Viviendo una actitud rock

Por Octavio Beares.

Bruce Paley nació en Nueva York en 1949. Esto quiere decir que cuando, por ejemplo, la banda de San Francisco ‘Jefferson Airplane’ sacaba su disco “Surrealistic Pillow”, contaba la dulce edad de dieciocho años. Con ello podemos hacernos una idea de que Paley fue un veinteañero de la era psicodélica, del tiempo del hipismo más radical. Vivió una cultura de libertad que marcó dos décadas como una montaña rusa: subida (subidón, sería más apropiado) y caída vertiginosa hasta los pozos del punk y el downtown neoyorquino, la alcantarilla de Ramones y Johnny Thunders. Thunders, precisamente es uno de los personajes que aparecen, breve pero intensamente, por los capítulos de “Jirafas en mi pelo: una vida de rock ‘n’ roll” (ediciones La Cúpula), novela gráfica autobiográfica del ahora periodista y escritor afincado en Inglaterra.

Carol Swain, por su parte, es autora de cómics desde los años ochenta, y actual pareja de Paley. Y la encargada de poner en imágenes las jirafas en su pelo, los recuerdos episódicos, nítidos o confusos, dolorosos o felices, de alguien que, sin duda, ha vivido y tiene mucho que contar.

Con estos datos cabe preguntarse qué hace de una obra algo apetecible. A veces es la perfección técnica, un dibujo que embelesa, o simplemente la exquisita presentación del libro. Otras la temática, como lectores, nos atrae. Sin duda “Jirafas en mi pelo” se encuentra en este segundo grupo. La vida en la carretera, la filosofía a medio camino del fenómeno hippy y del vagabundeo, el choque con la realidad de los setenta, el camino que va de los hongos al basurero, de los escarceos psicodélicos con ácido al pozo de la heroína, los senderos vitales que se cruzan con conocidos ídolos del rock… la vida de Paley es de esas que merecen ser contadas. Podemos, entonces, decir que también podría contarse desde la excelencia, y no con un dibujo que cumple pero no destaca o con un estilo excesivamente literario, con muchas viñetas que tan solo ilustran lo que las cartelas de texto ya explican muy bien. Da igual. Cuando lo que se relata es tan apetecible, absorbente e impregnado de absoluta verdad (el lector va a sentir la falta de rumbo, el joven desenfocado y famélico de experiencias y vida al límite), lo demás sobra.

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