Bolaño geométrico (sólo para iniciados)

Por Miguel Ángel Mala

Nada más comenzar a leer Los detectives salvajes sufrí una suerte de revelación, algo que sin duda le habrá sucedido a muchos otros iniciados en su peculiar culto, que en un principio resultaba confusa pero que poco a poco se fue aclarando, una revelación sobre muchas cosas al mismo tiempo: sobre la literatura, sobre la vida, sobre la geometría, sobre la aplicación de la geometría a la literatura, sobre la aplicación de la geometría a la vida e incluso sobre la aplicación de la geometría a los chistes que explicaban el porqué de la vida o de la literatura.
Y así nació mi convicción de que Bolaño, más allá de ser un visionario o un transgresor, un escritor prodigioso o un artista desmañado, un reportero de sensaciones, un taxidermista de la emoción, un catalogador juicioso de locuras y despropósitos, era un escritor geométrico.
Alguien –no recuerdo su nombre–, en la presentación de un libro, me dijo que el Bolaño de Los detectives salvajes consigue escribir una novela que se explica a sí misma, mientras que el de 2666 no llega a hacerlo. Tras pensar mucho en sus palabras, me di cuenta de que no se refería a que la novela se explicaba a sí misma, sino que la ESTRUCTURA de la novela se explicaba a sí misma. Era la forma de presentarnos los hechos, el modo de ordenar los datos, el que constituía una verdadera innovación. Aquí pretendo demostrar que esta novedad responde en gran medida a una disposición geométrica de los textos, que se organizan según una estética de cuadro cubista o futurista, según una lógica que se parece más a las obras de Kandinsky o de Mondrian que a la pintura realista clásica, a pesar de que el estilo y la forma es en apariencia más cercano a esta corriente.
El estudio de la estructura de sus dos grandes novelas –al menos en extensión–dará lugar a dos imágenes geométricas que trataré de descomponer a lo largo de este artículo.
En Los detectives salvajes, Bolaño utiliza un armazón tripartito. La primera de estas partes y la última son consecutivas en el tiempo, pero él las sitúa distantes en el texto. Cada una de ellas se sitúa en un espacio diferente –México D.F y Sonora, respectivamente–, y pertenecen a dos años distintos, 1975 y 1976, siendo su punto intermedio el cambio de un año a otro. Entremedias, tenemos acceso a los testimonios, pensamientos, recuerdos, anécdotas, sensaciones, inspiraciones o llámense como se quiera, de una cohorte de personajes que recuerdan a Arturo Belano y a Ulises Lima a lo largo de veinte años, de 1976 a 1996. Se trata, pues, de la reconstrucción –una reconstrucción salvaje– de las vidas de dos desconocidos, de dos apóstoles apócrifos de la literatura, de dos donnadies envueltos en el halo de misterio que rodea a las investigaciones clásicas de desaparecidos o criminales. Se trata de una manifestación poliédrica de la vida, de una muestra completamente subjetiva y faraónica de vida en estado puro, transformada en literatura en estado puro por las manos de orfebre profético de Bolaño.
He realizado un primer esquema de la estructura de esta novela, para transcribir al plano lo que sólo podría ser mostrado en al menos tres dimensiones:

Por supuesto, es ésta una representación harto imperfecta y puramente esquemática, un esbozo en el que los dos recuadros grandes del principio y del final serían las dos partes narradas en el diario del poeta García Madero, y entremedias quedarían esos testimonios atomizados, decenas y decenas de ellos, conformando la identidad de dos seres que no hablan más que por mediación de otras bocas, otras mentes, otras subjetividades.
En el caso de 2666, el empeño rebasa nuestras dotes artísticas en el campo pictórico, pero no obstante he realizado un gran esfuerzo para dar forma a lo que he visto reflejado en el papel. Sin lugar a dudas, estamos ante la que Bolaño quiso que fuera su obra magna, una demostración de fuerza literaria que sobrepasa los límites humanos para inscribirse por pleno derecho en el ámbito de lo antológico. Por supuesto, la estructura de esta novela se aleja con mucho de Los detectives salvajes, complicándose notablemente.
Desde el principio sabemos que la novela está compuesta por cinco libros, que el propio Bolaño quiso publicar por separado. Al igual que en la otra novela que nos ocupa, en 2666 se produce una aproximación tangencial a un fenómeno. Es decir, nunca se llega a saber la verdad sobre nada, porque quienes hablan lo hacen de otra cosa que no son ellos mismos, son testigos de una vida que no es la suya. Y mientras en Los detectives salvajes eran Arturo Belano y Ulises Lima, en 2666 son los crímenes de mujeres en Santa Teresa, una población que encubre el nombre real de Ciudad Juárez y otras de la frontera mexicana con Estados Unidos. Todos y cada uno de los cinco libros o partes de la novela se articulan en torno a esos crímenes y a quienes rodean a los que los cometen o los sufren o son acusados –con justicia o sin ella– de estos crímenes.
En la primera parte, cuatro críticos literarios obsesionados con –o fascinados por– la obra de un escritor alemán, un tal Benno von Archimboldi, siguen sus pasos hasta México D.F. La figura del escritor, que resulta desde un principio misteriosa e inquietante, supone el nexo en común entre Pelletier, Espinoza, Morini y Norton. De ellos cuatro, Morini, al estar incapacitado para desplazarse espacialmente, es el único que no llega a acercarse a su ídolo. Se trata, pues, de una línea que se rompe antes de poder alcanzar su objetivo. Las otras tres están a punto de rozarlo, pero como suele suceder en estos casos, deben regresar sin contactar con Archimboldi.
En la segunda parte, Bolaño nos muestra a través de Amalfitano su interés por la geometría. El profesor de universidad sufre una curiosa atracción por un libro, el Testamento geométrico de Rafael Dieste, que le inspira ciertos dibujos en los que, mediante sencillas figuras geométricas, transcribe la relación entre algunos filósofos capitales en la historia occidental (pp. 247-249). ¿Se trata de una trasposición filosófica de la doctrina que Bolaño aplica a su literatura? Probablemente. En cualquier caso, Amalfitano constituye una circunferencia, aislada del exterior, que enloquece debido precisamente al miedo que enrarece el ambiente, a una certeza sin pruebas de que a su alrededor está sucediendo algo terrible, una hecatombe cotidiana, metódica, imposible de detener por medios humanos, una especie de maldición bíblica que cae sobre los hombres, ejecutada por esos mismos hombres, que los convierte en otra cosa, en algo que es diferente y peor, algo que aterra a Amalfitano. Dentro de la circunferencia habría que inscribir otra, formada por Rosa, su hija, y ambas deberían estar afectadas por la sucesión de crímenes de la que se habla en la cuarta parte.
En la tercera parte surge Fate, el periodista negro que viene a cubrir una noticia deportiva a México, donde de forma tangencial conoce a Rosa, la hija de amalfitano, a la que salva de perecer asesinada –o eso suponemos o sospechamos–, haciendo honor a su nombre, “Destino” en inglés, ejerciendo de salvador, de parábola que entra y sale del infierno sin verse manchado por su suciedad.
La cuarta parte supone un ejercicio de taxidermia realista, una gigantesca y fabulosa enumeración caótica de hechos horribles, una denuncia que roza la comicidad en ocasiones, la presentación de una verdad tan atroz que supera cualquier tipo de tratamiento. En nuestro esquema inicial, vendrían representados por una sucesión de barras, idénticas unas a otras, que penetran en el círculo formado por Amalfitano y Rosa, del que Fate la salva a ella –él suponemos que cae–. Entre las barras, hay una que cobra especial relevancia, la de Klaus Haas, acusado de uno de los primeros asesinatos, que crece y crece a lo largo del libro, tocando a Fate y a Rosa en su devenir, relacionada finalmente con Archimboldi. La representamos mediante un triángulo isósceles que tiene una parte en negro y otra en blanco, debido a su ambivalencia.
Por último, la parte de Archimboldi repasa los últimos setenta años de historia europea, sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, a través de la vida de un alemán llamado Hans Reiter, que más tarde sabremos que es Benno von Archimboldi, el padre de Klaus Haas, que ha ido a México D.F. a visitar a su hijo.
Esta estructura, mucho más compleja que la de Los detectives salvajes, hemos tratado de representarla en el siguiente esquema:

Por desgracia, en puridad ninguna de ellas es una representación fiel, pues lo importante no es la disposición espacial de las partes en el plano, sino su carácter puramente tangencial con respecto a una verdad que jamás podremos conocer. Y esta esencia se podría explicar mejor con un esquema único, que sería el siguiente:

En él, el objeto que se trata de representar –las figuras de Arturo Belano y Ulises Lima o los crímenes– quedan conformados por las verdades a medias que nos cuentan otros personajes, por sus vidas tangenciales al problema, por relaciones que no pasan de casuales o anecdóticas y que sin embargo sirven para marcar la silueta de ese círculo, esa verdad a la que nunca tendremos acceso.

One thought on “Bolaño geométrico (sólo para iniciados)

  • el 21 agosto, 2017 a las 5:07 am
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    Hola

    Archimboldi es tío de Haas, no papá.

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