Noche de libros. Año seis.

Por María Anaya (texto)/ Pablo Álvarez (Fotografía)

 

Han pasado seis años de aquella primera noche a la que unos pocos madrileños nos acercamos desorientados. Desde aquel año hay dos cosas que se mantienen en cada Noche de los Libros: la indispensable guía para ir de punto a punto literario y la especial disposición de libreros y escritores a charlar un rato con los lectores.

En noches como la del pasado 27 de abril, Madrid demuestra que tiene suficientes habitantes como para que ninguna de las grandes citas quede desierta de público y como para que en las librerías se deje notar un tránsito algo más intenso del habitual en una tarde de miércoles. Pero en eventos de este tipo, el número importa y en esta edición, la combinación de noche en mitad de semana laboral y fútbol hacía presagiar una catástrofe numérica en todos los sentidos, asistentes y ventas principalmente.

 

Ana María Matute en su charla del CBA

 

En la primera edición, bastante menos concurrida que la de 2011, muchos acabamos paseando de librería en librería sin llegar a quedarnos en ningún concierto o lectura. Las librerías eran entonces para comprar libros, y aunque se apreciaba el esfuerzo de los libreros por convertirlas durante unas horas en refugio más allá de sus estanterías, la propuesta no terminaba de encajar.

Este año Madrid se ha encontrado con varios rincones ya asentados donde se mezclan libros con vino, o libros con galerías de arte y surgen espacios en los que cada día es la Noche de los Libros.

 

Con las señas de identidad de siempre: guía de mano, libreros y sobre todo escritores abiertos por un día a las preguntas de todos, la Noche de los Libros se acerca paso a paso a la edad adulta con una hermana pequeña mutante y complementaria (la Noche de los Libros Mutantes fue la alternativa el mismo día 27).

La guía de mano incorpora poco a poco espacios que entienden la importancia de convertirse en refugio para los madrileños todos los días del año. Los encuentros con escritores ofrecen la posibilidad de asistir a debates de mucha calidad, como el de Álvaro Pombo con Manuel Rivas, donde la inteligencia de los autores les llevó a pedir la opinión y participación del público tras haber sentado las bases literarias y políticas de sus argumentos. También ofrece la oportunidad de ver a la premiada con el Cervantes de este año, Ana María Matute, que se prestó a contestar las preguntas de lectores adolescentes (los niños de hoy son iguales que los de su infancia, aseguró ella).

 

 

Manuel Rivas y Álvaro Pombo en Alcalá, 31

Queda espacio para mezclar los libros con la música en decenas de pequeños conciertos, con el cine en propuestas como la de las mental movies, donde las películas se quedan en la cabeza de manera similar a como quedan las páginas escritas.

Queda, en definitiva, espacio para explorar tanto los límites como el núcleo de la literatura. Pero no para salvar a las librerías del desastre económico en una sola jornada.

 

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