The town, ciudad de ladrones: Hollywood atraca sus películas

Por Francisco Balbuena.

Caradepalo Affleck en The Town, ciudad de ladrones ha salvado su pellejo por muy poco, al igual que al final del metraje del FBI se salva Doug McRay, el protagonista de su película y al cual él mismo da vida, es un decir. Bien mirado, lo de menos en The Town es la cortedad interpretativa de su actor principal, no en vano va acompañada de una también muy limitada capacidad dramática de Rebecca Hall en su papel de Claire, su partenaire. En realidad, hay en la historia de la cinematografía grandes películas, incluso obras maestras, muy mal interpretadas; son otros sus méritos los que las han encumbrado. No obstante, cabe destacar en este film los grandes papeles que desarrollan Jon Hamm y Jeremy Renner. Al fin y al cabo, a estos actores les corresponderá el protagonismo de la escena cumbre por violenta: su enfrentamiento en el atraco final y su correspondiente tiroteo. Al final sabe a poco la intervención de ambos como policía y ladrón, por no hablar de los otros integrantes de la banda. Así como parece excesiva, forzada y por segundos ridícula la aparición de Blake Lively como logrera de pacotilla.

The Town se salva por otros méritos que los meramente interpretativos. El principal mérito es que recuerda a varias películas de Martin Scorsese, a alguna de Brian de Palma y, sobre todo a Heat de Michael Mann. Affleck ha robado con su película el impulso narrativo de sus argumentos, sus características puestas en escena e incluso determinados planos señeros. En el tiroteo final en plena calle, por momentos parece que estamos viendo a Al Pacino y a Val Kilmer en lugar de a Hamm y Renner. Incluso el choque del furgón del dinero nos trae a la memoria la espectacular embestida del furgón a otro furgón con las que nos regala Mann al principio de su obra maestra. Cierto, he aquí la fuerza de esta película: que es muy previsible, que el espectador sabe a dónde irá y lo que verá, pero que se entretiene siendo testigo de este remake de Heat, el cual, por carencia de confesión de Affleck, se contempla con indulgencia y un poco de nostalgia. Casi podríamos llamar a The Town un underremake de Heat.

Ben Affleck con todo su material robado tenía bastantes buenas cartas para un mejor juego. Habla de esa Charlestown, el gueto irlandés en Boston, pero no nos lo muestra, jamás vemos su vida secreta y delictiva, no sentimos su corazón de callejones y garitos. Trata sobre la amistad desde la infancia entre Doug McRay y Jem (Renner), pero ésta es una amistad hablada, confesada, en absoluto demostrada en la cotidianidad, si exceptuamos esa paliza a domicilio sobre otros facinerosos, nunca del todo explicada argumentalmente. Repasa el incierto y doloroso pasado del protagonista, sin embargo, su infancia terrible es un pasado recordado que apenas se manifiesta en cómo ese hombre encara el mundo y lo siente. Quizá pedir a Affleck que profundizase en estos aspectos, así como en la ambigua relación entre McRay y Clare ─el tema más flojo de la película por falta de coraje y riesgo del director─ hubiese sido pedir peras al olmo. No estamos ante un gran director, aunque es meritorio su afán de dirigir con solvencia.

Hay un momento preciso y exacto en el que se percibe que Affleck podría haber remachado un buen clavo, hasta el punto de conmovernos. Cuando McRay observa con prismáticos cómo Claire, en su casa llena de policías, le está traicionando; aunque no llega a consumar esa traición, lo que hubiese dado sentido a todo el asqueroso pasado familiar y el presente personal de McRay. Más parece que Claire prefiriere ejecutar una finta de chica bien, de buena chica que opta por obedecer a la ley a medias antes que ser consecuente consigo misma, como mujer enamorada o, si eligiese la villanía de su corazón, como perdularia de banco. El espectador llega a emocionarse ante la posibilidad de que Claire elija la peor de las opciones, sea cual sea ésta para cual en su butaca, pero esta emoción se malogra. Asistimos a un coitus interruptus de lágrimas, a una ambigüedad excesivamente calculada, a un epílogo demasiado timorato y blandengue a lugar común. Aquí se ha impuesto la cara reseca y los ojos marchitos de Affleck.

Pese a esto, el espectador no se queda con mal cuerpo tras ver The Town. Sencillamente, hay tres atracos a lo largo de la película, bien distribuidos y resueltos con habilidad, que entretienen. Es verdad que sobran unos cuantos miles de tiros, pólvora malgastada que Affleck debería haber empleado en la profundidad de sus personajes, en una mayor coherencia argumental y en mayores y mejores pinceladas de la vida marginal de Charlestown. No obstante, agradecemos que nos haya brindado las trazas de una película clásica de policías y ladrones. En The Town, ciudad de ladrones los policías son cortitos, y los ladrones son blanditos, pero qué tiernos recuerdos nos ha regalado de otra ciudad llena de bribones…

Francisco Balbuena es escritor. Su última novela publicada es No hay perro que viva tanto (Edad, 2010), premio Ciudad de Getafe.

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