SOS 4.8 2011 El primer gran festival del año

 

Por Miguel Andúgar.

Para todos aquellos que llegaron a Murcia desde otras latitudes, la ciudad les recibió con buen tiempo pese a la prometida tormenta. Sólo llovió unos pocos minutos de la noche del viernes, y quizás fue por la energica música de Triángulo de Amor Bizarro. Ya terminó el primer gran festival del año en España. Frente a un Primavera Sound lleno de exquisiteces o un FIB marrullero, el SOS ofrece una extraña combinación entre propuestas muy inteligentes y grupos hechos a la medida para el perfil medio del festivalero, interesado solo en escuchar unos cuantos hits y pasear modelitos por el recinto empujando y derramando bebidas a diestro y siniestro. Este año triunfaba el rollo Patrick Wolf. Todavía se veían algunos despistados con bigote y motivos marineros a lo Black Lips, pero parece que casi todos han asumido que ir disfrazado de Pete Doherty es estar completamente fuera de onda.

El cartel estaba claramente descompensado entre los dos días. El viernes poca cantidad de cosas que ver, aunque algunas de ellas impresionantes. El sábado, más cosas interesantillas, especialmente si eres de esos que piensa que Patti Smith es una de las grandes del rock y no una señora mayor trasnochada con un discurso que prácticamente no cambió en treinta años. Y a no ser, también, que seas como yo y Suede te resulte uno de los grupos más apasionantes de los 90, pese a no ser excesivamente originales.

Este año el aspecto artístico e intelectual del evento perdió protagonismo. Supongo que la falta de dinero y la comprensión final de que los que vienen a disfrutar no son lumbreras sino chavales dispuestos a pasarlo bien caló entre los organizadores. Pero ello no quitó para que la mejor actuación del festival llegase desde una de las propuestas más atrevidas -y me imagino que caras- del festival: These New Puritans. Tras ver a Manel sonando bien con su máquina del tiempo, y a unos Triángulo de Amor Bizarro en un concierto breve recorrer rápidamente su repertorio con efectividad y una cierta desgana -¿me pareció a mí o Isa está ya más que cansada de «De la monarquía a la criptocracia»?-, tocaban los jovencillos ingleses para aquellos afortunados que habíamos conseguido entrada para el auditorio. Experiencia genial con el espectáculo de unos chavalines que darán mucho que hablar y que presentaban su mejor apuesta: la interpretación completa de su último trabajo, Hidden, acompañados de una orquesta, un coro y una sección de percusión impresionante. Todos aquellos que conozcan la obra se pueden imaginar la experiencia carnal de esos brutales tambores, esa forma tan curiosa de pasar de lo épico a lo lírico sin apenas despeinarse. Desde «We want war» hasta el mismo final la cosa no dio para descansar ni el corazón ni la cabeza, pese a la gran cantidad de maleducados que poblaban el recinto: los que cumplían a rajatabla el papel de festivalero-turista  -ver un poco de todo importando bien poco ser molestos para los demás-, o aquellos que tenían una necesidad compulsiva de aplaudir o gritar o silbar en cuanto terminaban las secciones más duras del repertorio -sin entender precisamente que para apreciar lo que se estaba viendo se necesitaba disfrutar de los momentos pausados, de los silencios, de los huecos-.

Tras terminar, poco quedaba ya interesante hasta el día siguiente. Two Door Cinema Club correctos y enternecedores, ante un público relativamente escaso hasta el final en el otro escenario de uno de los grupos preferidos para los festivaleros turistas, Vetusta Morla, que renovó mi falta de optimismo ante la falta de buen gusto del consumidor medio de música indie en España. Sonar como suenan ellos debería haber estado bien allá por el 95, pero hoy en día sólo se les puede apreciar su entusiasmo y buena técnica -cosa por otra parte poco habitual en nuestro país-.

Pero la gran decepción estaba por llegar. Y es que MGMT consiguió aburrir a muchos. Su desgana, su calidad discutible, y un sonido que quizás fue el más flojo de todo el festival me llevaron de cabeza a un taxi y descansar hasta el día siguiente. Los festivaleros-turistas no quedarían contentos: su «Time to Pretend» sonó entre las primeras canciones, apagada, sin fuelle, como todas las demás. No dieron lo único que se les pedía a estas alturas, un poco de alegría para mover los pies.

El sábado la cosa estaba complicada: muchas cosas interesantes se solapaban. Empezamos con Second ofreciendo lo de siempre: fraternidad murciana y descargas constantes de pop rock facilón, con lo que me venía a la mente continuamente esto. Lo gordo empezaba con White Lies, sorprendentes en su capacidad para hacer creer que son dinosaurios del rock de estadio con solo un par de discos publicados. Una actitud rockera para unas canciones entretenidas, y por supuesto debiéndoselo todo a Joy Division. Igual que Editors, que sin embargo tenían una puesta en escena muy distinta. Protagonismo absoluto de su vocalista en forma de anti espectáculo: descuidadamente vestido y arreglado, parecía estar a lo suyo completamente; y lo hizo bien. Si a su peculiar voz y sus canciones eficaces le sumamos que fue el único grupo que consiguió sonar a un volumen adecuado en el escenario Estrella de Levante, ya tenemos triunfo absoluto. A continuación, Suede no tuvo la misma suerte. En las dos o tres primeras canciones apenas si oíamos a Brett Anderson. El sonido fue mejorando poco a poco, aunque bastaba dar unos pocos pasos a un lado u a otro para tener una experiencia horrible en ese sentido. La banda ya ha aceptado que lo único que se puede considerar interesante de su repertorio son sus tres primeros discos, y a ellos se dedicaron. Pero el único que parecía ponerle corazón era su líder; el resto de la banda parecía limitarse a cumplir y cobrar. Aún así, divertidisimos. Por supuesto no faltaron «The Drowners», «Animal Nitrate», «Trash», «Beautiful Ones», pero se echaron de menos «Pantomine Horse», «Metal Mickey» y especialmente «Heroine». Lo peor: terminar con «Saturday night», que como dirían los murcianos es muy bonica, pero no es una de sus grandes. ¿Qué tal si hubiesen probado con la grandilocuente y espectacular «Still Life»?

Tras Suede, ya se tenía al público calentito para recibir a Lori Meyers. Entrega absoluta de los festivaleros y un concierto entretenido sin más. Mientras tanto, en el escenario Jägermeister se desperdiciaba el talento de !!! que tocaron prácticamente para los incondicionales y los que tenían muchas ganas de baile. Yo aún me pregunto si debería haber sido uno de ellos. Y lo habría sido si Suede no hubiese sido uno de mis grupos preferidos de hace quince años. Me fui a casa con Tiga, aunque resultaba difícil resistirse a su espectáculo. No me va demasiado la música electrónica, pero cuando es tan orgánica y divertida como la suya, ningún inconveniente.

Como siempre, pocas pegas se le pueden poner a la organización: quizás un sistema de venta de entradas para los conciertos en el auditorio que garantiza al final asientos vacíos mientras que algunos se quedan con las ganas, un cuello de botella insoportable a la salida de la recogida de pulseras y especialmente la falta de cobertura inalámbrica en el lugar. Poco punto algo se puede ser cuando no hay manera de enviar un Tweet o una foto. Perdieron la oportunidad de haberse convertido quizás en el primer festival español dignamente tuiteado, pero los problemas mencionados dejaron los mensajes para mostrar la resaca del día siguiente. Mal. Bien todo lo demás.

Escucha algunos de los conciertos del SOS 4.8, y otros, y otros

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