Herbie Hancock – Mwandishi

Por Israel Quilez.

El pianista Herbie Hancock empezó a dejar constancia grabada de sus ideas musicales con el peso de no haber sido nunca un adolescente. Solemos cruzarnos con estos chicos de barrio en muchas ocasiones; uno trabaja para un McDonald mientras estudia derecho en la universidad, otro emplea horas en la heladería de la esquina para comprar su primera moto. Lo fácil seria pensar que hacen lo mas cómodo para ganar sus primeros sueldos, sin embargo, lo que están haciendo les servirá, unido a la esencia inquieta de su espíritu, para no poder descansar nunca jamas, al menos en lo que a decisiones vitales se refiere. Alguna vez, rara vez, sentirán dentro de sí la quietud, la sensación de que todo esta en el lugar exacto.

El legendario trompetista Donald Bird le pidió a Hancock que formara parte de su cuarteto a pesar de su edad: tenia 21 años. Eso ocurrió en el año 1961 y, a partir de ahí, su carrera fue imparable. El contrato con Blue Note inmediato. Su primer trabajo como solista, como padre total de un disco, llego en 1962. Desde entonces puede considerarse le un renovador continuo de esa hermosa música que es el jazz. El camino que ha transitado ha sido zigzagueante, lleno de curvas de herradura. Ha ligado a ella el funk, por siempre y para siempre gracias al disco HeadHunters. Incorporó la electrónica con su Future Shock, dejando el panorama en estado de calambre. Hace ya unos años los cuadros a los que dirigen sus giros han perdido toda la capacidad de sorpresa, los nuevos paisajes a los que nos llevan esas curvas parecen no ser los que ha querido dibujar. Las colaboraciones con las estrellas del pop mas mediáticas plagan sus últimos trabajos y los lastran. En muchos de sus proyectos pasados, sin embargo, se encuentra un estado muy particular. Una postura similar a la quietud en el movimiento, una forma que nos transmite la bendita sensación de que todo es como tiene que ser…

Uno de estos misteriosos periodos de planta los alcanzo Hancock con Mwandishi (apodo swahili que adoptaría para la grabación del disco, que llevaría el mismo nombre). Este LP seguía las lineas de otra gran pica, el In a Silent Way de Miles Davis -Hancock había participado activamente en este ultimo, de hecho, la estructura de ambos es similar: pocos temas muy largos en los que mezclaban el free y el modal con colores africanos-. El gran gesto del pianista, lo que le hace reconocible frente a otros, es el uso de armonías valientes, muy originales, pero con un ritmo pausado que nos permite descender por todos los matices. Pararse concentrado en una de estas llamadas podría parecerse a contemplar con calma la fotografiá del metro de una gran ciudad en horario de máxima afluencia. Una fotografiá nítida hasta el agotamiento en la que reconocemos esperanzas rotas y éxitos a medias. Posiblemente es a esto a lo que se han referido los críticos a los largo de los años cuando le atribuían cierto aire urbano a sus composiciones. Y de alguna forma en este Mwandishi están la limpiadora, el abogado y el adolescente.

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