AHORA. Cosas que hacemos para no estar solos.

Por Rocío Pastor.

Bajo este título, el Teatro Fernán Gómez de Madrid, junto con la dirección de Pablo Messiez y la interpretación de Fernanda Orazi, Estefanía de los Santos y el propio director entre el reparto; amplía a petición del público una obra en la que la vida no es más que la cotidianeidad del presente. Algo tan sencillo y tan brutalmente desgarrador que libera las pasiones, los miedos, los anhelos  y la urgencia en el presente de unos personajes que juegan a inventar su realidad, convertidos en los protagonistas de sus historias favoritas.

Antes de comenzar la función, los actores se relajan sobre una escenografía dividida en dos. A la izquierda, el vacío en el que los personajes encontrarán uno a uno en refugio para abrirse ante el público y desvelar su identidad. A la derecha, el escenario: una cocina estilo retro en la que se desarrollará la vida con tal intensidad que los olores y las acciones serán realidad y no ficción.

Es el comienzo de una “terapia sanadora” que en unos instantes creará un lenguaje común, universal, la magia del teatro que creará una vida diferente, imaginaria, real sobre las tablas, una verdad que durante 70 minutos será su “AHORA” superando así la soledad al hallar la comprensión en un público cauto, respetuoso que paulatinamente llena la sala bajo la atenta mirada de los intérpretes que, en sus puestos,  esperan a que la audiencia tome asiento.

¿Qué encontramos? La dulzura de la rutina, lo humano, lo honesto… esa sinceridad que derrota, que acompaña. Nos sentimos solos en la compañía más cercana, buscamos. “Mira ahí fuera. Esos mosquitos pueden ir a cualquier parte y lo que quieren es entrar aquí, ¡Qué tontos!, ¿no?”, dice uno de los personajes.

Cómo entender que la complicidad de la convivencia es lo que nos construye, lo que nos determina. Queremos ser quienes no somos, nos olvidamos de vivir. Nos ponemos música triste para sentirnos tristes, todos estamos un  poco locos.

En los tres personajes, bien construidos, definidos se observa la sinceridad de la infancia, la picardía de no sentir el temor de ser quienes somos, sin reparo. La locura de la adolescencia, la lucha interna, la desazón. Y lo cauto de la madurez, la aceptación, la resignación, el recuerdo.

“AHORA” es una obra libre, viva, que crece por sí sola, se desarrolla, se improvisa, todo es parte de la misma, crea su estructura sentando el movimiento.

Y al final de la misma, ante el telón que no cae, la mejor de las sonrisas. Esa melancolía dulce que despiertan las lágrimas que acompañan la luz porque “nunca se podrá ser otra cosa, que no seas tú mismo”.