Face to face de Fernando Bayona

Por Silvia Alzueta
Face to face
Fernando Bayona
Sala Siglo XXI. Museo de Huelva
Del 13 de abril al 29 mayo

La semana pasada se inauguró en el Museo de Huelva la exposición Face to face del jienense Fernando Bayona realizada gracias a la Diputación de Huelva. En ella no sólo se pueden contemplar una selección de 19 fotografías sino también una decorado similar al que realiza para sus fotografías en las que los visitantes se pueden hacer fotos sino también una mesa de trabajo en la que se observa el trabajo de producción y postproducción de cada imagen.

La muestra recoge las tres últimas series que ha realizado entre 2009 y 2011 Lon, long time ago, Once upon time y Hidden Cycle, a excepción de Circus Christi. Entre las tres citadas series existen múltiples concomitancias a pesar de que cada una de ellas relata una historia diferente. En todas ellas la representación aparece en sus amplias acepciones; tanto como imagen que acontece o se despliega como otra cosa, la idea de una puesta en escena de una obra, o la imagen que se hace presente a la conciencia como un objeto interior o exterior a esta. Y todas ellas se definen de forma más que adecuada. A Fernando Bayona no le interesa el instante preciso o la idea de captar lo inesperado, sino que le interesa controlar todos y cada uno de los elementos que aparecen en sus imágenes. Cada una de ellas ha sido pensada y diseñada como un elemento creado ex profeso desde la mente del artista a su materialización como acontecimiento. La imagen cobra sentido sólo al ser fotografiada y al ser mirada, y existe sólo para ser fotografiada no de forma autónoma a la representación. La obra imita a la imagen mental del artista, pero su referente sólo existe como presencia mientras dura la sesión fotográfica, una vez ésta pasa lo que queda son simplemente restos o fragmentos de realidad.

Por tanto, cada imagen creada por Fernando deviene de un proceso creativo que cobra sentido no sólo al ser materializado sino al ser fotografiado, al ser inmortalizado y, por tanto el tiempo de la imagen se convierte en narración. Cada una de las imágenes que el artista realiza no son obras válidas o terminadas sino que sólo aquellas que Fernando decide pasan a formar parte del fragmento que compone la narración. Cada una de las fotografías tiene capacidad y tensión narrativa de forma autónoma, pero también dentro de la serie que nos muestran un imaginario muy íntimo y personal del artista. La estructura narrativa evidencia la contaminación de géneros que existe en su fotografía que bebe de la literatura en su estructura y especialmente de los cuentos, de hecho los personajes de la serie Long, long time ago… no son otros que Caperucita Roja, el Mago Merlín o Gepetto, personajes de cuentos populares que nos remiten al cuento original pero que a su vez generan otra unidad narrativa, como es el caso de la Historia de un violín[1] que conforman las 12 fotografías que componen Long long time ago… Esta simple estructura narrativa está presente también en la serie Once upon time en la que se nos cuenta la historia de Iris y la malvada Gunn dentro de un contexto circense, o en su último trabajo Hidden. El narrador es un omnisciente en todo momento y de hecho en las ediciones de los catálogos apreciamos con total precisión lo que en sala o al ver las obras en otros contextos pasa desapercibidos, de hecho existe también en la serie una moraleja latente.

Se hace necesario destacar cómo el autor a través de estos cuentos muestra los aspectos de las relaciones humanas que normalmente se ignoran o no se tratan, tales como el placer y el dolor unidos, el odio, la envidia y ciertas pasiones humanas. Hay una clara preocupación en su obra por el otro, por los mundos que no se muestran o se castran. A través de la contención en unos casos y de lo excesivo en otros, ambas actitudes nos devienen obras en lo que lo carnal y visceral de la serie Hidden convive con el imaginario ingenuo de Long, long time ago…ya que ambas son huellas de esa herida que no es otra que la de la propia realidad ficcionada.

Sus obras, por otra parte, parecen “copias de cuadros” que jamás han existido y que sin embargo parecen remitirnos a algo conocido, a una imagen fotográfica que se adhiere a la realidad. El “como si” está presente al visionar sus imágenes y se encuentra contaminada de múltiples referencias icónicas pero también formales. La multiplicidad de lenguajes se concreta en una fotografía pero, sin embargo, sus construcciones muestran un dominio pleno del volumen y la formación de un escultor, sus composiciones nos remiten a un amplio dominio de la tradición icónica pictórica, su forma de narrar es plenamente cinematográficas y, por qué no, el mundo de la comunicación tal como los anuncios o la fotografía de moda están también presentes en su obra. Las obras funcionan, parecen pinturas, ya que se realizan igual que se realizaban las naturaleza muertas o los retratos, sentando o disponiendo lo que se va a pintar previa una disposición concienzuda de cada uno de lo elementos que se van, en este cado a fotografiar. La idea de naturaleza muerta, en su obra, cobra mucho sentido ya que da una vuelta de tuerca a la pintura fotorrealista al usar su mismo lenguaje.

 


 
[1] El violín, Panete, fue creado por Giuseppe Guarneri en 1737 y actualmente pertenece al banco suizo BSI
 

 

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