Sereno en el peligro

Sereno en el peligro. Lorenzo Silva. Edaf (2010). 391 pp. 25 euros.

Por Luis Muñoz Díez.

Un ensayo curioso y valiente.

A Lorenzo Silva, la inclinación literaria por el género policiaco se le orientó una tarde en una playa, según sus propias palabras, en la que decidió que los investigadores de la novela que pergeñaba no serían ni policías ni investigadores privados, sino una pareja de la Guardia Civil. Así nació el Bevilacqua que tantas satisfacciones le ha dado, a él como escritor y a mí como lector.

Hasta ahí el camino era lógico, alguien tenía que descubrir a delincuentes y criminales y que el color del uniforme y su ámbito territorial no se ciñera al ciudadano o al rural, era una elección, pero de ahí a escribir un libro sobre el cuerpo de la Guardia Civil hay un abismo y entra en un camino resbaladizo.

En la memoria reciente, está Tejero y su bigote, y el tableteo de metralleta de la noche del 23-F que estremeció al país. En la leyenda de la larga posguerra, la persecución de maquis, y en la copla popular la misma Lola flores cantaba: “Llegó un civil con bigotes. Díos mío la que se armó…” como azote de gitanos quincalleros y otros supervivientes del hambre. Asociados a lo rural, y como muestra la foto de la detención del famoso Lute, en la que no se sabe quién está más asustado ante el fogonazo del flash, si el detenido o los beneméritos que lo custodian, y para ampliar su espectro en la ojeriza popular fueron elegidos y seleccionados, como les correspondía, para vigilar la buena marcha de la carretera, y el ciudadano motorizado asociaba el verde del uniforme a una multa que hacía peligrar la economía de final de mes.

No hace falta decir que Silva ha sido valiente escribiendo este libro al que él llama ensayo. Lo hace de manera precisa y narra, de un modo riguroso, luces y sombras, sangre vertida y derramada, arrojando luz a las sombras e iluminando hechos, sin prejuicio de que la luz  permita la visión de esos hechos oscuros. No se puede decir que no tome parte y sea totalmente imparcial, pero eso es entendible, Silva es un escritor de prestigio y si no sintiera una simpatía por el cuerpo no hubiera puesto ahí su empeño. Consigue con este libro, cuidadísimo en ilustraciones y edición, poner en claro una parte de la historia nada tocada y es de agradecer el que se haya hecho en honor a la verdad, más allá de lirismos, ideas preconcebidas y posturas unívocas y cerradas.

Ha sido valiente al abordar esta obra que a veces crispa y a veces emociona, pero a nadie puede dejar indiferente, porque este libro está vivo, de lectura entretenida, precisa en datos y cuenta con una riqueza de imágenes de una España nuestra, harapienta y desnutrida que a veces sobrecoge, por no ser una historia lejana sino la que vivieron nuestros padres y abuelos. Me he detenido muchas veces en la lectura de este libro, porque cuenta con una recopilación de imágenes realmente poderosa, con un realismo que te atrapa y te obliga casi a estudiarla con la emoción de contemplar algo que sabes real, un pedazo de historia que hemos recibido en nuestra tradición oral y ha confortado lo que ahora somos.

Lorenzo Silva, hace un repaso personal de la institución del cuerpo y la razón de su fundación, haciendo hincapié en la desconocida postura de la mayoría de sus miembros en la república, su adaptación en el tiempo y el riesgo de desaparición desde su fundación a los sofisticados medios con los que cuenta hoy el cuerpo, que ya nada tienen que ver con esas siluetas encapotadas que se dibujaban custodiando los caminos por parejas a caballo.

No voy a rechazar la información del valioso cometido que tiene hoy el cuerpo en la seguridad ciudadana con su puntera tecnología, de la que Silva nos pone al día, pero lo que a mí me ha impresionado de esta obra es la mirada a ese pasado inmediato que a veces nos suena remoto y Silva sitúa con rigor en su lugar, que es próximo y no debemos olvidar ni sentirlo ajeno.

Era un reto difícil y había que ser valiente, y Lorenzo Silva lo ha sido y ha logrado un libro documental que, en mi opinión, a nadie puede dejar indiferente.

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