Tengo mi propio infierno para resurgir

Por Israel Quilez.

A los 49 años de edad Charles Bukowsky le lanzó el gran órdago a la vida. Había intentado abandonar su puesto de cartero para el servicio postal de Los Angeles desde que fue contratado. Todos los intentos dirirgidos a dedicarse profesionalmente a la escritura habían sido desmantelados por las editoriales a las que había tentado. Su ex mujer, escritora, dudaba de que tuviera el más mínimo talento, describiéndolo en más de una ocasión como un iluso que juega a ser poeta. La vida de Bettye Lavette, una de las cantantes de Soul con más personalidad que se ha presentado frente a un micrófono, ha sido un camino de continuos pasos hacia atrás en el mundo de la industria, es decir, del dinero. Nació en la mesiánica ciudad de Detroit y a los 16 años ya tanteaba los estudios de grabación, incluso con éxito. “My Man, He’s a Loving Man”, le supuso una gira con músicos de la talla de Otis Redding, bienamado Otis Redding. Su siguiente canción de repercusion fue “Let Me Down Easy”, un tema histórico que no le valió el esperado contrato. Tras muchos años en el ostracismo, en los que tendríamos que buscarla en las listas de secundarios de Broadway, Motown le hizó el regalo más importante de su vida. En 1982 el hueco que había dejado Diana Ross fue iluminado por Lavette. Sin embargo, los años que siguieron fueron tan grises como los anteriores: un talento milagroso para el soul rodeado por una niebla espesa y oscura como una noche. Y después nada. La muerte definitiva, el vacio real y acariciable.

En 1999, un coleccionista parisino, un estudioso, reeditó el unico disco que Lavette había grabado. Le siguieron dos trabajos nuevos, I’ve Got My Own Hell To Raise (tengo mi propio infierno para resurgir) y The Scene Of the Crime. La capacidad de un artista para estar, a voluntad y sin descanso, en pleno ejercicio de sus facultades, como un deportista listo para competir por el título mundial, es según Proust, una cualidad suprahumana, y, aún más, la única que va a necesitar para salir con cierta dignidad del trámite vital. Esos dos discos mostraban una voz telúrica, enraizada en años y años de experiencia vital, quizás toda la del universo a golpe de riñón. El nuevo trabajo de la cantante, Interpretations es otro milagro de juventud de forma, pura inspiración para el oyente.

Charles Bukowsky murió en el año 1994, a los 73 años de edad, trás padecer leucemia. Las librerias de todo el mundo venden sus libros, que han sido traducidos a casi todos los idiomas. Los jovenes siguen leyéndolo como si fuera un compañero, como si todavía estuviera escribiendo en pleno ejercicio de sus facultades. Su epitafio rezaba “no lo intentes”. Proust podría haber añadido, “hazlo, en todos los instantes”.

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