuerpo.

Pero antes de desenredar la madeja, como en una obra de teatro de las de antes, pongámosle nombre a los personajes. El cuerpo común es, por su puesto, la filosofía; el dios histórico no puede ser más que el tiempo; y la triple deriva es la hermenéutica, la filosofía analítica y la deconstrucción.

La tarea de Badiou, la emprendida en lo contenido entre estas páginas, es la de la recuperación de aquel cuerpo único que en ciertos momentos determinados de la historia –léase Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein– se fragmentó especializándose en varios tipos de discursos cerrados y con unas pretensiones de verdad tan marcadas que, si bien por un lado, defendían tan celosamente su posición excluyendo cualquier atisbo de intromisión de lo ajeno, rehuían, por otro, del nombre de aquello que en el fondo eran: filosofía.

De este modo, como tantos otros profetas nos lo venían anunciando desde hace tiempo, la filosofía se disipó en sus vástagos. O por lo menos eso parece, ya que lo que Badiou propone es una suerte de recuperación de la misma buscando en esas tres derivaciones aquello que las une. Es así como la muerte, sueño eterno y recurrente para todos y todo, pierde su carácter de eterno y se convierte en letargo. Pero la cosa no acaba aquí.

Si la muerte de la filosofía fuera tal, siempre cabría la posibilidad de la resurrección; y si en vez de ella acaeciera el letargo, su despertar en la aurora también tendría realidad. En ambos casos la inactividad es patente, y la segunda parte del título ‘…, Otra Vez’ estaría justificada; sin embargo, la filosofía se muestra en último término como una constante, como algo inmortal. Por ello ni hablar de muerte ni de letargo tendría sentido, esto es por lo que el título resulta algo paradójico.

Y la paradoja consiste en que algo no puede ser otra vez si nunca ha dejado de ser. Y como la filosofía siempre ha sido, entonces el título que en última instancia se nos descubre es el de ¿‘La filosofía, Otra Vez’? No, más bien sería el de la filosofía, Siempre.

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