Zombis nazis

Por Sergio C. Fanjul.

Entender por qué el asunto zombie vive un resurgimiento de tal magnitud en la actualidad, con tropecientos libros, películas y parafernalia varia (incluso el club de moda en Madrid se llama Zombie) tal vez escape de los objetivos de este texto, pero tiene que haber una razón en las complejidades de la trama económica, poniéndonos marxistas. El caso es que aquí tenemos, desde las gélidas tierras noruegas, una nueva pieza del seminal género: Zombis Nazis, de Tommy Wirkol (Dead Snow en el original, bonito nombre también).

El título del film llama bastante la atención y recuerda al cine explotation, que a base de exageración y mezclas insólitas, llegaba a resultados de lo más morboso y, a veces, ridículo. Explotation hubo mucha, pero la más famosa fue la Blaxploitation que llevaba al límite los estereotipos de la raza negra de los 70 en EEUU: mucho peinado afro, mucha mafia, mucha droga y mucho funk sudoroso (ejemplos: Shaft o Superfly, en los mejores casos, Blackula, el Drácula negro, en uno de los más pintorescos). No sólo hubo esta: también nazisploitation, que exageraban los ya de por sí exagerados tópicos de los nazis y se cebaba en sus atrocidades.

Al final, en Zombis Nazis hay poca parafernalia nazi, de hecho los zombies que aparecen bien podrían ser nazis o cualquier otra cosa, jardineros, por ejemplo, aunque así dan un poquitín más de miedo. Por lo demás, resulta una película de zombies de manual, también tiene algo de eso que llaman género slasher, en el que un grupo de jóvenes se van a un refugio de montaña y, tras ignorar las advertencias de un misterioso lugareño, comienzan a desaparecer uno por uno. La peli no descubre nada nuevo y lo dice con ironía: los propios protagonistas comentan el hecho de que aquello parece Posesión Infernal o algún otro título similar. Además, uno de los protagonistas, el gordito gracioso de rigor, lleva una camiseta de Braindead (Tu madre se comió mi perro) obra referencia del gore, de Peter Jackson (sí, el de El Señor de los Anillos).

Resulta que en el valle nevado hay enterrado un batallón de zombies nazis que perecieron atrozmente en la Segunda Guerra Mundial y que ahora emergen para hacer lo propio con los inocentes protagonistas. La peli discurre a buen ritmo y con buen bastante buen hacer entre el horror más horroroso y el cachondeo más zafio, del susto a la carcajada en un plis plas, como lo mejor del género zombie, sin más pretensiones que hacerte pasa un buen rato. Si hubiese que poner una pega, y poniéndonos puristas, cabría decir que los zombies son demasiado ágiles e inteligentes para lo que dictan los cánones (ver Manual de Superviviencia Zombi, el libro de Max Brooks), pero bueno, tal vez es porque son zombis arios (es ironía). Se agradece, además, una potente banda sonora rockanrolera. En fin: correcta y divertida ¿por qué no verla? Por lo demás, y pensándolo mejor, creo que lo que más tiene que ver con la coyuntura económica no son los zombies, si no otra de las tribus de la noche que pueblan nuestras pantallas y estanterías: los vampiros.

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