Cuentos de Nasrudín

Hay algo de lo que carecen, por lo general, la mayoría de los pensadores occidentales, y que en cambio es central en ciertas tradiciones orientales: el humor. Un ejemplo de lo que decimos lo encontramos en el budismo zen, en sus historias y koans, y otro, en el pensamiento musulmán, en los cuentos de Nasrudín.

Nasrudín es un personaje que forma parte de la cultura popular y que destaca por su manera de resolver los acertijos existenciales haciendo uso del humor.

A nosotros esta actitud nos encanta, ya que creemos que a través de un uso inteligente del sentido del humor se puede enseñar, subvertir o desarmar de una manera tan elegante como eficaz.

Sin más, aquí os dejamos tres de las muchas historias que podéis encontrar en la obra Cuentos de Nasrudín (Obelisco, 2010):

Nasrudín y los pasteles

Una noche, Nasrudín estaba cenando con sus discípulos y discutiendo sobre el origen de las estrellas cuando, casi de madrugada, sus alumnos empezaban a prepararse para regresar a sus casas. Sobre la mesa quedaba un plato de pasteles, y Nasrudín les pidió que los acabaran antes de irse. Uno de sus discípulos se negó rotundamente a hacerlo. Cuando le preguntaron por qué, contestó que sin duda se trataba de una prueba a la que Nasrudín les estaba sometiendo para ver si eran capaces de controlar sus deseos.

Nasrudín escuchó atento estas palabras y le dijo que estaba muy equivocado. La mejor manera de dominar un deseo era verlo satisfecho. Es mejor que los pasteles estén en el estómago que en el pensamiento, que debe utilizarse para cosas más nobles.

Los dientes del sultán

En cierta ocasión, el sultán soñó que había perdido todos sus dientes. Al despertar, mandó llamar a un conocido intérprete de sueños, que le dijo que cada diente caído representaba la pérdida de un pariente.

Sumamente enfadado, el sultán, lo hizo expulsar y ordenó que le dieran 100 latigazos. Mandó llamar entonces a Nasrudín y le contó el mismo sueño. Después de escucharle con atención, Nasrudín le dijo al Sultán:

-Este sueño significa que sobrevivirás a todos tus pareitnes.

La respuesta satisfizo al sultán, que ordenó que le dieran a Nasrudín 100 monedas de oro.

Al cabo de unos días, Nasrudín se encontró con el intérprete de sueños al que habían molido a palos y que le dijo:

-No entiendo cómo a mí me han dado 100 latigazo y a ti 100 monedas de oro.

Entonces, Nasrudín le contestó con su habitual humor:

-Todo depende de cómo se dicen las cosas.

Precisión

Nasrudín estaba visitando un museo y se acercó a un grupo de turistas para escuchar las explicaciones del guía. Cuando llegaron a un sarcófago, éste dijo:

-Este sarcófago tiene 5000 años.

Nasrudín le interrumpió y le dijo:

-Estás equivocado; ese sarcófago tiene 5003 años.

Los turistas quedaron muy impresionados y murmuraron entre ellos. Llegaron entonces a otra sala en la que se podían apreciar unos bellísimos jarrones:

-Este jarrón tiene 2500 años –dijo el guía.

-Te equivocas de nuevo –dijo Nasrudín-. Este jarrón tiene 2503 años.

Entonces, uno de los turistas le preguntó:

-Debe de ser usted un gran experto para datar con tanta precisión estos objetos antiguos.

-De ningún modo –dijo Nasrudín-, es que vine hace tres años y el sarcófago tenía 5000 años y el jarrón 2500.

 

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