Nada de Janne Teller


Por Rebeca Martín.

Nada de Janne Teller. Barcelona, Seix Barral, 2011. 1ª ed., 1ª imp. 160 p. 23×14 cm.

Censurado, reeditado, prohibido, alabado, detestado… Desde su aparición en el año 2006 este libro de la danesa Janne Teller no ha dejado indiferente a nadie. ¿Será porque la autora ha escogido a un grupo de niños como protagonistas de una durísima fábula moderna? ¿O es que la sociedad aún no está preparada para enfrentarse a la tan temida “nada” que nos rodea y nos absorbe?

El libro cuenta la historia de Pierre Anton, que decide subirse a un árbol el mismo día en el que cae en la cuenta de que “nada importa”. A partir de ese momento sus compañeros de clase harán lo imposible por convencerle de que la vida merece la pena pero, hartos de esperar a que el protagonista entre en razón y abandone sus derrotistas argumentos filosóficos, deciden demostrarle el verdadero valor de la vida con ejemplos.

Cada uno ofrecerá algo que realmente valora contra la nada de Pierre.  Y lo que empieza como un inocente juego infantil plagado de buenas intenciones, va cobrando tintes de tragedia cuando los niños comienzan a demostrar la envidia, la codicia y el orgullo que impera en la sociedad moderna. Sus regalos se convierten en auténticos sacrificios que se exigen unos a otros. Unas zapatillas nuevas, tu diario, una de tus mascotas… Nada es suficiente.

La autora consigue reflejar magistralmente el drama de la contemporaneidad más absoluta, con un inocente cuento plagado de fanatismo, miseria, falta de valores y una importante ración de filosofía. Con esta obra ha conseguido entrar en la lista de los crossover, aquellos libros de apariencia juvenil que seducen a un lector adulto y logran romper barreras generacionales.

Nada ha conseguido numerosos premios, entre otros, Mejor libro en 2001 en Dinamarca, Premio Libbylit a la mejor novela del ámbito francófono, o Mejor libro 2010 por el periódico alemán Die Zei. Al escribirlo Janne Teller pensaba en dos cosas: en la novela que le habría gustado leer con 14 años y en huir del encorsetamiento que le sobra a la literatura juvenil. En sus propias palabras opina que “a menudo los jóvenes están más abiertos a nuevos pensamientos, estilos e ideas que los adultos”.

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