Círculo de Bellas Autes

Por Enrique Gutiérrez Llamas (texto) /

Fotografías de Pablo Álvarez.

Resulta que, a veces, “la poesía nace o dejas que te cace”.

Y es que en este país hay una generación entera, que vivió su adolescencia a puertas de la transición a escasos meses de la muerte de Franco, que se dejó cazar por los versos cantados de alguien a quien no le gusta ser llamado cantautor. A los versos de alguien que eludía la censura con pies de plomo y con muchas ideas propias.

Algunos años después de eso, el Círculo de Bellas Artes se convirtió en el Círculo de Bellas Autes para recibir a aquel héroe que no dejó de serlo cuando se le cayó el pelo ni le salieron arrugas. Y entró, deslumbrado por unos flashes que no le gustan nada, en el Teatro Fernando de Rojas, siendo el héroe de esas adolescentes que son madres desde hace más de veinte años, cuyos hijos se acunaron con sus canciones. La presentación fue un parto doble, por un lado su disco Intemperie, por otro su libro “No hay quinto AniMalo” . Puede que sea este un disco que se tenga que escuchar de forma global, el primer disco de ese estilo tras el Sargents Peppers de los Beatles. Puede que aquel sea un libro que desmonte de lleno toda la sintaxis, que juegue con todos los placeres que la “y más griega ahora que nunca” nos pueda otorgar.

Y allí, en el Círculo de Bellas Autes, Charo López, leyó algunos de eso poemigas que ha escrito Luis Eduardo, y allí intentó él cantar un poema de Carlos Edmundo de Ory, recentísimamente fallecido. Y poco más que decir, porque a él no le gusta hablar. Es muchísimo mejor leerlo o escucharlo.

Gracias, Eduardo.

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