Historias reales, de Margaret Atwood

Historias reales
Margaret Atwood

Por Alberto García-Teresa

Sobre el horror y la belleza del mundo, sobre lo que tenemos delante de nuestros ojos y la capacidad de producir dolor o tratar de evitarlo gira este poemario de la siempre deslumbrante Margaret Atwood, editado originalmente en 1981.

El volumen se abre con un excelente y breve pero sustancioso prólogo de María Pilar Somacarrera Íñigo, traductora de esta obra, quien ya se ha encargado con anterioridad de verter otros poemarios de Atwood al castellano y que tiene algunos trabajos monográficos sobre ella. Buena conocedora, por tanto, de su obra, señala muchas de sus claves poéticas, y de esta manera nos revela que este poemario «ofrece varios de los temas recurrentes en su obra: la política, el amor, el lenguaje y, cómo no, el poder y las posibilidades de la poesía».

A continuación, se presenta el artículo de Atwood “Bajo el pulgar: Cómo me convertí en poeta” (de 1996), con carácter autobiográfico, de interés circunstancial.

La obra se divide en tres secciones, en las que existe cierta cohesión confeccionada con algunas referencias continuas y mediante la unidad de tono interna. A lo largo de todo el volumen, la escritora emplea un lenguaje sencillo, de referentes cotidianos, aunque acumula imágenes y metáforas evocadoras y fantasiosas (con muchos elementos naturales, objeto de abundantes poemas de la primera y tercera parte) o bien crudas y violentas imágenes sobre la acción del ser humano (en la segunda sección).

Así, en la primera parte, en su contemplación de la naturaleza, el «yo poético» llega a descubrir la verdad de la vida (alejada de los presupuestos sociales humanos: «debería tirar mi reloj de oro / al océano y renunciar / al tiempo»). De hecho, incide reiteradamente en cómo el ser humano destruye ese paraíso natural (ella utiliza ahí una imagen continua de una isla), los cuales logran serlo porque «cualquier rastro humano es extraordinario»: «las palmeras de esta tarjeta / son una ilusión, también la arena rosa. / Lo que se ve son los cascos / de las botellas de siempre y el olor / de sumideros atascados». Así se manifiesta una expresión doliente de esa conciencia de la realidad.

De este modo, ataca continuamente la falsedad y artificiosidad de nuestra forma de vida, ajena al ecosistema donde nos ubicamos, de una manera antinatural.

Aparece ya una constante reflexión sobre el decir y el estado del mundo: «¿cómo puedo justificar / este tierno poema frente al más puro / horror?». Flota, por tanto, constantemente el problema del lenguaje en las relaciones humanas, en lo que crea, lo que permite, y también lo que excluye, y en cómo determina la visión de la realidad. Concluye, entonces, que el amor es un privilegio entre tanto dolor y desolación: «cogerse las manos es un lujo / que sólo se permiten los gordos».

En esa misma sección del poemario incorpora la autora una serie de textos en prosa (que son en realidad antes microrrelatos que poemas en prosa) que retratan historias de violencia machista, manifestaciones contra todo tipo de agresión, en esencia. Estos, además, apuntan el eje vertebrador de la segunda y más contundente parte del volumen.

En ella, expresa una decidida crítica a la tortura y contra los torturadores, a su cinismo y a su forma de aparecer siempre como víctimas sin más remedio que tener que recurrir a la violencia. Atwood no crea en ella eslóganes, sino que presenta hechos y atmósferas que expresan por sí mismos esa denuncia.

Aparecen, así, reflejos muy crudos, con los que arremete contra las estructuras de poder que crean y toleran esos mecanismos («esas cosas se hacen en cuanto / existen los partidos») y también contra la complicidad del silencio. Encadena casos, a modo de ejemplos, que confirman un mosaico brutal. Además, juega con las preguntas retóricas para apelar a la razón en medio del delirio que ha plasmado con todo ese cuadro.

Por otro lado, todo esto tiene lugar haciendo hincapié en la perspectiva de la opresión de la mujer, poniendo de manifiesto cómo las situaciones de injusticia agravan especialmente sus condiciones.

Sin embargo, la escritora termina extenuada: «no hay poema que pueda escribir / sobre ello», revela. ¿Qué puede hacer, entonces, la poesía? Atwood afirma: «No sirve de nada. / Se quedan como están [las injusticias]». Pero, a pesar de todo, concluye que «en otros lugares debes escribir este poema / porque ya no se puede hacer nada más». De esta manera, en una de las piezas más categóricas del poemario (y que incluye, rompiendo la relación mantenida anteriormente entre la autora y el lector, un decidido imperativo moral), resuelve que «ver con claridad los hechos de este mundo / es ver a través de las lágrimas (…) / Dar testimonio es tu deber».

Finalmente, la tercera parte del libro incluye poemas de amor, marcados por la fragilidad del sentimiento y de la relación, de la experiencia amorosa. También ofrece piezas sobre un acercamiento sencillo a la naturaleza, a través de pequeños elementos (recoger setas, mirar pájaros, observar el jardín). De esta manera, trae de vuelta la ternura (aniquilada en la segunda parte por la crueldad humana) y sentimientos de armonía con el entorno natural (es, pues, posible, la convivencia).

Con todo, a pesar de esa intención de comunicación, Atwood apunta en el primer poema del libro la falacia de la «historia real», pues «la historia real es perversa / y múltiple, y falsa / siempre», pero señala, en mi opinión, más esa búsqueda de la versión silenciada en la Historia oficial, que es la de los oprimidos y los marginados, la conciencia de un obligado relativismo más que una negación de ese modo de comprender la realidad.

De este modo, el poemario, coherente con toda la trayectoria de Margaret Atwood, nos presenta una voz que explora la relación del ser humano con su entorno, que destaca la belleza de los espacios aún libres de su intervención y que arremete firmemente contra la capacidad que tiene aquel de hacer sufrir a los otros para garantizar el poder.

Historias reales
Margaret Atwood

Trad.: María Pilar Somacarrera Íñigo
Edición bilingüe
218 páginas
Bruguera, 2010
ISBN: 978-84-02-42111-1

http://www.edicionesb.com/
www.albertogarciateresa.com

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