Lo que mi caniche piensa de la novela del siglo XXI

Por Ignacio del Valle.

Últimamente me había dado cuenta de que todo bicho viviente tenía una teoría sobre la novela, y concretamente, todos me estaban evangelizando desde revistas y suplementos literarios -incluso desde la revista Lecturas¡¡- sobre cómo debía ser la novela del siglo XXI. Me sentí un poco acomplejado, yo, la verdad, nunca me había parado a pensar en un aparato teórico para nada, y menos para la novela del siglo XXI, sólo me había dedicado a escribirlas. Joer, pensé, ¿será que me estoy quedando anticuado? En ese momento entró en el salón Piluco, mi caniche enano -o sea, por debajo de los 35 cm según tallaje oficial-, y se plantó delante de mí como se planta cuando quiere salir a mear: irrevocable. Me quedé observándole con pena, se me ocurrió que incluso mi caniche debía tener una opinión sobre la novela del siglo XXI. ¿A que sí, Piluco? -bromeé para levantarme el ánimo- ¿a que tú también tienes una teoría sobre la novela del siglo XXI? Me miró con sus ojillos líquidos: claro, me contestó con una voz gutural. Hostia, grité, ¡Piluco¡, HABLAS, ¿cómo puedes hablar? Eres un caniche. Y tú un mono, replicó, y también hablas. Vale, vale -me defendí-, así que tienes una teoría sobre la novela del siglo XXI. Por supuesto -contestó-, ¿tú no? Pues no -confirmé-. Piluco no se sorprendió y se limitó a negar con la cabeza y soltarme: ¿me sacas a mear? No, no te saco a mear hasta que me digas cómo debe ser la novela del siglo XXI; ¿es fragmentaria como dicen que tiene que ser? Piluco frunció las cejas no porque pensara sobre ello, sino porque tenía la vejiga llena, y buscó la mejor posición para mantener firme el embalse. ¿Fragmentaria?, se mofó, eso es el trending topic. ¿Qué es eso? Pero del Valle, que tampoco sabes lo que es, ¿no tienes Twitter? Pues no, qué pasa. Da igual -Piluco, cansado, miró al cielo raso-: mira, eso de la fragmentación no es más que la excusa del personal para camuflar que no sabe levantar y mantener vivos personajes, que no le sale contar historias, y se han montado una película de vaqueros para redibujar el mapamundi literario y hacer de la necesidad virtud… ¿y ahora vamos a buscar un árbol? No -le detuve-, no vamos a salir hasta que me lo cuentes todo. Piluco gruñó pero prosiguió: es decir, que la estructura narrativa, que todo case y tenga sentido, los hilos argumentales, el conflicto, la tramoya de la ficción, todo es irrelevante para el que no sabe hacerlo, así que despacha el asunto con que han reinventado la novela y ahora las postales, los pensamientos, el relato, las memorias o simplemente un truño, es una novela porque lo dicen ellos. Y lo más cachondo es que el personal que más grita es el que no ha pasado nunca de cien páginas o de escribir un poema, gracioso, ¿no? Me quedé mirándolo, entre absorto y pasmado: eres la hostia, Piluco. Lo sé, lo sé, se relamió. Entonces -rehilé de nuevo-, ¿que hay de los nuevos caminos que dicen que están abriendo? Mira, del Valle, tú es que pareces lelo, en literatura toda novedad no es más que mala memoria, quién diga que está abriendo caminos nuevos después de Homero o Cervantes no lee lo suficiente, o es un iluso, o se engaña a sí mismo o te está haciendo el timo nigeriano. Ahora, eso sí, de marketing sabe un huevo. Abrí la boca en señal de arrobo. Piluco, ¿cómo sabes tanto? Meneó la cola y se relamió otra vez. Porque leo; mientras tú te pasas las tardes viendo los partidos del Madrid, o durante las horas que pierdes eligiendo las fotos en las que sales mejor para poner en ese patético blog que tienes, yo leo. Adopté una actitud indignada: es mi blog, hago lo que quiero. Pero, del Valle, si eres como Julio Iglesias, te toma más tiempo elegir el perfil bueno en las fotos que hacer los textos de las entradas. Te estás pasando, le advertí cambiando súbitamente de tono. Y si me paso qué, me retó, ¿qué vas a hacer? Pues no te saco a mear y te jodes. Pues entonces yo me meo en tu alfombra, que no es ni persa ni nada. ¿Te meas en mi alfombra? Vale, no hay problema, un mes sin esas galletas que tanto te gustan. Piluco agachó la cerviz con la conciencia de que le había cazado. Facha, que eres facha, farfulló. ¿Cómo dices?, le interpelé con todo el imperio de que fui capaz. Nada, nada, que eres un hacha, contestó Piluco con resignación-, y ahora, ¿me sacas a mear? No, no te saco a mear hasta que me digas cómo tiene que ser la novela del siglo XXI, le impuse con tiranía consciente de mi victoria. Cabrón…

CONTINUARÁ…

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