B-Boys en Cuatro Esquinas

 

Por Alfredo Llopico.

 

Casi todas las tardes, desde hace unos meses, entre las seis y las nueve de la noche, un grupo de jóvenes se reúne en una de las Cuatro Esquinas, el punto más céntrico de la ciudad de Castellón. De manera espontánea estos B-boys llegan a la hora convenida, sacan su aparatoso radiocassette, ponen su música y por turno se ponen a bailar break, generando un corro de curiosos viandantes que por días se convierte en multitud. Al otro lado de la esquina el tiempo sigue pasando sosegadamente, sin ruidos, sin alharacas ni sorpresas, y sin embargo, fuera, ya en la calle, cada tarde la vida se manifiesta sonoramente.

La juventud y sus modas siempre han sido un tema de discusión. Qué más da si eres emo, punk o dark; si lo tuyo es el rock o la música pop; si eres un friki, o si estás con los hoygan. Lo realmente interesante es ver que en pleno siglo XXI nuestra sociedad se ha ido subdividiendo hasta conseguir que cada persona tenga su propia identidad, dando lugar a las subculturas urbanas, «tribus» en las que los jóvenes se agrupan para sentirse plenamente aceptados como grupo. Para los mayores esto suena a chino o algo así. Pero la realidad es que siempre hubo un idioma común propio de los jóvenes y esto también incluía ropa, música, comida, películas y demás. La diferencia de antes con los nuevos tiempos es que ahora se trata de verdaderas culturas urbanas.

Y si estas culturas urbanas se definen a menudo por su oposición a los valores de la dominante a la que pertenecen, resulta que me las encuentro cada tarde frente a mí. Con su música y sus bailes, los jóvenes, a los que considerábamos pasivos espectadores, se sitúan debajo de los focos, agitan sus cuerpos vestidos según sus modas y nos obligan a asumir que, frente a la realidad más seria, la que está en el interior, el espectáculo está en la calle. Y, como ya hiciera Miguel Trillo con el objetivo de su cámara al captar el espíritu de los movimientos juveniles en los años ochenta, nosotros debemos girar el nuestro también hacia la platea, siempre en constante cambio y reciclaje, en la que cada uno es la mejor obra que puede crear.

Ha llegado el momento de invitarles a pasar… o más bien de que salgamos nosotros para empaparnos de su indescriptible efervescencia. 

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