Turín negro

Por Eduardo Boix*.

Todos los sábados de mi infancia y adolescencia, era habitual, acercarme con mi padre al videoclub que había dos calles más abajo de casa, para alquilar dos películas, una dramática o basada en hechos reales, para mi madre, otra violenta, para mi padre.  Yo era feliz en aquel viejo contenedor de sueños.  Nos gustaba perdernos entre los polvorientos pasillos de aquel videoclub llamado Inca.

Recuerdo una tarde en especial.  La cara dibujada de Bud Spencer empuñando una pistola se asomaba entre otras carátulas de Charles Bronson, Clint Eastwood o Chuck Norris entre otros.  Nos llamó la atención porque en la sinopsis la anunciaban como un dramón de estos de tila y pañuelos de papel, cosa a la que no estábamos acostumbrados con Bud Spencer, icono del mamporro divertido.  Al llegar a casa mi madre también se sorprendió al contarle lo de la película, así que a la noche tras el baño, la cena y la sobremesa nos sentamos, como siempre, los tres a verla. 

Han pasado algunos años y todavía recuerdo algunas escenas.  Creo que ha sido una de las películas que mas me ha marcado.  Las dos escenas que me vienen a la memoria son, una en la que aparece Bud Spencer con su hijo en un estadio de fútbol mientras presencian un asesinato y la segunda es cuando su personaje regresa a casa del trabajo que le reconocen porque silba una canción.  No recuerdo nada más de la película, pero si evoco una sensación, miedo o desasosiego.  Siempre he tenido pánico a perder a mi padre y creo que se acrecienta con los años.  En la película el personaje Rosario Rao (Bud Spencer) sufre las consecuencias de una sociedad injusta y violenta.  Durante un partido de fútbol, un hombre es asesinado, todas las pruebas culpan a un inocente padre de familia, ya de por si humildes, deja a su mujer y sus dos hijos en una complicada situación. Su hijo mayor de unos 15 años de edad, estaba en el momento del asesinato con su padre y sabe que este es inocente, un día, por una noticia en el periódico, se le abre la posibilidad de probar la inocencia de su progenitor, y con la ayuda del hasta entonces inoperante abogado, iniciará su particular investigación.

En esta película el malo puede ser la mafia o unos simples asesinos, que aprovechando la confusión de un partido de fútbol, realicen un ajuste de cuentas.  Pero hay algo más.  La, a veces, inoperancia de la justicia y sus errores, quizá sea peor que la mente de un simple asesino.  En esta película deja muy patente como puede truncar la vida de una persona un simple error, una tremenda equivocación, que le hará estar marcado de por vida. 

Recordaré toda la vida esta película por el desasosiego que me produjo.  Siempre que veo fútbol me acuerdo de ella.  Siempre que estoy con mi padre, me acuerdo de ella y el miedo me recorre la espina dorsal.  Me da pavor perderle.

 
 * Texto que pertenece a Malos de Película, una serie de textos sobre malos de libros y películas que me han marcado. 

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