El cromosoma macho de los García

Por Francisco Balbuena.

No es que los García sean unos tocapelotas que se inmiscuyan en todos los asuntos. O que se hallen en misa y repicando. O que sean el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Sino que su presencia sobreabundante se debe a que las personas con el apellido García están afectadas de una anomalía genética rara pero con muchos portadores. Esta circunstancia en la reproducción humana ha sido recientemente descubierta en el Instituto de Biología Molecular de Barcelona (IBMB), dependiente del CSIC.

El patronímico García constituye el cinco por ciento de entre todos los apellidos en lengua española. Según el doctor Sergi Cadafalch, al frente del IBMB mencionado, el gran número de personas que lo llevan se debe a la protoginia SRYP (Sex Region Y Plus) que marca una de las 18 cromátidas que componen el cromosoma Y, el cual define la dominante sexual. Esta cromátida alterada (Yq 11.221 en lugar de la habitual Yq 11.22) es suficiente para que en tales individuos se eleve el porcentaje de varones sobre el de hembras. Así, si en general los nacimientos de niños constituyen el cincuenta y uno por ciento frente a los cuarenta y nueve de niñas, en la protoginia SRYP sube ese porcentaje al cincuenta y cinco por ciento. No parece una cifra exagerada; sin embargo, tan pequeña variación se basta para que a lo largo de las generaciones el desequilibrio tienda a acentuarse y a alterar significativamente los porcentajes naturales entre hombres y mujeres.

La protoginia SRYP no es privativa de los García, también afecta a muchos otros linajes por todo el mundo. Por ejemplo, la encontramos en inglés, Smith y Brown; en alemán, Schumacher; en vietnamita, Nguyen; en chino, Chen; en ruso, Popov; o en japonés, Tanaka. El caso más asombroso ocurre en coreano, donde tan sólo tres linajes, Park, Lee y Kim constituyen el cuarenta y cinco por ciento de todos los apellidos autóctonos. Como puede deducirse de esto, el cromosoma prolífico tiende a expulsar a los otros apellidos del nomenclátor de un universo dado, ya sea un país o una cultura. Las autoridades de Corea se temen que de aquí a menos de cien años el noventa y cinco por ciento del país estaría signado por dichos linajes, lo que dificultaría bastante muchos aspectos de la vida pública, y aun privada. De modo que en aras de la claridad y la eficiencia en mil facetas administrativas, propician con beneficios fiscales el que los portadores de tales apellidos, Park, Lee y Kim, se los cambien por otros minoritarios. Aunque parece ser que la campaña está teniendo un éxito moderado, habida cuenta de que los tránsfugas optan por los patronímicos archisabidos de Hyundai y Daewoo.

Por su parte, el doctor Cadafalch al frente de su equipo ha calculado que en nuestro caso el apellido García alrededor del año 2300 abarcaría el cincuenta por ciento del nomenclátor en español. Basta hacer el sencillo cálculo de una progresión macho-aritmética de los García del orden de un 0, 040 por ciento anual. Preguntémonos si esta circunstancia no sería extremadamente grave dentro de tres siglos. ¿Cuántos García Lorca no vivirían al mismo tiempo entre España y las naciones de América? Quizá cientos de miles; muchos de ellos afamados poetas, incluso montones podrían ser cantantes de bachata. Por dondequiera que el observador mirase, se encontraría con un García Márquez, quizá alguno lo suficientemente perturbado como para escribir de nuevo “Cien años de soledad”, ignorante de que la novela ya está escrita por otro García. Habría innumerables García Montero, García Baquero, García de Paredes, Andy García, Manolo García, Alan García, Mónica García, Freddy García, Joanna García, etcétera hasta la náusea.

Si en la actualidad el director de cine José Luis García para distinguirse se hace llamar Garci, o a su colega Luis García Berlanga sólo es posible conocerle por Berlanga, o al jugador de golf Sergio García hay que llamarle El Niño para identificarle, ¿qué no pasará en el futuro con tanto García? Sería descorazonador pasar páginas y más páginas por la guía telefónica en una sucesión interminable de Garcías. A los novelistas les resultaría extremadamente difícil nombrar a sus protagonistas Garcías y más Garcías sin parecer ridículo. Por no hablar de que las agendas de nuestros iPhones se quedarían bloqueadas en la letra G. ¿Tendrán las autoridades que recurrir a incentivos fiscales al modo de los coreanos para aliviarnos de los García? No cabe descartarlo. ¿Y los Garcías renunciarían a su apellido con esa cruda y descarnada sencillez administrativa? Es cuestión de saber si la codicia puede más que la fuerza de la sangre.

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