Son características de nuestra época la perfección de medios y la confusión de fines

Por Rafael Ballesteros

“En mi opinión son características de nuestra época la perfección de medios y la confusión de fines”

A. Einstein

“No se ofusque con este terror tecnológico que ha construido;
la posibilidad de destruir un planeta es algo insignificante comparado con el poder de la Fuerza”

Darth Vader


La tecnología produce un cierto grado de ofuscación. En su sentido de pérdida temporal de la claridad mental.

Y es que es normal abrazar la nueva fe tecnológica buscando en ella soluciones o alternativas.

¿Quién no ha sido converso o refractario?; escepticismo o desconfianza; curiosidad o entusiasmo; desprecio o fanatismo… las mismas actitudes humanas aplicadas a los nuevos tiempos. Pero no cambian los tiempos; cambian las personas.

la tecnología es un medio, no un fin en sí misma. Y con demasiada frecuencia perdemos de vista los objetivos y nos centramos exclusivamente en las herramientas que tenemos a nuestro alcance para conseguirlos.

De la misma manera que un atleta que es capaz de correr 100 metros en menos de 10 segundos no puede correr 1500 metros en 150 segundos (2 minutos  y medio) -el récord del mundo está en 206 segundos (3:26 minutos)- porque los objetivos son distintos, y los métodos de entrenamiento  y la técnica de carrera son diferentes, asimismo la tecnología  nos ayuda a llegar a la meta, pero no por ella misma, sino porque la ponemos a nuestro servicio. Es habitual ver cómo la dependencia de la tecnología nos hace esclavos de su uso y somos incapaces de recordar (y lo peor, de llegar a entender) en qué nos ayuda.

El hecho de que algo se pueda hacer usando tecnología no significa que haya que usarla: una calculadora suma y multiplica mucho mejor que cualquiera de nosotros, pero eso no supone que tengamos que dejar de aprender a sumar, no implica dejar de comprender el concepto de operación aritmética.

Es fácil caer deslumbrado por las posibilidades que ofrece el uso de la tecnología como si bálsamo de fiera bras o Deus ex machina se tratara, y despreciar todo aquello que no pasa por el tamiz de su uso.

Y todo esto, sin menocabo de que la ciencia y la cultura, nuestra vida diaria y la profesional han mejorado mucho, sin duda, con su aplicación; los claroscuros de su progresiva imposición a todos los niveles no pueden ensombrecer el triunfo de la inteligencia humana a todos los niveles.

Pero.

Dice el profesor Giorgio Israel, profesor de matemáticas de la Universidad de Roma 1, “la Sapienza” en “la enseñanza sin efectos espaciales”:

“L’introduzione di nuovi e potenti mezzi tecnologici – dall’ormai arcaica lavagna luminosa alle presentazioni multimediali “powerpoint” mediante il calcolatore, fino alle lezioni registrate scaricabili in rete – richiedono un ripensamento delle modalità dell’insegnamento e della comunicazione intellettuale. Da un lato, sarebbe puerile e vano pensare di farne a meno: si rischierebbe di fare come quel mio lontano parente che, proprietario di una ditta di trasporti a cavallo, all’apparire dei camion disse «non dura», e naturalmente fallì. D’altro lato, non bisogna dimenticare che ogni strumento tecnologico non deve diventare il fine bensì essere piegato a un fine, che è quello di comunicare pensieri e concetti. Pertanto l’arte retorica non scompare con i nuovi strumenti ma deve assoggettarli.”

El propio profesor Israel comentaba cómo sus alumnos de Ingeniería usaban con frecuencia la potencia de los ordenadores para solucionar determinados problemas. Él no está en contra de su uso, pero no como alternativa a conocer cómo llegar a las soluciones sabiendo “por qué”.

En este caso, el uso de la tecnología suponía un doble ahorro: de tiempo y de conocimiento.

Veamos lo que dice Oscar Sotolano en “Los jóvenes y las nuevas tecnologías”:

“Es que aquello que con discutible consistencia se suele llamar progreso humano ha sido balizado permanentemente por diversos cambios tecnológicos: el grabado en piedra, los códices de la antigüedad tardía o el medioevo temprano, la invención de la imprenta (los chinos lo habían logrado 6 siglos antes) o la tinta de doble faz consumada por Gutenberg en la Europa occidental en el siglo xv, son todas conquistas tecnológicas que han tenido una influencia decisiva en los modos específicos en que se han ido plasmando las diversas organizaciones sociales y así también las subjetividades epocales predominantes.

Pero, por tomar un ejemplo cualquiera, atribuirle a la imprenta en sí misma la capacidad de producir la democratización de la lectura de la que el mundo podría gozar hoy en día si el capitalismo no hubiera hecho explícita su dimensión más criminal, resulta una falacia. La imprenta pudo servir tanto para la difusión del ideario revolucionario de la Ilustración como para la estabilización de las ideas monárquicas antes que la revolución francesa marcara con su sello contradictorio los tiempos por venir. Pero la búsqueda de la democratización de los saberes y la creación de un concepto tan importante como el de educación pública y obligatoria, si bien se pudo sostener en las posibilidades técnicas de la imprenta y su transformación industrial como herramienta capaz de producir millones de ejemplares de diversos textos, sería incomprensible sin los ideales democráticos que la revolución francesa impuso, incluso a regañadientes de sus sectores más conservadores”.

Todo el artículo intenta situar algunos de los mitos centrales que circulan en torno de la cuestión de las nuevas tecnologías. En mi opinión, desmontándolas y poniéndolas en relación con los comportamientos humanos seculares.

César Antonio Molina publicaba en el diario El País un artículo titulado La cultura sin cultura. El subtitulo es elocuente: “El poder de la inteligencia ha sido sustituido por el de los medios de comunicación. Todo es espectáculo”

Y sigue:

…la constatación documental y fehaciente de los males que acucian hoy a la cultura. No a la cultura de uno u otro país, sino a la cultura universal invadida por la industria y el consumismo y cada vez más ajena a su función secular de explicar y entender el mundo. Una cultura sometida a los gustos del público y destinada al éxito inmediato, al consumo como una mercancía más. El lector transformado en consumidor mientras, el creador, el escritor o el artista, en simple productor de servicios”.

“La cultura humanista está hoy abandonada por jóvenes entregados al becerro de oro de las redes de comunicación (…) El homo sapiens se ha transformado en pantalicus, absorbido por la televisión, por las pantallas de los ordenadores.”.

De nuevo la tecnología, o más bien sus (ab)usos, como piedra contra el tejado de la inteligencia.

Pedro Antonio Curto, en “La literatura y sus envoltorios” afirma:

“Vivimos en un tiempo donde se valora más la botella que lo que la botella contiene y, además, nos han aleccionado visualmente para que nuestros ojos no sean capaces de traspasar el cristal.”

Y aunque en el artículo se centra en las contradicciones entre el “mundo literario” y la literatura, muestra “las dos caras de la moneda del acto creativo, el escribir y el leer, han sido sumergidas en un mundo teledirigido, de normas y convenciones que, aunque no estén marcadas, son más poderosas que nunca. No hay peor censura que la autocensura social y colectiva, aquel lugar donde hasta lo más ‘subversivo’ está dentro de los sibilinos hilos de lo políticamente correcto. Son los condicionantes de esa sociedad de espectáculo de la que nos hablase Guy Debord, multiplicados por el poder de una luces demasiado deslumbrantes”.

Esta sociedad del espectáculo ha alcanzado niveles paroxísticos con la inestimable ayuda de la tecnología y los nuevos medios de los que disponemos.

Es cada vez más frecuente ver cómo las personas usamos los recursos tecnológicos a nuestro alcance sin comprender su auténtico valor, y desde luego sin comprender su funcionamiento ni sus posibilidades. Asimismo, accedemos a la vida diaria sin el más mínimo bagaje cultural que nos permita comprender la sociedad en la que vivimos. No son de extrañar, pues, comportamientos y pensamientos racistas, intolerantes, simplistas, irrelevantes cuando no estúpidos. El problema es de base y la solución pasa por la educación y la cultura. Con todas sus complejas aristas, pero, en definitiva, el conocimiento nos da recursos: nos permite abrir las puertas que aparecen ante nosotros.

La Pizarra digital, o el ordenador por aula, por poner dos ejemplos muy actuales, de poco servirán si el docente no es capaz de usarlos para conseguir unos objetivos educativos concretos.

En la serie norteamericana, NCIS, sus protagonistas se dedican a resolver casos con la ayuda no solo de su pericia sino de la alta tecnología que manejan.

En el capítulo 8 de la 7ª temporada, titulado “Apagón”, (se puede ver siguiendo este enlace) toda la ciudad sufre un apagón, lo que les impide utilizar cualquier medio que necesite alimentación eléctrica para funcionar.

Los momentos de zozobra se suceden y finalmente se ven obligados a utilizar los medios tradicionales, “analógicos”, para resolver el caso: uso de una antigua imprenta para sacar copias de un retrato robot, realizado a mano; la consulta manual de extractos bancarios para obtener información de movimientos de dinero; experimentos químicos para los análisis; incluso el uso de una vieja cámara Polaroid para documentar las pruebas, a falta de ordenadores que permitan descargar la cámara digital.

El capítulo nos devuelve a los orígenes en los que era más importante sabér qué hacer y cómo hacerlo que la herramienta usada para conseguirlo.

Sabemos que las herramientas cambian y mejoran; pero no debemos permitir que sean ellas las que decidan.

Como dice Cérsar Antonio Molina, «solo la educación está a la altura del problema».

Y para terminar cerrando el círculo sobre Einstein y el uso de la tecnología, no me resisto mostrarles una imagen de las que valen más que mil palabras: Albert vs. Frank (Einstein).

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Bibliografía:

• Giorgio Israel. Insegnare senza effetti speciali.

• Óscar Sotolano. Los jóvenes y las nuevas tecnologías.

• Pedro Antonio Curto. La literatura y sus envoltorios.

• César Antonio Molina. La cultura sin cultura.

NCIS. Serie de televisión. Capítulo 8º de la 7ª temporada.

Albert vs. Frank (Einstein). En DesEquiLIBROS.

• La viñeta del principio es Tecnología, de Mauricio Rett.

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