Hescritores

Por Ignacio del Valle.

Están los escritores que escriben y los escritores de corte, que son los que no escriben pero están porque se pasan la vida haciendo el besamanos en todos los saraos literarios. Están los escritores estreñidos, siempre creyendo que se les debe un bol de incienso porque su persona ilumina el mundo, los escritores alcohólicos y los deportistas, los que quieren la fama y los que quieren la gloria, y los que no se conforman ni con eso. Tenemos escritores de provincias y escritores de capital, los airados y los serenos, los vivos y los muertos. Hay escritores que siempre dicen que no les interesan los premios pero que se pasan la vida pasando el jabón a los jurados o que pierden el culo por una subvención. También escritores que se centran en el estilo y otros que les preocupa más lo que cuentan o escritores que se apuntan a las dos cosas. Escritores interesados sólo en el dinero y en la dolce vita o que quieren vivir en un nido de águila por tímidos o asociales o por pánico escénico o sencillamente porque les gusta. Escritores simpáticos o que están convencidos de que mantener un rictus agrio les aporta más caché. Escritores altos y bajos, guapos y feos, comprometidos o no, con una peca en el cuello o pelos en las orejas. Escritores que plagian todo lo que se mueve o que, en un estadio más avanzado, sólo se plagian a sí mismos. Eso sí, todos los escritores tienen un ego del tamaño de Asia, que es el que aglutina la esquizofrenia. Sin ego el escritor no existe. Podemos encontrar escritores obsesionados con hacer la gran novela americana o con pasar de las mil páginas o que se conforman con pergeñar una línea brillante. Escritores de raza -¿caniche, dóberman, samoyedo?- o escritores que se la suda la raza. Haberlos haylos, los escritores, eso seguro. Algunos quieren ser perseguidos para ver si les dan el Nobel, otros perseguir para ver si pueden darlo. Escritores políticos, de ideas, de emociones, de talleres de escritura o a pelo. Los que piensa en el lector, los que piensan en sí mismos o lo que no piensan, directamente. El escritor trastornado por un acento mal puesto, los que viven con su mamá, los calvos y los melenudos, los que se casan con la literatura o los que la tienen como amante, los que cierran todas las interpretaciones o las dejan abiertas, los erizos y los zorros, los que escriben con la imaginación o con la memoria, los que dan más importancia al aparato teórico que a la obra… Uf, hay tantos, tantos tipos de escritores, al contrario de la literatura, de la que sólo hay un tipo: la buena.

5 thoughts on “Hescritores

  • el 1 julio, 2010 a las 4:46 pm
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    Maravillosa reflexión sobre el ser del escritor. Quizá solo existe otro colectivo de individuos más complejo: los actores, los que se autodenominan cómicos. Un veterano productor a la pregunta de qué le parecían los cómicos, respondió… “¿un cómico? Lo más parecido a un ser humano”. Es posible que los literatos y los que pretenden serlo también lo seáis. Quiero decir seres “Umanos” a la par que “Hescritores”… y perdón por el tuteo.

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  • el 1 julio, 2010 a las 5:00 pm
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    Complejos pensamientos para un servidor de la ley y el orden, amigo comisario.

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  • el 6 julio, 2010 a las 4:30 pm
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    ¿Y tú? ¿en qué categoría te incluyes?

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  • el 8 julio, 2010 a las 11:09 am
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    Con esta exposición, te estás refiriendo al “común”, que es como suelo llamarlo yo. Está claro, todo el mundo lo sabe y tú, lo único que has hecho es exponerlo y recordarlo. Como en todas las profesiones (donde también ocurre lo mismo), o sea: podría se perfectamente de aplicación a cualquiera de ellas.
    Para mí, el escritor verdadero sería: el que estando preparado para ello, elige un tema al azar, se documenta al respecto, estructura el tema y se lanza sin bocetar a escribir sobre el mismo. Por supuesto, se requieren dotes de narrativa y una gran dosis de imaginación. La novela sale por sí misma, luego…, lo único que hay que hacer es repasarla, pulirla y servirla.
    Pero, como en todo (el conducir por ejemplo), cuando uno se saca el carné, ya se quiere comparar con un piloto de carreras. Es muy típico del conductor novel, que se esconda la “L” y que circule más rápido que los demás. Con ello, pretende dar a entender, que conduce mejor. Tendrá que pasar un tiempo, para que él mismo se de cuenta que no es así.
    Está lleno de: “quiero y no puedo” y de “puedo y no me dejan”.
    Chao colega.

    Un abrazo, y a ver si nos tomamos unas cañas algún día.

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